Una investigación abre la puerta a una nueva raza de perros en Chernóbil
El 26 de abril de 1986 ocurrió la mayor catástrofe nuclear de la Historia: el accidente de la central nuclear de Chernóbil. En los siguientes días se produjo la evacuación de las poblaciones en 2.600 kilómetros a la redonda, y se procedió al sacrificio de muchos animales de la zona, tanto salvajes como domésticos, entre ellos muchos perros. Algunos de estos canes lograron escapar, y ahora habitan el lugar de forma salvaje. Un estudio, publicado en ‘Science Advances’, afirma que los perros de la zona de exclusión son genéticamente diferentes no solo entre sí, sino también de otras poblaciones de canes del resto del mundo debido, según su investigación, a los diferentes niveles de radiación de la zona; es decir, algo así como que la radiación está creando ‘perros mutantes’.
Sin embargo, esta teoría, que a priori podría parecer lógica, está siendo refutada por muchos científicos. Estos grupos alegan que en este trabajo, firmado entre otros por el polémico biólogo Timothy Mousseau, de la Universidad de Carolina del Sur (EE. UU.), faltan datos de calado para llevar a cabo tales afirmaciones, y que la realidad en Chernóbil es otra muy diferente y mucho menos apocalíptica: la vida florece cada vez más en la zona de exclusión y el rastro de la radiación no parece afectar a los animales del presente. La polémica está servida.
El estudio, en el que también ha participado Gabriella Spatola, se basa en el análisis genético de 302 perros callejeros de Chernóbil. En concreto, usaron muestras de sangre recolectadas entre 2017 y 2019 en tres lugares diferentes: en las inmediaciones de la central nuclear; a 15 kilómetros de la ‘zona cero’, y a 45 kilómetros del reactor.
Así es como identificaron «15 estructuras familiares complejas exclusivas de la población de Chernóbil, en comparación con otros perros en todo el mundo. Es decir, el ADN indica que son grupos de perros diferentes a nivel genético no solo entre ellos, sino también con respecto a poblaciones a nivel mundial.
Las dudas sobre la radiación
Hasta aquí el estudio no suscita demasiada polémica. El problema ha llegado con la argumentación sobre por qué se dan estas distinciones genéticas. Según Spatola, Mousseau y sus colegas, la radiación tiene la culpa. «Pero es una variable que ni siquiera se ha medido en el estudio», explica a ABC Germán Orizaola, investigador en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo. «Solo se han hecho mediciones parciales de las zonas, pero no en los perros».
El investigador habla con conocimiento de causa: forma parte de un equipo que lleva haciendo análisis de los animales sobre el terreno desde hace varios años. Su grupo descubrió las ‘ranas morenas’ que habitan cerca de la central que, a pesar de haber tornado en un tono tan oscuro, «no presentaron índices de radiación mayores que cualquier otra rana».
Orizaola no está solo en las críticas. James Smith, profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) afirma en un comentario para SMC España: «Me sorprende que los autores no indiquen claramente en el artículo que sus resultados no demuestran que la radiación esté causalmente relacionada con las diferencias en la estructura de la población de perros de Chernóbil. El artículo no presenta pruebas que apoyen una relación causal entre la estructura de la población y la dosis de radiación», asegura.