El cuento de la lechera
Cualquiera que aspire a postularse a encabezar una candidatura política ha de estar preparado para afrontar una doble campaña
ABEMOS, por boca del presidente Rueda, que los nombres de los candidatos, candidatas y candidates del PPdeG a las alcaldías de las siete grandes ciudades gallegas no se harán públicos hasta mediados de julio. Nos esperan, pues, algunos días de especulaciones y rumores, entreverados de toda suerte de cálculos y pronósticos.
Es llegada, pues, la hora de comprobar una vez más la veracidad de esa doctrina, tantas veces enunciada, según el cual cualquiera que aspire a postularse a encabezar una candidatura política ha de estar preparado para afrontar una doble campaña: la de sus adversarios y la de sus enemigos. La primera de ellas suele ser soportable y, en todo caso, se despacha en una quincena. La segunda, en cambio, es más duradera, porque va precedida de un preámbulo de insidias y descalificaciones, siempre instigadas por quienes se creen desplazados en sus aspiraciones o se consideran mal pagados después de tantos sacrificios y servicios prestados a la causa.
Sentada, pues, la premisa del enemigo en casa, lo cierto es que algunos de los nombres que suenan para alcaldables de las siete grandes ciudades, parecen deliberadamente destinados al fracaso. Es decir, da la impresión de que hay alcaldías que se consideran irremediablemente perdidas de antemano —Vigo y Pontevedra, pongamos por ejemplo— y, en consecuencia, se propone para las mismas no cabezas de lista sino cabezas de turco.
Y en otros casos, las previsiones de contabilidad de votos son absolutamente fantasiosas, subordinadas al conocido principio de Heisenberg, según el cual no conocemos la realidad, sino solamente la realidad sometida a nuestro modo de interrogarla.
De este modo, claro, a la hora del recuento de papeletas suele cumplirse el cuento de la lechera y las euforias se convierten en decepciones. Conclusión: hay que volver a la lectura de Samaniego.
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