La responsabilidad del lenguaje
SÁDABA Parece evidente, y de hecho así lo dicen los propios lectores, que las prisas y la urgencia inherente al flujo informativo dificultan la escritura de calidad
Inauguro este espacio agradeciendo a los lectores su acogida tras la creación de la figura de la Defensora del Lector. Me ha llenado de alegría comprobar que se ha recibido como una apuesta de este periódico por la calidad del periodismo y agradezco las felicitaciones por el nombramiento y, sobre todo, por la confianza.
Asumo con mucho respeto la responsabilidad y la oportunidad que supone ayudar a mantener los estándares más elevados en la práctica del periodismo, más necesario que nunca en estos tiempos de desinformación y ruido mediático. Trataré, a través de esta sección, de ayudar a hacer valer el derecho a la información de los lectores de ABC, que no merecen otra cosa que un periodismo riguroso y de calidad.
Entre los mensajes recibidos, un porcentaje significativo coincide en reclamar una mayor atención a los errores del lenguaje. Muchos lectores señalan fallos ortográficos y sintácticos, imprecisiones en los pies de foto, expresiones equivocadas y erratas, que según señalan, resultan inadmisibles en esta cabecera.
Estos días he podido conocer en detalle los procesos de calidad con los que cuenta ABC para evitar o minimizar estos errores en todas sus ediciones. En los últimos dos años se han puesto en marcha iniciativas interesantes, como compartir con la Redacción un informe de las erratas identificadas y corregidas en la edición anterior, indicaciones concretas para aprovechar mejor la ayuda del procesador de texto o la recomendación de que un redactor distinto a quien firma lea el artículo antes de darlo por definitivo. Pero parece evidente, y de hecho así lo dicen los propios lectores, que las prisas y la urgencia inherente al flujo informativo dificultan la escritura de calidad.
Pienso que los redactores son en su inmensa mayoría conscientes de este problema y que esta llamada de atención de sus lectores les puede ayudar a recordar el sentido de las indicaciones y herramientas de las que ya disponen. También se pueden proponer otras que se adapten mejor a los ritmos de trabajo diario de cada sección. No todas tienen el mismo grado de urgencia ni los mismos ritmos.
También se podrían introducir mejoras en el procesador de texto utilizado, o estudiar la incorporación de nuevas funcionalidades que ya existen en el mercado, y que sin duda facilitarían el trabajo de los periodistas. En estos momentos en los que el recurso más valioso, el humano, es escaso y competido, puede ser útil buscar soluciones en la tecnología.
Pero sigue siendo, en efecto, el humano el recurso más valioso y es el que se puede trabajar más. De las medidas implementadas por el periódico es particularmente interesante, por sencilla y efectiva, la lectura de refuerzo por parte de al menos otro redactor.
Esto implica hacer de la corrección y precisión del lenguaje una causa común, una marca de la casa, en una casa donde –todos lo tenemos muy presente– históricamente ha acogido y acoge a las mejores plumas de las letras y del periodismo español.
También se pueden recoger las necesidades concretas de tiempo y formación de la Redacción y, tal vez, pararse a recordar cada día que, en este oficio de entender y contar, el lenguaje es la herramienta sagrada de trabajo, donde se refleja el rigor y la profesionalidad de los periodistas.
Espero, por tanto, que se reciba esta llamada de atención de los lectores como un recordatorio de la importancia de este oficio, y que se tomen las medidas oportunas –mayor aprovechamiento y mejora de los protocolos y las herramientas que ya existen y una implicación personal en la calidad de los textos– para que ABC siga siendo un referente de calidad en la prensa española.