El G-7 trazará una estrategia para paliar la hambruna por la guerra
▶ La cita en Baviera que empieza hoy perfilará un plan para reconstruir Ucrania
Los líderes del G-7 van aterrizando desde anoche en el recién pavimentado helipuerto de acceso al Schloss Elmau, un palacete construido en 1916 en Baviera por el filósofo y teólogo Johannes Müller, que concibió el edificio como un refugio cultural y espiritual a los pies del imponente Alpsitz, mole de roca de 2.628 metros de altura que, con su sola presencia, empequeñece la percepción de la condición humana. Las élites de la época mantuvieron allí brillantes encuentros políticos e intelectuales que culminaban con veladas de vals. Y mientras bailaban, los nazis se hicieron con el poder. Los invitados ahora a Elmau son conscientes de que corren también el riesgo de que una fuerza autoritaria se abra paso, mientras ellos deliberan de cumbre en cumbre. Los objetivos oficiales de esta reunión son mostrar de nuevo al mundo la unidad de Occidente
contra la invasión rusa de Ucrania, trazar una estrategia para paliar la hambruna por el bloqueo del grano y comenzar a perfilar un Plan Marshall para Ucrania que haga posible su reconstrucción. Pero entre líneas del programa puede leerse una cuestión de fondo: ¿en qué estado se encuentra Occidente?
Occidente, como entidad que promueve la universalidad de la democracia y la libertad, ha demostrado no estar dispuesto para combatir por la democracia y la libertad de Ucrania a costa de su propia seguridad, una prioridad que sitúan por delante de la universalidad de sus propios valores. Se están suministrando armas a Kiev, pero con cuidado de no irritar demasiado a Putin, por temor a una guerra nuclear. Un preludio de este espíritu lo vimos en la retirada de Afganistán e incluso en Siria. Los gobiernos occidentales no asumen el coste político de una guerra perpetua, como va camino de convertirse la de Ucrania, que puede durar «años», según acaba de advertir el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Serán necesarios incentivos añadidos para mantener la resolución y entusiasmo que Joe Biden encontró en su gira europea de marzo. El presidente de Estados Unidos, con el desinhibido discurso propio de sus 79 años, acaba de confesar en un encuentro con sindicatos que «allá donde viajo por el mundo les digo que Estados Unidos ha vuelto, pero me miran y me preguntan: ¿hasta cuándo?». Y esa es la pregunta que flota en la brisa alpina de Elmau. ¿Hasta cuándo podrá mantener el apoyo a Ucrania, en un contexto de inflación desbocada, un Biden debilitado en las encuestas y que se enfrenta a un inminente castigo en las legislativas de noviembre? Ucrania ya no abre las noticias de la CNN y Biden reconoce que «en algún momento se convertirá en un juego de paciencia: lo que los rusos pueden soportar y lo que Occidente no está dispuesto a soportar».
Perseverancia
El canciller alemán y anfitrión de la cumbre, Olaf Scholz, insiste en el apoyo a Ucrania «tanto tiempo como sea necesario». Su equipo habla en los pasillos de «una cohesión el el G-7 como nunca antes». Requerirá «perseverancia», ha prevenido Scholz, «pues todavía estamos lejos de unas negociaciones entre Kiev y Moscú». En Elmau habrá «propuestas concretas para aumentar la presión
En Elmau habrá propuestas para aumentar la presión sobre Rusia, y el coste de la energía ocupará el centro de las discusiones
sobre Rusia», ha adelantado un alto funcionario, y el coste de la energía ocupará «el centro de las discusiones». No en vano, el G-7 nació como respuesta a la crisis del petróleo de la década de los setenta. «Pero el conflicto ha tomado otro giro, ahora se concentra en el este de Ucrania, es una guerra de posiciones, y el triunfalismo inicial y las pequeñas entregas de armas baratas deben dejar paso a un apoyo más sólido y duradero a nivel militar», explica Max Bergmann, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales.
«La agresión de Rusia ha hecho que los siete países sean conscientes de que se necesitan unos a otros y de que la crisis que se avecina pondrá a prueba la cohesión de esta comunicad internacional», señala por su parte Stefan Meister, del instituto de investigación alemán DGAP. Zelenski intervendrá por videoconferencia, como eje legitimador de los compromisos.
«Un desafío crucial para el G-7 es convencer a muchos países no occidentales, escépticos con las sanciones contra Rusia, que Occidente tiene en cuenta sus preocupaciones», avisa Thosten Brenner, director del Global Public Policy Institute. Se refiere a economías como India, Indonesia, Senegal, Sudáfrica y Argentina, que se abstuvieron en su mayoría en la votación de la resolución de la ONU de condena a la invasión de Ucrania y particularmente expuestas a la escasez de alimentos y crisis climática. Los cinco países han sido invitados a Elmau para escuchar y responder allí a sus demandas, con la esperanza de fidelizar su posición a favor de Occidente y frente al eje China-Rusia.