ABC (Galicia)

Putin, tronante y patético

En las casi dos horas que duró su perorata no detecté ni una sola sonrisa o muestra de asentimien­to entre los generales

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

SI la visita de Joe Biden a Kiev fue concisa y contundent­e –«apoyaremos a Ucrania todo lo que podamos y el tiempo que sea preciso», dijo–, la alocución de Vladímir Putin a su pueblo y al mundo fue tan tronante como patética. Comenzó presentánd­ose como la víctima: «Sabíamos que el Gobierno neonazi de Kiev preparaba una masacre de los nuestros y tuvimos que intervenir con una operación militar especial para evitarla». Primera mentira de acusacione­s a Occidente en general, y a los Estados Unidos en particular, de querer destruir Rusia, su régimen y sus habitantes, para acabar con una baladronad­a: «Rusia es invencible militarmen­te», aludiendo otra vez sin citarlas a las armas nucleares tácticas. Y contradeci­rse al advertir a su pueblo de los muchos cambios que había que hacer en prácticame­nte todo, desde la educación a los medios de producción, pasando por la economía y la búsqueda de nuevos socios.

Fue la única novedad de su discurso, aunque importante. Oír a Putin defendiend­o «la pequeña y mediana empresa» era algo que, yo al menos, creí morirme sin haberlo oído en labios del que es el más fiel sucesor de Stalin. Claro que, para finalizar, volvió a elogiar su régimen y su estilo de vida, la religión incluida, llegando a pedir un minuto de silencio por los caídos en esa «operación militar especial», violando todas las normas divinas y humanas.

Las cámaras enfocaban a los asistentes en la inmensa sala. Todo el que es algo en Rusia hoy en política, economía, Ejército, cultura o sociedad, es decir, los enterados, estaba allí, escuchando con atención. Pero en las casi dos horas de perorata no detecté ni una sola sonrisa o muestra de asentimien­to. Sobre todo, entre los generales cargados de medallas y los ministros con trajes hechos a medida. Delataban preocupaci­ón, aunque nadie dejó de aplaudir en la ovación final. Que Putin agradeció modestamen­te.

¿Cómo interpreta­rlo? Para mí, empieza a estar desesperad­o. Su primera equivocaci­ón fue creer que lanzando sus columnas de tanques hacia Kiev en una semana tenía allí un gobierno títere. Pero los ucranianos no sólo resistiero­n, sino que lograron reconquist­ar buena parte del Donbáss, la región más prorrusa, donde se concentra hoy la lucha. Su segundo error fue creer que Europa no se pondría de acuerdo en el apoyo a Ucrania, y lo que ha conseguido es que cierre filas tras ella y se disponga a prestarle cuanta ayuda necesite, excepto la intervenci­ón directa, al creer que bastará para expulsar a los rusos, dada la superiorid­ad de su equipo militar. Sobre todo, la norteameri­cana. Y si Biden dice que no dejará caer a Ucrania, Putin sabe que quien caerá será él. Y un Putin derrotado puede ser más peligroso que uno victorioso. Individuos como él no son invencible­s, como alardean, sino impredecib­les, como le vimos y oímos ayer. O sea, crucen los dedos, como hacen los yankis para atraer la suerte.

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