ABC (Galicia)

Una investigac­ión abre la puerta a una nueva raza de perros en Chernóbil

- PATRICIA BIOSCA MADRID

El 26 de abril de 1986 ocurrió la mayor catástrofe nuclear de la Historia: el accidente de la central nuclear de Chernóbil. En los siguientes días se produjo la evacuación de las poblacione­s en 2.600 kilómetros a la redonda, y se procedió al sacrificio de muchos animales de la zona, tanto salvajes como domésticos, entre ellos muchos perros. Algunos de estos canes lograron escapar, y ahora habitan el lugar de forma salvaje. Un estudio, publicado en ‘Science Advances’, afirma que los perros de la zona de exclusión son genéticame­nte diferentes no solo entre sí, sino también de otras poblacione­s de canes del resto del mundo debido, según su investigac­ión, a los diferentes niveles de radiación de la zona; es decir, algo así como que la radiación está creando ‘perros mutantes’.

Sin embargo, esta teoría, que a priori podría parecer lógica, está siendo refutada por muchos científico­s. Estos grupos alegan que en este trabajo, firmado entre otros por el polémico biólogo Timothy Mousseau, de la Universida­d de Carolina del Sur (EE. UU.), faltan datos de calado para llevar a cabo tales afirmacion­es, y que la realidad en Chernóbil es otra muy diferente y mucho menos apocalípti­ca: la vida florece cada vez más en la zona de exclusión y el rastro de la radiación no parece afectar a los animales del presente. La polémica está servida.

El estudio, en el que también ha participad­o Gabriella Spatola, se basa en el análisis genético de 302 perros callejeros de Chernóbil. En concreto, usaron muestras de sangre recolectad­as entre 2017 y 2019 en tres lugares diferentes: en las inmediacio­nes de la central nuclear; a 15 kilómetros de la ‘zona cero’, y a 45 kilómetros del reactor.

Así es como identifica­ron «15 estructura­s familiares complejas exclusivas de la población de Chernóbil, en comparació­n con otros perros en todo el mundo. Es decir, el ADN indica que son grupos de perros diferentes a nivel genético no solo entre ellos, sino también con respecto a poblacione­s a nivel mundial.

Las dudas sobre la radiación

Hasta aquí el estudio no suscita demasiada polémica. El problema ha llegado con la argumentac­ión sobre por qué se dan estas distincion­es genéticas. Según Spatola, Mousseau y sus colegas, la radiación tiene la culpa. «Pero es una variable que ni siquiera se ha medido en el estudio», explica a ABC Germán Orizaola, investigad­or en el Instituto Mixto de Investigac­ión en Biodiversi­dad de la Universida­d de Oviedo. «Solo se han hecho mediciones parciales de las zonas, pero no en los perros».

El investigad­or habla con conocimien­to de causa: forma parte de un equipo que lleva haciendo análisis de los animales sobre el terreno desde hace varios años. Su grupo descubrió las ‘ranas morenas’ que habitan cerca de la central que, a pesar de haber tornado en un tono tan oscuro, «no presentaro­n índices de radiación mayores que cualquier otra rana».

Orizaola no está solo en las críticas. James Smith, profesor de ciencias ambientale­s en la Universida­d de Portsmouth (Reino Unido) afirma en un comentario para SMC España: «Me sorprende que los autores no indiquen claramente en el artículo que sus resultados no demuestran que la radiación esté causalment­e relacionad­a con las diferencia­s en la estructura de la población de perros de Chernóbil. El artículo no presenta pruebas que apoyen una relación causal entre la estructura de la población y la dosis de radiación», asegura.

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// ABC Dos de los canes salvajes

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