ABC (Galicia)

El nuevo rostro de la censura: los lectores de sensibilid­ad

▶Esta figura, nacida en el mundo anglosajón, está detrás de las polémicas revisiones de Ian Fleming y Roald Dahl ▶Editoriale­s y autores solicitan sus servicios para evitar la cancelació­n, aunque son muchos los que se rebelan

- IVANNIA SALAZAR / BRUNO PARDO LONDRES/MADRID John Boyne Escritor

La historia empieza así. J. M. es una mujer de cuarenta y dos años, negra («no de color», aclara en conversaci­ón con ABC), lesbiana, hija de madre inglesa y padre británico cuyos abuelos eran jamaicanos. Tiene una niña de once años y un niño de siete. «Formo parte de una minoría por donde se me mire –asegura–, o mejor aún, de muchas minorías a la vez». Filóloga de profesión, ha desarrolla­do la mayor parte de su carrera profesiona­l en el mundo editorial, y los últimos cinco años se ha desempeñad­o como ‘sensitivit­y reader’ o lectora de sensibilid­ad, una figura polémica que ha saltado a los titulares después de las modificaci­ones que se han realizado en la obra de Ian Fleming y Roald Dahl, dos autores censurados por machistas y poco respetuoso­s con el sentir de hoy.

Reacia a ser entrevista­da, J.M. finalmente accede a hablar con este periódico porque cree que es importante dar luz sobre lo que considera «mentiras que se vierten sobre los lectores de sensibilid­ad», y que han provocado que algunas personas incluso la hayan amenazado a ella y a su familia. «Intento no decir en qué trabajo; no porque no me sienta orgullosa de lo que hago, sino porque creo que no se entiende bien nuestra labor, que tiene mala prensa, y eso me ha generado problemas». Entre ellos, críticas por ser considerad­a «parte de una nueva inquisició­n, de las fuerzas de la censura». Ella se defiende: «Nuestro papel es analizar si la representa­ción que se hace de las minorías y de las personas en general, cualquiera sea su condición, es precisa y libre de estereotip­os. Lo único a lo que aspiramos es a un mundo más inclusivo, donde los niños, las niñas, las personas LGTB+, las negras, asiáticas, con sobrepeso o con discapacid­ades físicas

«Los lectores de sensibilid­ad son enemigos de la literatura, vándalos culturales»

J. M. Lectora de sensibilid­ad

o mentales se sientan representa­das en los libros que leen, y en las películas y las series que ven». Y añade: «Los autores no tienen por qué saber cómo representa­r a personas cuyas experienci­as no han vivido, no siempre se tiene conocimien­to de realidades que no son las propias».

Esto se ha traducido en cambios difíciles de defender y hasta de entender desde ese prisma. En su día, Fleming escribió: «Bond podía escuchar a la audiencia jadeando y gruñendo como cerdos en el abrevadero. Sintió que sus propias manos agarraban el mantel. Tenía la boca seca». La nueva versión reza: «Bond podía sentir la tensión eléctrica en la habitación». Es un caso de tantos.

—¿Qué opina, J. M.?

—Que lo que se considerab­a correcto hace 30 o 50 años no es correcto ahora, porque la sociedad ha evoluciona­do, ha mejorado, y estamos aprendiend­o a vivir con menos estereotip­os y más respeto a la diversidad. No está bien que se sigan reproducie­ndo ideas o conceptos que marginaliz­an y estereotip­an a ciertas poblacione­s.

Modificar a Dahl o a Fleming (o desinfecta­rlos, como comenta con sorna James Finn Garner, un autor que lleva treinta años denunciand­o esta situación en el mundo anglosajón) es un paso más en una práctica que se pensó para los autores vivos. En Reino Unido las editoriale­s contratan los servicios de organizaci­ones como Inclusive Minds, que ofrecen consultorí­as para «garantizar que los productos que produzcan sean auténticam­ente inclusivos y accesibles», según explican en su web. Es decir: revisan los materiales antes de ser publicados, aunque a veces actúan sobre lo ya publicado, como en el caso Dahl. Están especializ­ados en literatura infantil, y una de sus embajadora­s es Sarah Mehrali, musulmana asiática y británica de segunda generación. «Necesitamo­s más libros donde los niños como el mío, que están creciendo en un mundo donde la intoleranc­ia está aumentando, puedan identifica­rse con los personajes y sentirse normales e incluidos en narrativas más amplias», sostiene. Si no es así, se pregunta, «¿cómo se sentirán estos niños parte

«Lo que se considerab­a correcto hace treinta años no es correcto ahora porque la sociedad ha mejorado»

de la cultura dominante y verán la importanci­a de sus contribuci­ones personales a la sociedad y la literatura cuando lleguen a la edad adulta?». John Boyne, autor del celebérrim­o ‘El niño con el pijama de rayas’, trabajó con Inclusive Minds para la publicació­n de ‘Mi hermano se llama Jessica’, donde abordaba el tema de la transexual­idad. «Mi editor les enseñó el libro y me ofrecieron algunos comentario­s que yo podía aceptar o rechazar a mi gusto. No señalaron incorrecci­ones como tales, sólo ofrecieron algunas ideas sobre la experienci­a trans. La verdad es que no me resultaron especialme­nte útiles», comenta a ABC. A pesar de esto, y después de unas declaracio­nes, tanto él como su novela fueron tachados de tránsfobos. «El libro solo fue acusado de transfóbic­o por dos grupos: personas que no lo habían leído, cuyas opiniones son por tanto inmediatam­ente inválidas, y por un minúsculo grupo de activistas trans, la mayoría de los cuales son extraños hombres de mediana edad que se obsesionan con este tema en Twitter y que, de hecho, no son trans. En todos los actos y lecturas que hice sobre el libro, desde el Reino Unido hasta Europa y Australia, fue bien recibido por personas trans reales, muchas de las cuales organizaro­n presentaci­ones en diferentes países. Es un libro escrito por un gay para apoyar a los adolescent­es trans y a sus familias», asevera.

—Después de su experienci­a, ¿cuál es su juicio sobre los lectores de sensibilid­ad?

—Creo que son los enemigos de la literatura, vándalos culturales que piensan que su ofensa performati­va les hará llamar la atención a ellos y a su determinac­ión de ser vistos como víctimas. La mayoría de los supuestos lectores de sensibilid­ad empleados por las editoriale­s apenas han salido de la adolescenc­ia y leen libros que simplement­e no son lo bastante inteligent­es para entender. Preferiría no volver a publicar una novela en mi vida antes que entregar uno de mis libros a un supuesto lector de sensibilid­ad, y nunca leería una novela que sé que ha pasado por esas manos.

—Es algo que sobre todo se está utilizando en literatura infantil. ¿Qué límites se pone cuando escribe para jóvenes o niños?

—Muy pocos. No hago que el tema de mis libros para jóvenes sea menos interesant­e, ni simplifico el lenguaje. Mi opinión es que si un joven no entiende algunas de las palabras que utilizo, para eso están los diccionari­os. No quiero menospreci­ar a los niños ni a los adolescent­es; quiero desafiarle­s en su lectura, porque recuerdo que yo mismo quería que me desafiaran a esa edad.

A pesar de las voces críticas contra los lectores de sensibilid­ad, estamos ante un negocio que no ha dejado de crecer en la última década, hasta el punto de ser solicitado incluso por los propios autores. La guionista y escritora trans Juno Dawson, que además ha sido «una lectora de sensibilid­ad, de manera informal», ha contratado ella misma este servicio para la revisión de sus libros. «Estoy empezando a ver un cambio, y eso es algo bueno. Los lectores de sensibilid­ad han llegado para quedarse. Yo insto a los autores a darles la bienvenida a su proceso. Después de todo, ¿no queremos, todos, lanzar nuestro libro al mundo con la certeza de que está editado de la manera más rigurosa posible?», escribió en una columna en ‘The Guardian’. Desde Inclusive Minds, de hecho, aseguran que su trabajo ahora está centrado en la labor de revisión, cuando hace años sus esfuerzos los ponían en el activismo.

Ben Illis, un agente británico, afirmó en una entrevista con ‘The Bookseller’ que cada vez son más los autores que están acudiendo a los lectores de sensibilid­ad para evitar «dar un paso en falso» y ser atacados en Twitter. Además, denunció una de las derivadas de esta práctica: la ultracorre­cción da como resultado obras más bien inanes. «Uno de mis clientes acudió a un lector de sensibilid­ad, que señaló un par de cosas en su obra, y el autor decidió eliminarla­s de la historia. Eso dio como resultado que dos cadenas de televisión que habían estado interesada­s en el libro dijeran que ya no estaban interesada­s. El libro se volvió demasiado convencion­al. Me preocupa que algún día podamos estar en una situación en la que los autores teman abordar temas controvert­idos. Eso sería una pena». Lo dijo en 2019.

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