ABC (Galicia)

No llames idiota al árbitro

Si ya no se pueden poner algunas palabras en la ficción, a ver qué hacemos con las de la vida real. Así se pierde la historia

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

E1991, Éric Cantona jugaba en el Nîmes. En un partido, el árbitro le pitó una falta y, preso del enfado, el jugador le lanzó un pelotazo. Expulsión. El delantero se encendió –más– y terminó llamando «idiotas» a los jueces. La sanción aumentó a varios partidos. La historia de aquel día te la cuenta igual de plana Google que ChatGPT. Los nuevos correctore­s de Roald Dahl ni la nombrarían. Todo avances. Si ya no se pueden poner algunas palabras en la ficción, a ver qué hacemos con las de la vida real. Así se pierde la historia y, a la vez, la moraleja: no insultes al árbitro. El fútbol también es para niños. Como la escuela y los libros. A veces, influyen.

Seguro que Cantona aparecía en las asesorías orales de los Negreira al Barça. Me imagino unas conversaci­ones interesant­ísimas. El ‘podcast’ se titularía ‘No le pites al árbitro o aprende a tirarte’.

Lástima que no esté grabado. Lo lamentan sobre todo los Negreira. En la era del ‘podcast’, si no tienes uno, no eres nadie. No lo vieron venir los orales asesores del Barça. Podrían seguir forrándose si hubieran guardado archivos sonoros de las ya famosas, a la vez que desconocid­as, conversaci­ones arbitrales. No entro en lo que aportarían a lo judicial. Hablo de conservaci­ón del patrimonio deportivo. De sabiduría. De ‘know how’. Algo debería quedar. La oralidad, si es buena, es eterna. De ahí las canciones populares y las leyendas. Pero no ha ocurrido lo mismo con los asesoramie­ntos arbitrales. Se sabe que hay varias escuelas de negocios tras la pista, consciente­s de que con tales audios sus alumnos saldrían más ilustrados para rentabiliz­ar operacione­s, simular crisis ficticias y noquear a la competenci­a.

Al parecer, un par de facultades de Filosofía también les siguen el rastro. La duda es saber si el asesoramie­nto se inscribía en la mayéutica de Sócrates, con preguntas, cuestionan­do toda idea preconcebi­da: ¿se puede comprar un árbitro? ¿está mal llamarle gordo?… o si se trataba de algo más bien basado en la experienci­a, fenomenoló­gico, apoyado en historias como la de Cantona.

Lo bueno, para el ‘podcast’, sería que la cuente un aficionado del Nîmes, o mejor, el árbitro insultado o el propio futbolista. Las fuentes son las fuentes. Una muy interesant­e es la etimología. Con árbitro hay varias teorías. Una dice que, del latín, viene de ‘Ad’ (hacia) y ‘baetere’ (acudir). En suma: ir hacia alguien cuando hay gresca. La segunda, más visual, sostiene que su origen es ‘arbor’ (árbol), porque bajo un árbol se impartía justicia en la Antigüedad. Seguro que Cantona sabía que la mejor forma de tratar a los árbitros no era llamarlos ni gordos –aunque lo estuvieran– ni idiotas. El carismátic­o jugador experiment­ó lo que se ‘pagaba’ después por hacerlo. Otros, desde los despachos, confunden las teorías y piensan, por lo del árbol, el cobijo y la sombra, que es mejor pagarles antes.

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