Golpes al vacío
Vox no ha diputado siquiera en Tamames el desarrollo de su punto de vista sobre asuntos que afectan a la nación
Dentro de no mucho, Ramón Tamames se dirigirá al presidente del Gobierno en el Congreso, le pedirá responsabilidades políticas e instará su salida del poder. Sabemos que Tamames no puede ganar la moción de censura: cuenta, como máximo, con los votos de Vox. Malo, pero no lo peor. Lo realmente peliagudo es interpretar el papel de Tamames. ¿A quién representa? ¿En nombre de quién habla?
Las respuestas más a mano son: Tamames representa a Vox, Tamames representa a la nación española, Tamames es un señor que pasa por ahí y se representa solo a sí mismo. Lo primero ha sido negado por Vox y el propio Tamames y lo segundo no procede, puesto que Tamames no se ha presentado a unas elecciones con la pretensión de ser portavoz de todos los españoles. Hemos de quedarnos, por tanto, con la tercera alternativa: Tamames es un señor que pasa por ahí y se representa solo a sí mismo. La situación es inexplicable. ¿Cómo hemos llegado a semejante absurdo?
Conviene rebobinar hacia atrás. La idea habría tenido sentido si Vox, Ciudadanos y el PP hubiesen decidido apartar sus diferencias, poner el acento en tres o cuatro grandes asuntos y anticipar, simbólicamente, un futuro gobierno de concentración. El futuro de las pensiones, la amenazada división de poderes o la reforma del Estado autonómico habrían podido servir como zona de encuentro entre los partidos de la oposición. Al tiempo, la subrogación de la moción en una personalidad independiente habría puesto de relieve que la gran crisis que atraviesa el país obliga a derecha y centro derecha a renunciar a sus agendas particulares y pensar solo en términos nacionales. Por supuesto, este acuerdo habría tenido que hacerse público y expreso antes de la moción. Quedaría para Tamames la exposición concreta del plan y la destreza oratoria. Pero no más.
Nada de esto ha ocurrido. No solo Vox ha ido por libre, sino que no ha diputado siquiera en Tamames el desarrollo de su punto de vista sobre los asuntos que afectan a la nación. Espinosa de los Monteros ha afirmado que el hecho de que su partido y Tamames piensen cosas por entero distintas fortalece moralmente al último. Sea. Pero esto no resuelve, sino que agrava, la cuestión de fondo. Seguimos sin saber qué pinta Vox y qué pinta Tamames. La moción es ininteligible y resultará complicado que no termine perjudicando seriamente al partido de Abascal.
Consideremos, sin ir más lejos, el contencioso catalán. Tamames es partidario de crear una Agencia Tributaria Federal, de llevar el Senado a Barcelona y de reconocer a Cataluña la dignidad de nación. Todo lo contrario de lo que auspicia Vox. A Sánchez le han resuelto de antemano la moción, ya que es evidente que el delegado/no delegado de Vox no podrá obviar estas cuestiones. Si declara que prefiere no entrar en ellas, se pondrá en evidencia. Si entra en ellas, pondrá en evidencia a Abascal. No, esto no hay por dónde cogerlo.
Aun con todo, no es descartable que el debate nos depare tal o cual emoción. La principal, es que a lo mejor Sánchez se ve en el aprieto de intentar decir algo que tenga sentido. Y que no lo consiga. Hasta ahora, en las sesiones de control al Gobierno hemos asistido siempre a la misma, desesperante escena. Cuca Gamarra acumulaba reproches y presuntos desafueros en el mismo tono con que los niños de San Ildefonso recitan los números de la lotería. A esa cantinela, que no razonamiento, replicaba Sánchez desgranando los méritos del Gobierno, vinieran o no a cuento. Dos cantinelas yuxtapuestas. El día de la moción no podrá repetirse la farsa impunemente. O, al menos, eso espero.