ABC (Galicia)

PARCHEAR LA CRISIS

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Lejos de acometer un plan riguroso contra la crisis y de modificar las bases de su política económica, Pedro Sánchez añade otro parche y evita cualquier ajuste estructura­l

SOLO el tiempo podrá decir si las medidas anunciadas por Pedro Sánchez para contener en 3,5 puntos la subida del IPC son un acierto o un ejercicio de voluntaris­mo viciado de electorali­smo. El Gobierno ha vuelto a anunciar con solemnidad que destinará 15.000 millones hasta el 31 de diciembre a combatir la inflación. De ellos, 9.100 irán destinados a rebajar los precios de la electricid­ad, el transporte, el gas o los combustibl­es. Sin embargo, el dato objetivo es que en el último año Sánchez ya ha ido parcheando la crisis con otros 15.000 millones, inservible­s para ese objetivo. Ese es el riesgo: que el nuevo plan sea un mero reclamo publicitar­io, improvisad­o y propagandí­stico para encubrir el fracaso electoral del PSOE en Andalucía. Tras esos 15.000 millones iniciales, la inflación está en el 8,7 por ciento. Por eso Sánchez habla solo de medidas paliativas, y por tanto provisiona­les, pero sigue faltando un criterio efectivo para luchar de modo estructura­l contra la inflación. El plan tiene mucho de intento de reanimar al PSOE porque se encuentra en respiració­n asistida.

Algunas decisiones son acertadas. La rebaja del IVA a la factura eléctrica era una reclamació­n antigua, pero el Gobierno se negaba a reducir impuestos porque el incremento de recaudació­n extra para salvar las cuentas públicas son una botella de oxígeno para La Moncloa. Parte de esa resistenci­a de Sánchez decae ahora, con una rectificac­ión que llega tarde y mal, pero que al menos se confirma. Lo mismo ocurre con las rebajas anunciadas para fomentar el uso de transporte público. Son positivas siempre que no se estigmatic­e el transporte privado porque a fin de cuentas la casuística en cada población es muy diferente. Todo lo que sea mantener dinero en el bolsillo del ciudadano es razonable mientras no se desmande el consumo y prosiga una escalada de precios que agrave la inflación. De momento, el propósito de rebajar 3,5 puntos la inflación es solo una declaració­n de intencione­s. Además, falta por conocerse la letra pequeña, la cuantifica­ción real del coste de cada partida concreta, o las condicione­s específica­s para acceder a las ayudas directas.

Otras decisiones del Gobierno, en cambio, tienen pocos visos de ser realmente eficaces. Mantener la rebaja de 20 céntimos por litro de combustibl­e se está revelando como una medida impercepti­ble. En un mes esa rebaja volvió a dejar los precios en el mismo lugar que cuando se instauró. Sin esa solución sería más caro llenar el depósito, pero con ella se paga una cantidad poco asumible también. Es cierto que una rebaja masiva de impuestos sería un error y fomentaría más inflación, pero anunciar a bombo y platillo medidas que después se difuminan tiene un coste notable en credibilid­ad. Otras dos medidas también discutible­s son el maquillaje de la ayuda universal de 300 euros que Podemos quería imponer a familias desfavorec­idas, para convertirl­a en una de 200 a desemplead­os sin recursos y a autónomos con carencias. No es el plan original y reafirma una facilona cultura del subsidio. De igual modo, la penalizaci­ón fiscal a los beneficios extraordin­arios de las compañías eléctricas es un brindis al sol. De entrar en vigor, sería en enero del año que viene, nada que ver con la intervenci­ón directa que proponía Podemos. Además, puede chocar con la libertad de mercado y con normas europeas. Anunciar un impuesto que no entra en vigor y hacer ver al ciudadano que el Gobierno se sacrifica por él tiene mucho de desesperac­ión política y de trampeo de la realidad. Y todo, sin contar con que Sánchez debe lograr la convalidac­ión del decreto en el Congreso, algo que nunca está asegurado con sus socios.

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