«Si tengo que pasar por encima de mi exmarido con el coche, lo haré»
▶ Ana María Gutiérrez teme por su vida ante la inminente salida de prisión de su agresor
Ana María Gutiérrez ve venir la muerte y se rebela con todas sus fuerzas. Como alguien que coge la goma de borrar ante un destino escrito. ¿Sus mejores armas? Cuenta con un carácter obstinado, su fuerte personalidad, sus hijos y su pueblo, Laredo. Este municipio cántabro se ha concentrado tres veces en los alrededores de la Casa de la Cultura Doctor Velasco para gritarle al mundo que no quiere enterrar a una vecina más por el hachazo furibundo de la violencia de género. «Ni una menos» –cuelgan un cartel en la Casa de la Cultura– y van 1.149 desde 2003, 19 solo este año 2022, alegan desde el espacio feminista Gaia, la organización movilizadora de las protestas que logró reunir el pasado domingo a un centenar de personas. Desde Gaia, sus integrantes arropan a Gutiérrez ante su presente inminente: su agresor sale en pocas horas de la cárcel. Será el próximo sábado, ha cumplido ya su condena: 5 años y 11 meses en el penal de El Dueso, en Santoña, sentenciado por un delito de maltrato continuado y abuso sexual sobre su hija.
Ante esa alarma, Gutiérrez anda muy nerviosa. El día que atiende a ABC hay huelga en su empresa de metal y se mueve inquieta con el coche de un lugar a otro. Lleva días sin dormir, semanas aferrada a fármacos para conciliar el sueño y revive cómo su ahora exmarido la anuló por completo durante veinte años.
En su caso, hubo un cuchillo amenazante colocado en su garganta en uno de sus muchos ramalazos de ira, abducidos por el alcohol, pero «el machaque psicológico era demencial», acepta abrumada. «Te hacía sentir que no valías para nada». Ana María clama que no quiere ser «una bandera a media asta, ni una esquela en el periódico». No quiere ser la número 1.150 en una fría, larguísima y pesada estadística negra que no recoge que sus tres hijos se quedarían totalmente huérfanos.
Informes desfavorables
Porque al exmarido de Ana María, al preso que ya ha cumplido su pena, la sentencia más abultada se la procuró su comportamiento hacia la única mujer en su descendencia. Ante su inminente salida de prisión, él alega que Ana María «es suya», lo repite como un martillo pilón, y hay informes técnicos desfavorables de El Dueso donde los psicólogos trazan una personalidad muy peligrosa y se alerta de que no se ha producido un proceso de reinserción, por lo que el maltratador tiene grandes posibilidades de reincidencia. Sale sin medidas protectoras hacia ella. «Quiero ser libre, vivir y si es posible estando segura, mejor». Gutiérrez no culpa a la Justicia, aunque reconoce que las «leyes están muy atrasadas», ni carga tampoco contra la Policía, que hace más por ella estos días de lo estrictamente necesario, resume. «Conmigo se han portado bien, las instituciones, el pueblo, todos, ese no es el problema, pero temo por mi vida. Él bebía mucho antes de entrar y lo veía y lo sigo viendo muy capaz de acabar conmigo».
«Estuve demasiados años ciega, hasta que no puse la denuncia no vi las cosas, me tenía completamente anulada». Se revuelve esta mujer de armas tomar, no es «la misma de entonces»: «Al saber que iba a salir de la cárcel, la primera medida que pensé es sacarme una licencia de armas, no me ha dado tiempo, pero si hay que salir con el coche y pasarle por encima, lo haré. Mis hijos tienen miedo, mi hija está deshecha por la excarcelación de su padre, es volver a toda su experiencia traumática». Agradece que sí se haya tomado una medida tras la petición reiterada a la Justicia: él caminará con un dispositivo de control telemático que lo geolocalizará y lo mantendrá apartado de su hija. Pero la orden de alejamiento es solo sobre ella, no sobre su ex. «Algo que no entiendo, mi orden de alejamiento venció en 2019 porque él se encuentra en la cárcel, pero ahora que sale, no está vigente». Se entrecorta. A Ana María no le tiembla el pulso, aunque seguirá tomando esta noche pastillas para dormir.
Economista
Mariana Mazzucato
«Son las mujeres las que liderarán el cambio»
Fawzia Koofi
Exvicepresidenta del Parlamento de Afganistán
«Cuando una mujer se hace fuerte, aparecen enemigos y tratan de derrotarte»
Zelenska pidió también que su país ingrese en la Unión Europea. «Dentro de unos días tendrá lugar un acontecimiento que podrá decidir el destino de esta guerra terriblemente agresiva». Europa, dijo, debe comprender que «no queremos estar con vosotros en calidad de refugiados, sino como un país afín y aliado. Tenemos el componente esencial para pertenecer a la Unión Europea, que es hacer que prevalezca el valor de la vida humana sobre todo lo demás», mantuvo.
El foro cuenta con el apoyo del Banco Santander como Global Partner, el patrocinio de DKV, Heineken, Iberdrola, Iberia, Inditex, L’Oréal Paris y la colaboración de El Corte Inglés, Hotel Princesa Plaza Madrid, Multiópticas y Salesforce. El rostro, serio, de Zelenska solo se relajó un instante al final. Casi sonrió y se llevó la mano al corazón para concluir: «Gracias».
«Liderarán el cambio»
El foro continuó con la intervención de la economista Mariana Mazzucato, que advirtió que «son las mujeres las que liderarán el cambio» y recomendó «olvidar las teorías de la conspiración porque no existen».
Después, el relevo político del foro, titulado ‘Liderazgo en tiempos inciertos’, lo tomó Fawzia Koofi, exvicepresidenta del Parlamento de Afganistán. Conocedora de primera mano de las actitudes y estrategias de los talibanes, Koofi se sentó en la mesa de negociación para intentar que los derechos de las mujeres no fueran pisoteados con el regreso de los fundamentalistas. «Quise negociar», recuerda. «Sabiendo que han matado gente delante de mis ojos, negocié porque el país necesitaba un acuerdo pacífico. A veces las mujeres debemos hacer cosas así».
En el exilio
Pero las promesas talibanes se disolvieron una vez se retiró el ejército norteamericano de su país. Ella, que ahora vive en el exilio, ha sufrido dos atentados. El último, hace dos años. «Cuando me atacaron y estaba a punto de desvanecerme, pensé: ¿qué he hecho mal para que la gente me quiera matar? Pero después pensé que el impacto tan fuerte de lo que he hecho bien hace que algunos quieran eliminarme. Ha sido por una buena causa», reflexiona quien se negó a usar el burka, y escondía el rostro contra una pared cuando llegaban los fanáticos, para evitar que la azotaran. «Si una mujer se hace fuerte, aparecen enemigos y tratan de derrotarte».
El foro continúa hoy y contará con la participación de, entre otras, Alexandra Cousteau, presidenta de Oceans 2050 o Sigrid S. McCawley, consejera legal de las víctimas de Jeffrey Epstein.
Su hija, Lady Gaga, fue víctima de acoso antes de convertirse en la famosa cantante que es ahora. «Los problemas de salud mental y los síntomas postraumáticos le afectaron muchísimo, y esto la ayudó a comprender que tenía que compartir su historia con otras personas», confesó ayer durante el foro Cynthia Germanotta, que fundó con Lady Gaga la Fundación Born This Way, para ayudar a jóvenes en situaciones similares.
«Ella me comentaba muchas cosas que le ocurrían. Como padres, somos protectores y queremos arreglar sus problemas. Pero entendí que lo que tenía que hacer era empoderar a mi hija, para que sea ella la que aprendiera a solucionarlos, por ella misma y por otros». Tras la pandemia, asegura que ha aprendido de los jóvenes el valor de la resiliencia.
A los 18 años la acusaron de formar parte del séquito de Berlusconi y tuvo que acudir a los tribunales y huir de Italia. «Era de origen humilde y no tenía quien me defendiera», recuerda Ambra Battilana. En Estados Unidos fue atacada por el productor Harvey Weinstein y le denunció. «La Policía grabó las llamadas donde reconocía que me había asaltado sexualmente. También me pusieron un micrófono y acepté ir a verle a un hotel, donde intentó llevarme a una habitación. Yo tenía mucho miedo porque es un hombre muy corpulento. No sólo por el físico, también por su forma de actuar. Se puso violento. Gritó. Me asusté», relató en el Santander WomenNOW.
Aquello ocurrió antes del MeToo, que surgió a raíz de actitudes como la suya, que entregó las cintas al ‘Newyorker’.