ABC (Galicia)

Real Madrid Club de Remontadas

▶Levanta un 2-0 con una histórica exhibición en Anfield que deja la eliminator­ia casi sentenciad­a. Recital de Vini, dos goles y asistencia­s. Nacho frenó a Salah

- RUBÉN CAÑIZARES ENVIADO ESPECIAL A LIVERPOOL

En la década de los cuarenta, Rodgers y Hammerstei­n, dos de los autores de canciones para musicales más populares de la época, compusiero­n una melodiosa canción para ‘Carousel’, una historia de amor entre un trabajador de un tiovivo y una molinera que fue un exitazo en Broadway. Con esa semilla, suena paradójico que ‘You’ll never walk alone’ echara raíces en un deporte como el fútbol, donde la educación, la sutileza y el nivel intelectua­l de los aficionado­s no es que sea su mayor virtud, pero así fue.

Veinte años después de su creación, y a pesar de que Frank Sinatra ya había hecho su propia versión, ‘You’ll never walk alone’ irrumpió como un vendaval en Anfield, gracias a la interpreta­ción de Gerry and the Pacemakers, un grupo británico de rock and roll que se puso de moda en la década de los sesenta. Desde entonces, se convirtió en un himno para el Liverpool y sus aficionado­s, pero no exento de debate.

El Celtic de Glasgow también lleva sesenta años inspirándo­se en este popular tema, con una liturgia similar a la del Liverpool. Un poco antes de que los jugadores salgan al terreno de juego, el estadio entero canta a coro y a capela ‘You’ll never walk alone’ como acicate para su propio equipo y efecto intimidato­rio para el rival. En septiembre, el Madrid visitó Celtic Park en la primera jornada de la fase de grupos. Anoche, le tocó Anfield. Es imposible saber quién tiene el copyright, porque ambos cuentan versiones claramente sesgadas, y muy complicado decantarse por cuál de los dos estadios te pone más el vello de punta, pero si esto se tratara de Eurovisión y yo fuera el encargado de votar, le daría los 10 puntos a Anfield y los 12 a Celtic Park. Suena impopular. Lo sé. Abro paraguas.

1.600 madridista­s felices

Donde no hay debate es en el respeto que tiene el Liverpool por su afición y por la contraria, un patrón habitual en Inglaterra y, desgraciad­amente, olvidado en la gran mayoría de países, como España. Aquí se mima y se venera a los fans, corazón y alma de los clubes, y no se encierra a los hinchas rivales. Quizás para algunos es una tontería, o no, pero el hecho de ubicar en la parte baja de la grada, en la zona de uno de los córners, bien cerca del verde, a la afición del equipo que visita tu estadio es una señal de respeto propio y ajeno. Cómo los gozaron los 1.600 madridista­s que estuvieron anoche en Anfield. 3.000 en total en Liverpool. El madridismo viaja también sin entradas.

El modus operandi de Klopp prepartido es atípico. Como él. Romper las reglas forma parte de su carisma. Visiona el calentamie­nto sobre el verde, actividad extinguida en su gremio, pero dedica más tiempo al del rival que al de su equipo. Luego, cuando sus jugadores inician la carrera final hacia la bocana, él arranca el primero, se da unos cuantos golpes en el pecho y para adentro. Le gusta ir tanto a contracorr­iente que celebra un saque de banda o una recuperaci­ón más que un gol. También aplaude cuando Alisson la lía y le regala el 2-2 a Vinicius. Justo lo mismo que hizo Ancelotti minutos antes con la rodilla en falso de Courtois. ¡Ay!

Anfield se frotaba los ojos con el 2-0 a los quince minutos y a Vinicius no le subía el pulso de cuarenta. ¡Balones a mí!, reclamaba con ahínco. Y recital, que antes había dado Salah. El egipcio destrozó a Alaba en los veintisiet­e minutos de duelo. Pero en Champions, hasta una lesión muscular le sale cara al Madrid. La primera vez que Mo se vio con Nacho, el sustituto del austríaco, robo del segundo capitán e inicio de la jugada de 2-2. Eso ya era 11 contra 11.

Pitó Kovacs, tras tres minutos de añadido en los que la uña de Robertson evitó el tercero. Rodrygo se relamía de las ganas. Klopp preguntaba al cuarto cuánto había prolongado. Vio fantasmas del pasado. Lucas y Ceballos, sabedores que el equipo había salvado un ‘match ball’, otro más en Europa, saludaron uno a uno a sus compañeros camino de los vestuarios. Vini, el último, golpecito en el pecho con Chendo.

La premonició­n de Jurgen tardó tres minutos de la reanudació­n en cumplirse. Militao celebró con una albóndiga ‘interruptu­s’ el sello de la remontada, que acabaría siendo una de las mayores exhibicion­es de la historia de Anfield. Benzema había llegado tarde a la fiesta, pero lo hizo a tiempo para culminar la manita. Los ‘guest star’ son impredecib­les. Gómez ayudó en el 3-4, con un rebote involuntar­io. Klopp le consoló cuando le mandó al banquillo en el 75. Defensa sin nivel para el Liverpool. El quinto, asistencia de Vini, poca broma su partido, hizo meter al alemán las manos en los bolsillos. Otra tortura vestida de blanco y morado. Y otros dos mitos de Anfield que se vienen abajo. Aquí, la gente abandona también el barco a partir del minuto 80. Y a las leyendas del equipo rival se las aplaude tímidament­e tras ser cambiadas. El Madrid es el que nunca camina solo.

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// EFE Vinicius celebra uno de sus goles

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