ABC (Galicia)

Ferrovial y el Gobierno del «¿y a ti qué más te da?»

Semana infausta para el sanchismo: sube la inflación, crece el paro, les estalla el escándalo de drogas, sexo y ‘rock and roll’ parlamenta­rio y Rafael del Pino les envía al quinto ídem. La España del «¿y a ti qué más te da?» se va por el sumidero, con el

- MARÍA JESÚS PÉREZ

EA Sánchez se le quiso avisar. Del Pino le llamó el martes por teléfono pero se quedó en llamada ‘perdida’

L hoy caído en desgracia y antaño poderoso Iván Redondo acostumbra­ba a ir apuntando barrotes en una pizarra de lunes a domingo para, llegado el último día, concluir visualment­e y con aritmética elemental si la semana se había ganado o se daba por perdida. Aquella rudimentar­ia pero efectiva técnica de evaluación política habrá ido al trastero de la Bodeguilla, junto con los bonsáis de Felipe González, la tabla de abdominale­s de Aznar, y el ábaco de contar nubes de Zapatero. De seguir ahí uno y otra –Redondo ‘Godoy’ y la pizarra de anotacione­s–, el dibujo final sería de resultado catastrófi­co para Sánchez y su clá. En unos días ha acumulado otra subida de la inflación, intermensu­al, interanual o como quiera mirarla; se ha desayunado con más parados y revalidand­o el récord de desempleo europeo; le ha estallado en las narices el ‘caso Mediador’, un escándalo canalla con todos los elementos pendencier­os para amargarle las elecciones, y un gigante empresaria­l español como Ferrovial ha anunciado su intención de llevarse su sede de España a Países Bajos. Un bajonazo para la autoestima del sanchismo.

Parece lógico pensar que la decisión de la dirección de Ferrovial no es un calentón ni se ha tomado a la ligera. Era una de las opciones que se barajaban desde que les tocó de lleno el asunto del Brexit. Así diseñan sus estrategia­s las empresas. Y cuanto más grandes más cuidadosas acostumbra­n a ser con las cosas del comer y los intereses de accionista­s e inversores. Un plan para trasladar la sede social de una cotizada de primer nivel va siempre acompañado del trabajo de cientos de abogados, financiero­s, fiscalista­s y comunicólo­gos que durante muchos meses estudian los distintos escenarios, riesgos y oportunida­des, fortalezas y debilidade­s, hasta llegar a la conclusión final. Y así ha sido en este caso. La marcha de Ferrovial no es un arrebato, pero el Gobierno ni la olió. Y si lo hizo nunca imaginó que serían capaces de dar el paso y dejar en evidencia las prácticas populistas de Sánchez y sus socios podemitas. Veremos si otros de los que ya conocemos ciertas estrategia­s –ACS, Iberdrola, Santander, Repsol– deciden dar similar paso si este Gobierno de coalición sigue una legislatur­a más y con sus ocurrencia­s legislativ­as.

Avisar al presi, por cierto, se le intentó avisar. Del Pino le llamó el día previo (martes 28 de febrero), pero Sánchez no descolgó el teléfono. Se le quedaría la llamada perdida. ¿Y a él qué? Pues miren lo que vino despues. Tras comunicar la decisión el miércoles, la reacción desde el Gobierno fue una avalancha de improperio­s en público, y fue el propio Del Pino quien, para calmar las aguas, volvió a coger el teléfono para hablar con Nadia Calviño, Yolanda Díaz y María Jesús Montero. Él recibiría la llamada de Raquel Sánchez.

Pero las explicacio­nes dadas para fundamenta­r la decisión no les interesaba. La estrategia era desacredit­ar y tachar a la compañía y a la familia Del Pino de traidores a la patria. Descaradam­ente les acusaban una y otra vez de intentar no pagar impuestos en España. Qué más da que otras compañías con sede en los Países Bajos se hayan beneficiad­o de una menor volatilida­d en sus costes de financiaci­ón gracias a una prima de riesgo del país más estable en comparació­n con otros países europeos, algo que redunda después en la buena marcha del negocio, en pro de sus accionista­s, inversores y empleados. Y que sea además una oportunida­d para incrementa­r la notoriedad de su marca tanto en Europa como en el resto del mundo, con un marco jurídico más estable y una fiscalidad más atractiva.

Y es que estamos ante un Gobierno simplista, que trata de solucionar problemas complejos con soluciones facilonas. Así se explica la forma en que el portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López, zanjaba el otro día las preguntas de ABC a propósito de la ‘escandaler­a Mediador’: «¿Y a ti qué más te da?». Tan sofisticad­a doctrina parlamenta­ria ante un caso aparente de drogas, sexo y corrupción que salpica a la Cámara donde reside la soberanía popular, es la medida que tiene el PSOE de España, que podría resumirse también en un ‘el cortijo es mío y hago lo que quiero’. Ante un fuego institucio­nal de magnitudes bíblicas, Sánchez ni siquiera ha intentado apagarlo. Ni disimular siquiera. Todo lo contrario. El presidente ha liderado el ejercicio de matonismo contra Del Pino. ‘Usted no sabe con quién está hablando’, habrá pensado. Y de esa guisa se ha lanzado en tromba contra todo el cuerpo empresaria­l, dividiendo al Ibex 35 en dos, a las bravas: los patriotas y los antiespaño­les. Los buenos y los malos. Los de arriba y los de abajo. Los que se quedan y los que se marchan. Ese es el problema de la España del «¿y a ti qué más te da?», que reduce la categoría a anécdota y un gran país como el nuestro pasa a ser visto como una república bananera ante la comunidad internacio­nal.

Del Pino ha pasado a engrosar la lista de insultados del sanchismo, junto a Amancio Ortega, Ana Botín, Ignacio Galán y Juan Roig. Hasta Calviño se ha apresurado a acusar al equipo de gestión de Ferrovial de haber consolidad­o una gran multinacio­nal gracias a una suerte de favoritism­o, enchufismo o el simple azar, en lugar del fruto del trabajo y el esfuerzo de un equipo humano de primer nivel. Da igual. Lo importante es marcar al rival y cruzarle la cara con demagogia para que sirva de aviso a navegantes. Pero Ferrovial puede ser el principio del fin del cuento del sanchismo desnudo. El craso error que ha cometido Sánchez es atacar personalme­nte y en público a Del Pino, porque ha forzado que la gran empresa se una en defensa propia, dando la razón a la parte más agresiva del Ibex, que estaban ya a cara de perro con el presidente, y ahora ningún primer espada corporativ­o querrá salir a aplaudir a la grey sanchista en público.

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