«¿Y qué más da?»
Las gaviotas del PP revolotean el vertedero de los socialistas, que colinda cual pantano moral
RAMÓN Collado no había visto una botella de cava en su vida hasta que su jefe, el arquitecto, constructor y promotor Rubén Bertomeu, no vio los frutos de su entramado empresarial. Tampoco sabía Collado del sabor del marisco cuando abunda, ni acariciado la piel tersa de una prostituta de lujo. Lo suyo estaba muy por debajo. Tras años haciendo trabajos sucios y encargos para su patrón, descubrió que podía trabajar para sí mismo. Que era posible robar más y mejor, sin bajar la cabeza ante nadie, excepto para aspirar cocaína. Aquellos personajes que Rafael Chirbes creó para su novela ‘Crematorio’ suponían la expresión del poder cuando modela el paisaje y crea fortunas inmensas y vulgares. Y aunque algunos dieron por extinta esta fauna del pelotazo durante la crisis económica de 2008, su naturaleza no prescribió.
Bastante más provincianos en sus gustos y modales, los involucrados en el caso Mediador, la trama de mordidas en Canarias a cambio de licencias y concesiones a empresarios, replican el mundo que planteó Chirbes, aunque esta vez como farsa: cenas en restaurantes de lujo apeluchado, con todo y estampado animal; veladas, pagadas en parte por los empresarios y otras a escote entre los diputados socialistas que desfilaban desde la carrera de San Jerónimo a las verbenas organizadas y documentadas por Antonio Navarro Tacoronte. A eso se suma la droga y el viagra de las que echaba mano el diputado del PSOE por Canarias José Bernardo Fuentes, quien a cambio de 3.500 euros hacía el ‘tour’ Congreso de los Diputados, cena y club de alterne.
Las imágenes del caso Mediador muestran todas las manifestaciones posibles de la descomposición en forma de sátira, con chuscas imágenes protagonizadas por los diputados del Partido Socialista, una fuerza política que se atribuye la paternidad del Gobierno más progresista, feminista e inclusivo de la historia de España, y, sin embargo, se comportan como caciques de pedanía. Ingentes cantidades de dinero en efectivo guardados en camisetas de equipos regionales, tal y como los conservaba el general retirado de la Guardia Civil Francisco Espinosa Navas, o fiestas en habitaciones con aspecto de motel de carretera comarcal. Prostitutas y cocaína, a lo Pacino en ‘Scarface’.
En un Parlamento que apenas funcionó en la pandemia, el uso de los despachos para estos asuntos en pleno estado de alarma convierten el Congreso en un solar arrasado, un horno crematorio al que van a achicharrarse los votos de los ciudadanos. Las gaviotas del PP revolotean el vertedero de los socialistas, que colinda con el suyo cual pantano moral. «¿Y qué más da?», dice Patxi López, haciendo gala de una superioridad moral de atrezo mientras sus diputados se sientan a la mesa de una cena que acabó siendo la última. Como a Collado, los de la trama Mediador con sus motes zafios como Tito Berni o Papá descubrieron que era posible robar más y mejor, sin bajar la cabeza ante nadie, excepto para enterrar la nariz en un puñado cocaína. Hasta que alguien los descubriese.