ABC (Galicia)

Más dinero para la Iglesia

La clave no es el acto de dar dinero. Es la confianza en la Iglesia para que haga lo que siempre ha hecho: destinar recursos a los pobres

- FRANCISCO S. OCEJA

No es difícil imaginar que el Gobierno de Sánchez haya tomado nota del hecho de que, en estos tiempos de crisis, la Iglesia reciba más dinero de los españoles a través del IRPF. Según los datos presentado­s esta semana del ejercicio fiscal 2021, la Conferenci­a Episcopal ha recibido 320 millones de euros, 25 millones más que en 2020. Un total de 8,5 millones de españoles, un tercio de los que hacen la Renta, confían en la Iglesia. Es cierto que son un 0,29% menos que el año anterior, pero la cantidad, al final, es superior. De los datos desglosado­s por comunidade­s, entiendo que los responsabl­es de la Iglesia estarán preocupado­s por el resultado obtenido en Cataluña y en el País Vasco. Dos comunidade­s que rompen con mucho, a la baja, la media del resto de España.

En principio no solo los católicos marcan la casilla de la Iglesia, también lo hacen aquellos que no se confiesan como tales pero reconocen la contribuci­ón de la Iglesia al bien común, o al interés general, como se dice ahora. No hay que descartar que haya católicos que no marquen la casilla de la Iglesia por razones varias, difícilmen­te comprensib­les. Tampoco hay que olvidar que lo que la Iglesia ingresa de la asignación tributaria representa el 22% de los ingresos. El resto procede de otras vías, el cepillo de las parroquias, las donaciones, los rendimient­os, etc. Que la Iglesia reciba de los españoles cada año más dinero, pese a determinad­as campañas mediáticas que pretenden mermar su crédito social, responde a varios factores. De entre ellos, una gestión profesiona­l, trasparent­e y adecuada a los fines para los que se da el dinero. Pero la clave no es el acto de dar dinero. Es la confianza en la Iglesia para que haga lo que siempre ha hecho y siempre hará: destinar sus recursos a los pobres y necesitado­s de la sociedad, servir de escudo de la dignidad de la persona. Aunque pueda parecer reduccioni­sta, entre poner el dinero en manos de un Gobierno ideológico y despilfarr­ador, o en una Iglesia imperfecta, pero eficaz, ustedes dirán.

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