Emotivo adiós a una de las mejores mecenas de España
▶Falleció este jueves en su finca de Establiments a los 77 años. Algunos de sus amigos le rinden homenaje en ABC
L«Tenía desde la talla 35 hasta la 37 en los zapatos. Según le gustasen, sufría o no con tal de ponérselos»
a quería y la quiero mucho. La respetaba y la respeto y la tengo en el corazón. Me he pasado estos días casi sin dormir. El pasado sábado la vi por última vez, estuvimos un buen rato juntos, estaba supercontenta le di unos cuantos besos y me dijo ‘quédate más, vuelve pronto’. Se daba cuenta que estaba mal, pero también que era muy querida. Y eso es muy importante», cuenta emocionado a ABC, el sacerdote mallorquín y presidente de Proyecto Hombre en Baleares, Bartomeu Català, uno de los mejores amigos de Cristina Macaya. La empresaria y filántropa fallecía este jueves en su casa de Mallorca, a los 77 años de edad, tras varios años de lucha contra el cáncer. Una enfermedad que, como dice el padre Bartomeu, vivía en la distancia: «Lo padecía y sufría pero lo contemplaba, no lo vivía. Llevaba años de operaciones, iba a la clínica a la quimioterapia y después se iba al supermercado a comprar porque tenía gente para cenar. Estos últimos años me ha impresionado su fortaleza física y mental». Juntos consiguieron levantar la sede de Proyecto Hombre en la isla. «No solo decía sino que hacía. Con Proyecto Hombre se volcó en detalles muy pequeños y hasta en cosas muy grandes». Para Macaya, era una de sus grandes obras y de la que se sentía muy orgullosa, tal y como contó, a esta que escribe, hace dos veranos durante una vista a su finca de Establiments junto a su también amiga, Ágatha Ruiz de la Prada. «A mí no me gusta lo de recoger limosna. Yo tengo que ayudar trabajando en el proyecto. Tenemos un edificio de 10.000 metros cuadrados. Atendemos a mucha gente. Lo más difícil de dejar es la adicción al alcohol y ahora hemos tenido que traer especialistas para curar la adicción a los móviles y los videojuegos», explicó.
Como presidenta de Cruz Roja en España, también dejó huella creando el famoso sorteo del Oro. «Me di cuenta que con 800 centros, más de una veintena de hospitales, aquello no se podía sostener. Así que inventé lo del oro porque me daba mucho dinero. Era 1980 y el ministro de Economía, Leal Maldonado, no quería autorizarlo. Así que me busqué la vida y le pedí a mi amigo Carlos Bustelo, entonces ministro de Industria, que me firmase un papel sin importancia que me corría prisa. Luego le llamé para darle las gracias y decirle la putada que le había hecho al firmar aquella orden», contó a este periódico entre risas.
Moda vanguardista
«Cristina ha sido una de las mejores mecenas que hemos tenido en España, pero tanto a nivel social como laboral», dice Santiago Vandrés, el que fuese su modisto de cabecera. «La moda estaba en ella, era vanguardista y siempre te pedía más, quería dar lo mejor de ella misma. Era su carta de presentación hacia los demás cuando iba a un sitio», explica. Le encantaba participar de la creación pero detestaba probarse: «Siempre ha tenido la misma talla, era genética de su madre que también fue una mujer superdelgada y que siempre se mantuvo en el mismo peso. Teníamos la misma talla y me decía ‘te lo pruebas tu y yo me lo
pruebo ya terminado’ (ríe)». Pero, además de los vestidos, su verdadera pasión eran los zapatos. Tenía una colección innumerable y los colocaba como si fuesen esculturas alrededor de su vestidor. «Decía que tenía desde el 35 hasta el 37, dependiendo de como le gustase sufría con tal de ponérselo», recuerda el modisto Vandrés. En el restaurante Maca de Castro, en el Port de L’Alcudia, su propietaria y chef –laureada con una estrella Michelin– llora la pérdida de su amiga. «Era una persona única y ahora me doy cuenta de la importancia que ha tenido en mi vida. Al final mucho de lo que yo soy es gracias a ella. Sin querer, me ayudó a posicionarme en la isla y fuera de aquí. Me abrió muchas puertas incluso a nivel internacional», asegura Maca. No se despidió de ella porque a Cristina no le gustaba. «Se hacía la francesa», dice. Si algo va a echar de menos la joven cocinera de su amiga serán las madrugadas cuando salían a un evento o a una fiesta y acababan siempre con una costumbre que se había convertido en ritual, comiendo sobrasada en la barra de la cocina.
Si en algo coinciden todos los que la conocían bien es en que era un espíritu libre que siempre hacia lo que ella quería, pero en favor de la gente. La ‘Dama del Valle’ como algunos la apodaban por su paradisíaca finca de más de 50 hectáreas, ‘Es Canyar’, en Establiments y porque puso de moda las fiestas en la isla. «Ella allí se relacionaba con todo el mundo pero sobre todo con la gente de Mallorca. Decía que había que hacer las cosas con los mallorquines, lo que pasa es que luego tenía esa impronta cosmopolita e internacional de muchísima gente», explica José María Mohedano, abogado, expolítico y amigo íntimo de Macaya. Además de su papel como anfitriona, destaca el de mecenas del arte y como ayudó a destacados pintores de la isla a despuntar y a vender.
Plantó a Clinton
Él ha coincidido con Michael Douglas y su mujer Catherine Zeta-Jones en ‘Es Canyar’. «El primer sitio al que la llevó cuando fueron a Mallorca, recién casados, fue a conocer a Cristina», recuerda. Y es que Macaya ya tuvo relación con Kirk Douglas, padre del actor, y con políticos y ‘royals’ de todo el mundo. Mohedano recuerda una anécdota de cuando Bill Clinton llegó a pasar unos días a la finca de Cristina en la isla. «Cuando llegó por la tarde, el presidente de los Estados Unidos con toda su comitiva, lo recibió y luego se vistió de lentejuelas y le dijo ‘aquí tienes tu casa, pero yo esta noche tengo una fiesta en Barcelona’. Y se fue al aero
puerto y volvió al día siguiente», recuerda. Y es que Macaya no daba importancia a esas cosas y sabía ser feliz y hacer feliz a los demás. Junto a los amigos, la familia era un pilar importante para ella. Siempre pendiente de sus cuatro hijos (Sandra, Cristina, Javier y María) fruto de su matrimonio con el empresario Javier Macaya y sus 18 nietos. Todos afincados en Estados Unidos.
A Plácido Arango, empresario mexicano, fundador del Grupo Vips y gran mecenas del arte, estuvo unida sentimentalmente durante 17 años. ¿Fue el gran amor de su vida? «Yo solo estuve casada una vez. Plácido y yo nos llevábamos muy bien, sabíamos darnos nuestro espacio. Los amores no tienen que ver con mi vida, a mí no me cambian ni me gusta estar casada», respondía a este periódico.
Hoy sábado en la iglesia de la Santa Cruz de Palma de Mallorca, se celebrará su misa funeral y, posteriormente, será enterrada en el cementerio de la isla, ya que siempre se opuso a ser incinerada. La viajera incansable de la sonrisa eterna y mirada penetrante ha emprendido ya su viaje más largo. D.E.P.