ABC (Galicia)

El legado de Ciudadanos

El partido que se quiso vender como la madurez de la democracia

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

DESDE luego que los caminos de la política son inescrutab­les. Si las encuestas se cumplen, el primer RIP oficial de Ciudadanos se sellará en Andalucía. De ser clave para gobernar a desaparece­r. El final suena así de duro. El tiempo dirá qué ha dejado Ciudadanos para la Historia de España pero, mientras tanto, la resistenci­a de sus últimos líderes en estos últimos momentos es digna de estudio.

No me digan que no se preguntan de dónde sacan la ilusión cada mañana Inés Arrimadas, Begoña Villacís o Juan Marín. No deja de sorprender su lucha por unas siglas y un proyecto con las encuestas tan en contra. Yo aprovecho para preguntárs­elo a los políticos naranjas con los que me cruzo. «Mira, Mariajo, como ya no tenemos que preocuparn­os por sumar afiliados, ahora estamos haciendo gestión pura», me ha dicho uno de ellos. Visto así, uno puede pensar que no está mal liberar a los cargos políticos del peso del partido. Pero claro, en los partidos grandes, con estructura, con maquinaria, hay colchón. No es así en los pequeños. Inevitable pensar ¿y mañana qué?

Ante esta situación, por supuesto que a los últimos naranjas les honra no abandonar el barco mientras hay que achicar agua, pero visualicen Andalucía. Ahí se ha acabado la gestión y no se ve futuro naranja. Las urnas de este domingo no le suenan a Ciudadanos a eso de ‘fiesta de la democracia’. De ser una fiesta, parece que no tienen entrada al baile.

Lejos quedan aquellos momentos en los que su líder llegó a verse cuasi presidente del Gobierno. El famoso ‘sorpasso’ al PP, ¿recuerdan? Pero ni Albert Rivera fue Emmanuel Macron, ni lo que ha venido después ha ayudado a la vida de un joven partido que quiso revolucion­ar el centro español.

Con sus aciertos y sus fracasos, con Ciudadanos se va un experiment­o que en lo teórico casi parece un sueño político pero en la práctica tiene difícil encaje. Como tantas cosas en política: utopía frente a realidad. La utopía era quedarse con lo que más te gusta de cada programa político. De votar sí a lo que te parezca bien del PP y a lo que te parezca bien del PSOE. Y al contrario. Eso suena a libertad. A verdadera libre elección. La realidad es que hacerlo así, a la luz del día, nos sigue pareciendo de chaquetero­s. Hacerlo con la nocturnida­d con la que se hizo en Murcia ni les cuento. Pero, fracasos aparte, con Ciudadanos se va precisamen­te eso: el partido que se quiso vender como la madurez de la democracia.

Sin embargo, no es que la sociedad no haya entendido el ‘hoy voto aquí, mañana allí’. Es que es algo que preferimos guardarnos para nosotros. «El ciudadano ha aprendido el valor que tiene su voto sobre todo porque sabe que puede cambiarlo», nos explicaba hace poco uno de los grandes barones territoria­les de España. En estos últimos días de la campaña andaluza estamos oyendo hablar de opciones de apoyos que ni se hubieran planteado hace años. Quizá, aunque asistamos a su muerte anunciada, ese sea, en parte, uno de los legados que Ciudadanos deja a la política española.

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