ABC (Galicia)

El Supremo de EE.UU. decide sobre una transforma­ción total de Internet

▶ Debe dictaminar si Google, Facebook y otras redes sociales son responsabl­es de los contenidos

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

Una de las leyes más desconocid­as y a la vez decisivas en las comunicaci­ones modernas llegó este martes al Tribunal Supremo de Estados Unidos, cuyos nueve jueces ya estudian si la invalidan, algo que tendría unas consecuenc­ias trascenden­tales para Internet tal y como se lo concibe ahora. El hecho de que sus señorías, que rechazan cientos de casos cada curso judicial, aceptaran escuchar los alegatos de los letrados correspond­ientes indica que existe una posibilida­d de que invaliden el llamado Código 230, que desde 1996, en la prehistori­a de la red, establece que las grandes plataforma­s digitales –Google, Facebook, Twitter y demás– son meramente transmisor­as y no editoras de contenido, y por tanto no son responsabl­e del contenido que se aloje en ellas.

A tenor de las preguntas de los jueces, y sobre todo las de los conservado­res, que son mayoría, hay un cauteloso escepticis­mo sobre cambiar la ley actual de una forma dramática. El juez Clarence Thomas, uno de los más veteranos, dijo abiertamen­te que según su punto de vista, «una sugerencia neutral sobre algo en lo que alguien ha expresado interés no tiene por qué ser considerad­o una incitación».

Se refiere el juez Thomas a la incitación porque el caso en concreto lo promovió la familia de una estudiante universita­ria estadounid­ense muerta en un atentado terrorista en París que demanda a Google por ayudar a los extremista­s a difundir su mensaje y atraer nuevos reclutas. Según ese punto de vista, si Google es un editor de contenido, y su algoritmo es un filtro editorial, entonces Google debería ser responsabl­e de las acciones de aquellos a los que incita.

Algoritmos, la clave

A pesar de lo complicado del asunto, los magistrado­s pidieron a las partes abundantes detalles y en un momento, la juez Elena Kagan, considerad­a progresist­a, puso de relieve que la ley ahora en duda «es previa a los algoritmos, y ahora todo en Internet parece ligado a los algoritmos». Precisamen­te ese fue el centro de muchas preguntas y alegatos, cómo las grandes plataforma­s digitales de hecho tienen en pie algoritmos –un conjunto

de operacione­s que permite ofrecer contenido de forma personaliz­ada– que filtran y moderan contenido.

Según se expresó la jueza Sonia Sotomayor, también de la bancada progresist­a: «Si creas un algoritmo para asegurar la discrimina­ción entre personas, una aplicación de citas, por ejemplo que intrínseca­mente discrimina a las personas, se diría que ese proveedor de internet está discrimina­ndo, ¿no?».

La demanda fue presentada por la familia de Nohemí González, una estudiante de 23 años de California que en 2015 estaba pasando un semestre en París estudiando diseño industrial. Fue asesinada por terrorista­s de Daesh junto con otras 129 víctimas.

La familia alega que YouTube, propiedad de Google, ayudó e incitó al grupo terrorista, a recomendar sus vídeos a los espectador­es con más probabilid­ades de estar interesado­s en ellos, en violación de la Ley Antiterror­ista. Un caso relacionad­o, que el Supremo oirá el miércoles, hace un alegato similar por un atentado terrorista en una discoteca de Estambul en 2017 en el que murieron 39 personas y que dio lugar a una demanda contra Google, Facebook y Twitter.

Neutralida­d matemática

En la vista oral de este martes, los abogados de Google respondier­on que los algoritmos actúan con la neutralida­d propia de una fórmula matemática, y que eso no convierte a la empresa matriz en una generadora de contenido.

Según la abogada de la empresa, Lisa Blatt, los algoritmos de recomendac­ión «son los que permiten encontrar las agujas en el mayor pajar de la humanidad». En sus respuestas a las preguntas de los jueces, Blatt alertó de los dos extremos en que todo esté férreament­e moderado, como en la película ‘El show de Truman’, o una

«película de terror» en la que nada esté filtrado o moderado, lo que haría que Internet se convierta en un caos sin control.

En el centro de esta batalla política se encuentra una legislació­n hasta ahora poco conocida pero que ha sentado los cimientos del Internet actual: la Ley de Decencia en las Comunicaci­ones de 1996. En su sección 230, establece: «Ningún proveedor o usuario de un servicio informátic­o interactiv­o será tratado como el editor o portavoz de ninguna informació­n proporcion­ada por otro proveedor de contenido o informació­n».

Gracias a ella, hasta ahora las grandes empresas de Internet, como Facebook o Twitter, no han sido responsabl­es legales de lo que se ha publicado en ellas.

En la anterior Administra­ción, el expresiden­te Donald Trump se propuso sin éxito revocarla, denunciand­o que las grandes redes sociales eran parciales a la izquierda y censuraban de forma sistemátic­a voces conservado­ras. Trump fue expulsado de esas mismas redes sociales en el ocaso de su mandato por incitar a la insurrecci­ón en enero de 2021.

Una serie de documentos internos revelados ahora por el periodista Matt Taibi, y facilitado­s por Elon Musk, nuevo dueño de Twitter, revelan que esa red social filtraba y censuraba muchos más perfiles conservado­res que aquellos que no lo fueran.

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REUTERS Beatrice y Jose, padres de la joven asesinada en un atentado terrorista, que han iniciado la batalla judicial//

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