El drama, desde la estación: «Oía que había muertos y no lograba hablar con mi hijo»
Los familiares relatan la angustiosa espera de noticias sobre sus seres queridos: «Nadie nos decía nada»
En el accidente del tren Alvia que la tarde del 24 de julio de 2013 descarriló cuando apenas le quedaban un par de kilómetros para llegar a Santiago de Compostela hay muchas víctimas. Por supuesto, los 80 viajeros muertos y los más de 140 heridos de diversa consideración. Pero la tragedia también sacudió a familiares y amigos. Algunos, que se habían despedido de sus seres queridos antes de que se subieran a ese tren; otros, que les esperaban, y se desesperaban, en alguna de las estaciones de destino. Como una pareja que había ido a la terminal de La Coruña a recoger a su hijo, adolescente, que había ido a pasar unos días a Madrid con su primo: «Oía que había un muerto, dos muertos, tres... y no lograba hablar con mi hijo». El móvil daba señal, pero nadie respondía.
El juicio por la mayor tragedia ferroviaria en la historia de la democracia española acogió ayer una nueva sesión dedicada a escuchar a supervivientes del accidente y a familiares de las víctimas, con la finalidad de calibrar las indemnizaciones pertinentes. Después de una larga fase penal, de cinco meses dedicados a discernir las responsabilidades de los dos acusados por la tragedia —el maquinista y un alto cargo de Adif—, ahora la palabra la tienen las víctimas. Como este joven, que entonces tenía 15 años, a quien sus padres habían insistido para que cogiera el Alvia para regresar a Galicia «porque pensaban que era un medio seguro». Relató por videoconferencia cómo vivió el accidente y cómo no consiguió contactar con su madre hasta que, una vez en el hospital, alguien le dejó un teléfono para llamarla.
Horas de confusión
Pero eso no fue hasta unas cuatro horas después de la tragedia. El tren descarriló en la curva de A Grandeira, en Angrois, a las 20.41 horas de aquel 24 de julio. «Y nosotros nos enteramos sobre la una de la mañana», relató el padre del joven, que declaró después de su hijo, en su caso de manera presencial en la sala de la Cidade da Cultura de Santiago que acoge el juicio. Hasta entonces, confirmó también la madre, que compareció a continuación, en la estación de La Coruña toda información que llegaba era confusa y contradictoria. Les dijeron «que era un pequeño accidente, y que los llevarán en autobús». O que el tren solo sufría un «pequeño retraso». Hasta que por fin, de madrugada, escuchó la voz de su hijo al otro lado del teléfono: «Mamá, venme a buscar». El joven, que
practicaba taekwondo a cierto nivel, no puede desde entonces realizar deportes de contacto por las secuelas, según confirmaron los tres a la jueza.
En la estación de Santiago
Antes de llegar a La Coruña, el tren, que procedía de Madrid y cubría la línea de alta velocidad entre Orense y Santiago, descarriló cuando estaba a punto de llegar a la estación compostelana. Allí esperaba a su marido otra testigo que declaró en la sesión de ayer. Habían ido a pasar las vacaciones a Galicia, pero ella y sus hijos habían adelantado unos días su viaje.
Se echó a temblar cuando alguien en el andén gritó algo así como: «¿Qué? ¿Que descarriló el tren y hay muertos?». Fue corriendo a preguntar a la taquilla, pero allí aún no tenían constancia: «Nadie nos decía nada». Tardó todavía más en tener noticias de su marido que la familia que esperaba a su hijo en La Coruña, pues no fue hasta ya las ocho de la mañana del día siguiente. Su marido estaba en el hospital ingresado de gravedad. Y, en su caso, corrió peor suerte que el joven herido que practicaba taekwondo. Su marido murió horas más tarde después de someterse a una operación quirúrgica.
En las estaciones de destino reinaba la confusión: «Nos decían que era un pequeño accidente, o que los iban a traer en autobús»