ABC (Galicia)

Un banderín del 72

- JUANMA RODRÏGUEZ

Sheperd Henderson se enamoró de una bruja y yo me enamoré de Amancio Amaro Varela, que me perdone Consuelo por esta confesión de última hora. El cabo suelto de la fantástica comedia de Richard Quine es que a aquella gata negra con la forma humana de Kim Novak le hiciera falta un conjuro para seducir a James Stewart o a cualquiera que se le pusiera por delante, lo mío fue distinto, lo mío fue un flechazo, amor a primera vista lo llaman. Fue, eso sí, una pasión compartida por millones de madridista­s pero siempre me dio igual, no soy celoso. Cupido llegó a nuestras vidas con aquel fútbol eléctrico de Amancio, sus regates imposibles, el modo que tenía de interpreta­r el juego. Había, claro, mucho de encantamie­nto en lo que hacían los pies y la cabeza de Amancio, como antes lo hubo con Puskas y después se repitió con Butragueño. Y en Brasil, el reino del nigromante Pelé, reconocier­on haber visto al nuevo Gento.

Aún conservo con mucho cariño una foto del niño que fui posando chuleta y rumboso, muy merengue, quién sabe si adivinando La Decimocuar­ta de Vinicius, con un banderín del Real Madrid posiblemen­te (está borroso) de la temporada 1971-72, y allí estaba mi brujo. Y como cuenta la leyenda oriental del hilo rojo, el crío creció y muchos años después tuvo la fortuna de conocer al mito y el privilegio incluso de compartir buenas tertulias con él. Ahí, lo admito, mi amor se transformó en admiración porque pude comprobar en primera persona que Amancio era tan energético en Fútbol EsRadio como lo había sido antes sobre el césped del Santiago Bernabéu y también en un estudio era capaz de esconder el balón con las palabras. Nos sentábamos ensimismad­os a su alrededor a escuchar sus mil y una aventuras.

El mejor Míchel, o sea el Míchel de la Quinta, ha sido de los primeros en recordar lo importante que fue Amancio para una generación irrepetibl­e de jugadores con un talento descomunal pero que si acabaron echando la puerta abajo fue por el aval de un brujo. El Buitre, Sanchís o Martín Vázquez también cayeron rendidos a sus pies, un tipo normal, un genio del fútbol, un tertuliano genial, un gato blanco gallego con la forma de Amancio, un brujo eterno del que todos nos enamoramos sin sortilegio­s. Este martes amargo me volviste a romper el corazón. ‘You’ll never walk alone’.

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