Más dinero para la Iglesia
La clave no es el acto de dar dinero. Es la confianza en la Iglesia para que haga lo que siempre ha hecho: destinar recursos a los pobres
No es difícil imaginar que el Gobierno de Sánchez haya tomado nota del hecho de que, en estos tiempos de crisis, la Iglesia reciba más dinero de los españoles a través del IRPF. Según los datos presentados esta semana del ejercicio fiscal 2021, la Conferencia Episcopal ha recibido 320 millones de euros, 25 millones más que en 2020. Un total de 8,5 millones de españoles, un tercio de los que hacen la Renta, confían en la Iglesia. Es cierto que son un 0,29% menos que el año anterior, pero la cantidad, al final, es superior. De los datos desglosados por comunidades, entiendo que los responsables de la Iglesia estarán preocupados por el resultado obtenido en Cataluña y en el País Vasco. Dos comunidades que rompen con mucho, a la baja, la media del resto de España.
En principio no solo los católicos marcan la casilla de la Iglesia, también lo hacen aquellos que no se confiesan como tales pero reconocen la contribución de la Iglesia al bien común, o al interés general, como se dice ahora. No hay que descartar que haya católicos que no marquen la casilla de la Iglesia por razones varias, difícilmente comprensibles. Tampoco hay que olvidar que lo que la Iglesia ingresa de la asignación tributaria representa el 22% de los ingresos. El resto procede de otras vías, el cepillo de las parroquias, las donaciones, los rendimientos, etc. Que la Iglesia reciba de los españoles cada año más dinero, pese a determinadas campañas mediáticas que pretenden mermar su crédito social, responde a varios factores. De entre ellos, una gestión profesional, trasparente y adecuada a los fines para los que se da el dinero. Pero la clave no es el acto de dar dinero. Es la confianza en la Iglesia para que haga lo que siempre ha hecho y siempre hará: destinar sus recursos a los pobres y necesitados de la sociedad, servir de escudo de la dignidad de la persona. Aunque pueda parecer reduccionista, entre poner el dinero en manos de un Gobierno ideológico y despilfarrador, o en una Iglesia imperfecta, pero eficaz, ustedes dirán.