ABC (Galicia)

PROVERBIOS MORALES

Dijo la voz popular: de grandes cenas, están llenas las trenas

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CORROÍDA por la psitacosis, la tendencia PSOE del Gobierno sanchista recuerda aquel chiste de la pajarería: «¿Cuánto cuesta ese lorito?». «Quinientos euros». «Es demasiado caro». «Tenga en cuenta que es un lorito Patxilo, de las selvas vascas, y que sabe eusquera». «Aun así, es cara la cacatúa. Y ese otro, ¿cuánto vale?». «Mil euros, pero considere que se trata de una lorita Nadia, de los bosques de las Ardenas, y habla español, flamenco e inglés». «Cara me parece, con todo. ¿Aquel otro, qué precio tiene?». «¿El perico Saunas? Cinco mil euros». «¿ Y en qué habla para ser tan caro?». “No, si hablar, lo que se dice hablar, no dice ni Pamplona, pero todos los demás le llaman Padrino».

Cuesta abajo en su rodada y aunque no quiera olvidarse, como en el tango de Gardel, de las ilusiones pasadas, ni siquiera la moción de censura de Vox podrá hacer que el sanchismo remonte la corriente o la calle Corrientes. Le pasa como a aquel viejo crápula que, ya arruinado, confesaba a unos amigos: «Las tres cuartas partes de mi patrimonio se me fueron en orgías, en saunas y perico». «¿Y el resto?», le preguntaba­n. «El resto –contestaba– lo derroché».

Así es. La quiebra se le nota al Gobierno no solamente en los mantras ministeria­les, sino también, lo que es peor, en la indigencia retórica. Por ejemplo, si uno quiere exculpar a sus diputados bajo sospecha, no es convenient­e hablar de ‘cenas’, por mucho que lo hayan hecho mediadores, proxenetas o camellos. Hay que dar disimulada­mente el cambiazo de ‘cenas’ por ‘almuerzos’, porque los almuerzos son menos ambiguos. Se hacen a la luz del día y, una vez terminados, cada mochuelo o mochuela se va a dormir la siesta a su respectiva comisión parlamenta­ria, y aquí paz y después gloria Swanson. Pero si se comienza admitiendo que los diputados de marras se fueron a cenar con los de la trama del Tito, la gente, que es muy mal pensada, se pregunta a qué hora, cómo, dónde y con quiénes terminaron la juerga. Y es que las cenas suelen acabar muy mal, incluso las del Antiguo Testamento –la de Baltasar (no Garzón)– o las del Nuevo (la Última, pongamos por caso).

Total, que al Gobierno le ha dado muy poco de sí el eslogan cazurro que, a propósito de la moción Tamames y saqueando el refranero manchego, acuñó dicen que la portavoza con gran jolgorio de toda la Conseja de Ministras, ya saben, lo de «el PP tira la piedra y esconde la mano». A mí se me ocurrían, pensando en los erráticos balbuceos de Patxi López frente a la canallesca, los versos iniciales de una bilbainada: «El aldeano tiró, tiró la piedra, tiró, tiró la piedra y no la encontró». Pero el pueblo, que es más sabio que uno y más malo que el pus, ya en el tercio de varas y a la sombra del caso canario, ha encontrado la réplica perfecta: «El PSOE, como es de izquierda, mete la mano y esconde la mierda».

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