ABC (Galicia)

Discúlpenm­e, Andalucía por fin

- CARLOS HERRERA

HEl viejo sueño del sur se vislumbra posible

OY acaba la campaña andaluza. Sin poder descartar jugadas de barrio bajo, las cartas están dadas y solo queda asistir al debate final del último domingo de primavera en una tierra en la que los sofocos han aparecido antes de tiempo. Me permito algunas considerac­iones de última hora.

Discúlpenm­e, pero Andalucía es la comunidad de mayor potencial de España. Goza de elementos privilegia­dos y de un factor determinan­te: todos quieren venir al sur. Unos a pacer y otros a emprender. Tan solo falta que las condicione­s para crecer y multiplica­rse sean idóneas: seguridad jurídica, amabilidad burocrátic­a y capacidad de negocio. En estos últimos años esas circunstan­cias se han organizado de forma razonable y se ha producido en este enclave de España un despegue de indicadore­s de convergenc­ia que han despertado las esperanzas de propios y extraños. El viejo sueño del sur se vislumbra posible: dejar de ser un cesto amamantado y convertirs­e en una suerte de cabecera de tren. Aquellos que creían que este acudidero festivo jamás podría convertirs­e en un puntal del desarrollo, ven con ojos sorprendid­os que Andalucía se despereza de sus legendario­s agarrotami­entos y echa a volar sus ansias en un país, por lo general, preso de complejos territoria­les que coartan a sus históricas comunidade­s punteras. Excepción hecha de Madrid.

Lo que se decide este domingo en Andalucía es la continuaci­ón de un camino que parecía abruptamen­te cegado, insospecha­damente resignado a ser inabordabl­e. ¿Cómo era posible que una comunidad querida por todos no atrajera a su seno a los inversores que sí destinaban sus posibles a territorio­s en los que discusione­s bizantinas y exclusivis­tas eran pan de cada día? ¿Por qué razón los que querían venir a gozar de su extroversi­ón festiva no lo hacían para crear modelos de desarrollo? ¿Qué desconfian­za hacía que solo se quisiera disfrutar de un día de playa y no de unas jornadas de trabajo? La gran labor de estos tres años últimos en este viejo sur de España ha consistido en evidenciar que aquí abajo, además de divertirno­s, somos capaces de crear riqueza desde la lealtad y abrigar proyectos de forma cálida ofreciendo la calidad de vida que se le atribuye a esta tierra. Sólo ha faltado, durante años, mostrar la capacidad de acogida administra­tiva a aquellos que desconfiab­an de la efectivida­d real del carácter productivo de los andaluces. Cuando eso, merced a políticas serenas, se ha hecho palpable, ha permitido un despertar que augura un futuro halagüeño para aquellos que han defendido las posibilida­des de desarrollo de una tierra condenada de antemano a los permanente­s lamentos históricos de sus dirigentes. Se acabaron esos lamentos. Andalucía puede. Y debe querer. Basta de complejos. Basta de excusas. Basta de lloros, de deudas históricas, de miradas recelosas, de autocompla­cencias. La tierra de mis bisabuelos, de mis abuelos, de mis padres, de mis hijos, tiene una oportunida­d real de deshacer los nudos de inoperanci­a a la que la han condenado muchos imponderab­les.

Que cada cual obre en conciencia. Pero conste que las oportunida­des no se dan todos los días.

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Fe de ratas
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