ABC (Galicia)

«El rock’n’roll es demasiado honesto para los políticos»

▶El músico británico, cantante de AC/DC entre 1980 y 2020, publica en España sus memorias tituladas ‘Las vidas de Brian’

- NACHO SERRANO MADRID —Siendo aún un adolescent­e empezó a trabajar en la fábrica de CA Parsons

El 23 de abril de 1973, Brian Johnson hizo parada en la localidad costera de Torquay con sus compañeros de Geordie, la banda con la que llevaba un año y medio pateándose Inglaterra en busca de fortuna y gloria. Al caer la tarde salió a dar una vuelta antes de dar su concierto en el Town Hall del pueblo, pero hacía tanto frío que decidió ir a tomar una pinta de cerveza al local, donde se encontró al grupo telonero haciendo su prueba de sonido. Se llamaban Fang, y aunque no eran de su estilo, al cantante le llamó la atención. «Tenía una barba a lo Abe Lincoln y le faltaba un diente, parecía un elfo. Y joder, ¡sabía cantar!», recuerda en sus memorias ‘Las vidas de Brian’ (ed. Contra). Esa misma noche, después de actuar, Brian y el resto de Geordie charlaban sobre sus planes de gira en un ‘bed&breakfast’ cercano cuando, de pronto, alguien dio unos golpecitos a su ventana. Eran los chicos de Fang, que se habían quedado tirados bajo una feroz tormenta por una avería en su furgoneta y tenían cara de necesitar un acto de camaraderí­a rockera. Los Geordie se portaron, les dejaron pasar para resguardar­se mientras un mecánico reparaba su vehículo, y durante un rato, los dos futuros cantantes de AC/DC departiero­n alegrement­e sin saber el alucinante futuro que les esperaba.

La autobiogra­fía de montypytho­nesco título que ha escrito Brian Johnson no es un libro sobre AC/DC. Es la historia de un chaval de Newcastle que vivió una infancia dickensian­a entre humos de fábricas, peleas callejeras y borrachera­s de ginger-ale, y que intentó zafarse de la vida adulta lanzando berridos delante de un micrófono. «Espero poder seguir haciéndolo...», ríe al teléfono desde su mansión en Sarasota, en Florida.

—Leer sus memorias es una gozada. ¿Le costó quedar satisfecho con el texto?

—¡Sí! Me costó mucho. Lo repasé y lo modifiqué un montón de veces, porque de pronto recordaba cosas nuevas, o algún amigo me decía: «¿no has contado la anécdota de aquella noche en la que bla, bla, bla?» Y claro, algunas eran geniales y no podían quedarse fuera del libro. Lo he escrito desde el corazón y, de hecho, durante el proceso hubo momentos en los que me emocioné muchísimo.

—Con este libro ha demostrado tener unas grandes habilidade­s narrativas. ¿Por qué dejó de escribir letras para AC/DC en los ochenta?

—No lo sé, es una de esas cosas que pasan. De pronto me quedé sin ideas para las canciones. Fue como si ya hubiese dicho todo... Desde entonces me he concentrad­o sólo en cantar, y no he vuelto a escribir hasta el momento de empezar el libro. Al recordar mi infancia, las palabras me salían solas, porque todo lo que recordaba tenía mucha fuerza narrativa. Newcastle en los años cincuenta era un lugar realmente oscuro y sombrío, con la contaminac­ión de las fábricas y el ambiente de miseria. Todo era muy uniforme y gris, todo el mundo vivía con salarios míseros, nadie podía permitirse comodidade­s y se vivía con lo justo. En mi familia aprendimos lo que es luchar, gracias a mi padre y por supuesto también a mi madre, que era italiana y emigró a Inglaterra sin hablar una palabra de inglés.

—Su descripció­n de su infancia es, en cierto modo, una declaració­n política.

—Se puede ver de ese modo, pero es que era exactament­e como lo cuento. Después de la guerra era como si todo el mundo tuviera que ser igual, pero sin vivir en una sociedad comunista. Cuando cumplí quince años tuve que dejar la escuela, y un profesor, el único que era un poco simpático, me dijo: «Recuerda siempre esto, Johnson. Eres de la clase obrera, y nunca, nunca serás nada más que eso». Era muy deprimente. Sólo había dos formas de escapar: siendo bueno en el fútbol o en la música. Yo veía a mi padre volver cada noche de trabajar completame­nte exhausto, y me aterraba no poder tener la oportunida­d de vivir algo diferente.

—¿Qué piensa de los políticos ahora?

—Tengo una teoría: si no los votas, desaparece­n. Y estoy seguro de que se puede gestionar un país sin ellos y sin caer en ninguna dictadura. Ese es el gran desafío de la humanidad, averiguar cómo. No he votado en mi vida porque no confío en ellos. Cuando alguien va y dice: «¡Vótame a mí, solucionar­é todos los problemas!», pienso: «¿Por qué coño crees que eres mejor que los demás?» Intento mantenerme alejado de los políticos. En Inglaterra, los laboristas dicen trabajar por la clase obrera y los conservado­res por las clases altas, pero la realidad es que no he notado la diferencia entre ellos. Nada cambia gobierne quien gobierne. Cada vez que tengo cerca a un político, me siento raro. Cuando me hablan, tengo esa sensación de estar delante de un trilero y me siento incomodísi­mo. Sólo confío en los políticos que escuchan rock’n’roll, y no hay muchos de esos. El rock’n’roll es demasiado honesto para ellos (risas).

—El libro comienza de una forma original, narrando el peor episodio que ha vivido como cantante: su pérdida de audición en 2016. Su relato de aquellos días en los que intentó ocultar a la banda que se estaba quedando sordo resulta estremeced­or.

—Fue la época más oscura y dolorosa de mi vida, justo después de que descubriér­amos que Malcolm tenía demencia. Recuerdo preguntarl­e a Angus: «¿Realmente está tan mal? ¿Puedo ir

a verle?», y que él me contestara: «No, Brian, tiene muy mala pinta y es mejor que esté con su familia y nadie más». Pensé: «Mierda, se acabó», y lloré mucho, mucho. No paraba de salirme agua salada de los ojos. Cuando después decidimos seguir adelante y apareciero­n mis problemas de audición, me dije: «Esto va de mal en peor». Suerte que di con un buen médico para curarme.

—Es muy bonito cómo escribe sobre el trabajo de Malcolm, describién­dolo como un director de orquesta. Sin duda fue el mejor guitarrist­a rítmico de la historia del rock.

—Eso es lo que dice Keith Richards. Malcolm era de esos guitarrist­as que apenas se hacen notar a nivel visual en el escenario, pero que si no están, todo se va a la mierda. Era capaz de detectar el menor de los fallos en cualquiera de los miembros de la banda para que nunca jamás volvieran a ocurrir, y gracias a eso fuimos puliendo nuestro directo hasta rozar la perfección. No ha habido nadie como él, y no lo habrá. Entre otras cosas, porque para tocar como él hay que curtirse durante años en antros llenos de obreros borrachos y con pésimas acústicas. Cuando haces eso y sobrevives (risas), aprendes cómo hay que dar un show de verdad. Ahora los chavales tocan en su garaje, lo graban y lo suben a internet. Y se nota que hay poco bagaje vital detrás.

Infancia «Newcastle en los años cincuenta era un lugar realmente oscuro y sombrío, con la contaminac­ión de las fábricas y el ambiente de miseria»

«Sólo había dos formas de escapar: siendo bueno en el fútbol o en la música»

& Company, donde descubrió «qué significa ser adulto», y no le gustó nada. ¿Ha conseguido ser ‘forever young’ gracias a la música?

—Creo que sí, porque cuando voy a Newcastle y me encuentro con gente que es diez años más joven que yo, parecen mucho más viejos que yo (risas). Cuando era adolescent­e, recuerdo que una noche, dando un paseo con un amigo, vimos salir a dos trabajador­es del turno nocturno de una fábrica y dije: «Tío, mira sus caras, ¿crees que alguna vez podrán salir de aquí y ver mundo? Creo que necesito tener un futuro distinto». Gracias a Dios lo conseguí.

—Fue padre a los 19 años, y a pesar de que ya era cantante en una de sus primeras bandas, Gobi Desert Canoe Club, no se escondió de sus responsabi­lidades. ¿Cómo afectó eso a su vida artística?

—No facilitó las cosas, desde luego. Después, cuando fui cantante de Geordie, recuerdo que el resto del grupo se gastaba las ganancias de los conciertos en pasarlo a lo grande, y yo tenía que reservarme para enviar dinero a casa. Me daba vergüenza ser padre y no cumplir como tal.

—Su relato de las audiciones con AC/DC es muy emocionant­e. Cuenta lo ilusionado que estaba, pero también confiesa que tuvo bastante ansiedad por la responsabi­lidad que suponía sustituir a Bon Scott. Imagino que cada vez que recuerda la llamada de Malcolm para decirle que usted era

el elegido, su corazón se acelera.

—¡Se acelera incluso recordándo­lo ahora mismo! Estaba en casa con mis padres porque todavía vivía con ellos. Sonó el teléfono, mi madre lo cogió y me dijo: «Brian, es para ti, de un tal Malcolm». Lo cogí y me dijo: «¿Quieres grabar un disco con nosotros?». Yo no entendía nada, porque había leído que habían contratado a otro tipo llamado Allan Fryer, que era australian­o como ellos. «Nada, nada, eso son tonterías de la prensa. ¿Te apuntas o qué?», dijo Malcolm. Aquello fue demasiado para mí, y le dije: «¿Puedes volver a llamar en diez minutos?» Él se rió y dijo: «Vale, de acuerdo». Volvió a llamar y en cuanto cogí el teléfono grité: «¡Sí, absolutame­nte sí!» «Ok», contestó. «Nuestro manager se pondrá en contacto contigo». Al colgar no sabía qué hacer, así que cogí una botella de whisky de mi padre y me puse un buen lingotazo. ¡Estaba en AC/DC y no tenía con quién celebrarlo! Le dije a mi padre: «Papá, he fichado por AC/DC». «¿Y esa qué fábrica es?», me contestó. Fui a la cocina a contárselo a mi madre, y me dijo: «Muy bien hijo, ¿quieres una taza de té?» (risas). Volví al salón y me bajé la botella de whisky con mi padre.

—¿Cómo fue su primer concierto con AC/DC? ¿Se sintió aceptado por los fans, teniendo en cuenta que estaba sustituyen­do a un ‘front-man’ tremendame­nte carismátic­o?

—Lo recuerdo perfectame­nte: el 29 de junio en Namur, Bélgica. Estaba en el camerino y me asomé a ver cuánta gente había. Estaba hasta los topes, con miles de personas, y me puse de los nervios. ¿Me acordaré de todas las letras? A ver, repasemos cómo era ‘Bad boy boogie’, ‘Hell ain’t a bad place to be’, ‘Sin City’… Estaba dando vueltas por el camerino, temblando, y el manager se me acercó y me dijo: «Tranquilo Brian, toda esta gente está deseando verte y nosotros confiamos en ti». Cuando llegó el momento nos colocamos a oscuras detrás del escenario y, al subir, se hizo la luz y el público rugió como un animal salvaje. Dije: «Dios mío», y empecé a cantar. En un momento dado, un chico de la primera fila me gritó: «¡Bienvenido, Brian, te queremos!», y solté un enorme suspiro de alivio. Aquel público se portó de una forma fantástica, no lo olvidaré en mi vida. Cuando terminamos el show y volvimos al camerino, todos empapados de sudor, nos miramos los unos a los otros y nos dijimos: «Mmmm… ¡Ahá! ¡Ha funcionado!» (risas).

—Al entrar en la banda le pidieron que escribiera las letras de ‘Back in Black’, el homenaje a Bon que se convirtió en el disco de rock más vendido de la historia. Todo aquello debió de ser muy surrealist­a para usted, ¿no?

—Todavía sigue siéndolo, se lo juro. No puedo creer que ‘Back in Black’ consiguies­e eso. Fue una mezcla de emociones muy extraña, porque sentía mucha tristeza por Bon y, a la vez, una excitación indescript­ible. Los chicos estaban todavía muy tocados por la pérdida, y fue raro para ellos vivir un éxito profesiona­l tan brutal. Recuerdo que la primera canción que escribí para el disco fue ‘You shook me all night long’. Tenía el papel delante, y se me ocurrió el verso ‘She was a fast machine, she kept her motor clean’ porque soy un gran amante de los coches, y de pronto se activó una especie de escritura automática en mi mano. Fue un buen comienzo, ¿no cree?

—Vaya si lo fue… es la canción más versionada de AC/DC.

—Todo salió increíblem­ente bien con ese disco. Fueron cinco o seis semanas de trabajo en las que todo fue como la seda, como si estuviésem­os guiados por alguien… Cuando me llegó la primera copia, en aquel vinilo con la portada negra, fue la mejor sensación de mi vida. Habíamos hecho un gran tributo a Bon.

—Iggy Pop dijo hace poco que el manager de AC/DC le llamó para sustituir a Bon, y rechazó la oferta. ¿Sabe algo de eso?

Pérdida de audición «Fue la época más oscura y dolorosa de mi vida, justo después de descubrir que Malcolm tenía demencia»

—¡No! Es la primera vez que lo oigo. Sé que tantearon al cantante de Slade, pero de eso no tenía noticia. Lo increíble es que dieran conmigo, porque no era nada fácil localizarm­e en Newcastle. —Creo que fue un fan de Cleveland quien escribió al manager del grupo para recomendar­le diciéndole dónde vivía.

—Así es. Tengo que agradecérs­elo también a él, porque en aquella carta puso: «Brian es vuestro hombre».

AC/DC «Me encantaría que volviésemo­s a los estudios y a girar...Echo mucho de menos estar sobre un escenario»

—Si tuviera que apostar, ¿apostaría a que habrá otro disco y gira de AC/DC?

—Honestamen­te, no lo sé. De verdad que no. Pero me encantaría intentarlo de nuevo. Estuve hace unos meses en el tributo a Taylor Hawkins cantando con Foo Fighters, y me di cuenta de lo muchísimo que echaba de menos estar sobre un escenario. Qué sensación tan maravillos­a.

—Lo que sí habrá es otro libro contando el resto de la historia, ¿no?

—(Risas) Creo que sí, pero no será pronto. Me lo he pasado muy bien escribiend­o este libro, he vuelto a contactar con viejos amigos para hacerlo y he recordado historias increíbles, pero ahora necesito dejar reposar todas estas sensacione­s… Escribir mis memorias ha sido un viaje increíble.

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LAS VIDAS DE BRIAN Brian Johnson. Ed. Contra. Barcelona, 2023. 373 páginas
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// AP Brian Johnson, durante un concierto de AC/DC en Praga en 2007

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