ABC (Galicia)

La unidad de voluntario­s catalanes que se desangró en la guerra de Marruecos

▶ En el conflicto de 1860, hubo voluntario­s entre los combatient­es españoles

- CÉSAR CERVERA MADRID

ARCHIVO ABC

La gran aventura colonial de la España decimonóni­ca fue la intervenci­ón militar en Marruecos a raíz de un ataque a una bandera española cerca de Ceuta en 1860. Un quítame allá esas pajas que dio ocasión a Leopoldo O’Donnell para exhibir toda la fortaleza militar del país, que tras medio siglo mirándose el ombligo no era poca. Casi ninguna otra guerra en la historia de España contó con tanto apoyo popular como aquella, donde hasta la gente más humilde cedió una parte de su sueldo, una gallina o perdonó una deuda pendiente al Estado para contribuir a la campaña.

Desembarca­ron en África 35.000 hombres, en su mayoría jóvenes aldeanos a los que en el sorteo de quintas les había correspond­ido «la suerte del soldado», que los más adinerados y menos dispuestos esquivaban mediante un pago en metálico o enviando a un sustituto en su nombre. Sin embargo, también hubo voluntario­s entre los combatient­es españoles, concretame­nte un grupo de catalanes que, vestidos con barretinas, acudieron a la llamada del popular general Juan Prim y se expusieron a las luchas más crudas.

«Eran sobre quinientos hombres, todos ellos hijos del Principado, todos vestidos con el típico traje del país: calzón y chaqueta de pana, gorro encarnado de bayeta, canna por cinturón, botas amarillas y manta a la bandolera. Muchos de ellos eran bisoños, pero algunos habían combatido ya como voluntario­s en las legiones francesas, y entre sus oficiales había quien, como Sugrañes, el primer jefe, ostentaba la Cruz de San Fernardo», rememoró Blanco y Negro el 25 de noviembre de 1893.

Montado en un caballo árabe, ceñido el cuerpo por modesta levita azul, sin otro adorno que dos placas, el general de Reus lanzó un entusiasta discurso a sus tropas antes de la campaña: «Catalanes, acabáis de ingresar en un ejército bravo y aguerrido; en el ejército de África, cuyo renombre llena ya el Universo... Habéis llegado a tiempo de combatir al lado de estos valientes. Vuestra responsabi­lidad es inmensa. No basta ser valientes; es menester ser humildes, pacientes y subordinad­os; es menester sufrir y obedecer sin murmurar».

Las emboscadas, las decapitaci­ones practicada­s por los guerreros locales y el cólera recordaron de golpe a los mandos españoles que la guerra no se ganaría sin mancharse de sangre. O’Donnell se salvó de varias balas que zumbaron tan cerca como para matar a varios miembros de su séquito, al tiempo que la unidad de voluntario­s catalanes perdió a más de dos tercios de sus efectivos.

Buena parte de estos murió, en febrero de 1860, cuando el Ejército español asaltó un campamento nativo a las puertas de Tetuán. Primero se arrojaron 3.000 proyectile­s, huecos en su mayoría, y luego se ordenó un ataque general contra el campamento, defendido por un buen tren de artillería. Los voluntario­s encabezaro­n el ataque contra la trinchera enemiga, atravesand­o bajo un fuego mortífero el pantano que hasta entonces había servido de foso a los europeos. Prim los azuzó con estas palabras: «¡Adelante, catalanes! ¡No hay tiempo que perder! ¡Acordaos de vuestra promesa!».

ByN los catalanes en África

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