Una frívola e irresponsable complicidad
¿Va a atreverse el socialismo gallego a reprocharle al Gobierno su negligente irresponsabilidad? No, seguramente, nunca
Explicaba con frecuencia a sus oyentes José María García que «el tiempo es ese juez insobornable que da y quita razones». Y tenía, como en tantas otras cosas, toda la razón. Incluso a veces no hace falta esperar demasiado. Tres semanas pueden resultar suficientes. Ese es el intervalo que media entre la intervención de Nadia Calviño en el Congreso asegurando que «la compra de mi casa ya refleja la bajada de los precios de los alimentos» y la publicación este pasado martes del informe del INE que constataba el mayor repunte mensual del IPC en febrero en 45 años y certificaba que la inflación subyacente está en el nivel más alto desde que hay registros. No hay más preguntas, señoría. O sí, una más, aunque sea retórica: ¿Va a atreverse en algún momento el socialismo gallego a reprocharle al Gobierno su negligente irresponsabilidad? No, seguramente nunca.
Probablemente ni siquiera han llegado a planteárselo. A pesar de darse de bruces a diario con las consecuencias de tanta ineptitud. Por más que semana tras semana el Gobierno exhiba muestras inequívocas de una supina incompetencia. De hecho, esos dos momentos, la sesión de control del 8 de febrero y la difusión veinte días más tarde del dossier del Instituto Nacional de Estadística, retratan a la perfección cuán alejado de la realidad está el ejecutivo. Atrapado en un discurso triunfalista desmentido permanentemente por los hechos. Ahogándose en una frivolidad irresponsable. Una y otra vez, siempre tarde, mal y a rastras. Desde el inicio de la crisis.
De hecho, el Gobierno obvió durante meses la escalada de precios. En noviembre de 2021 el IPC se había disparado al 5,5 por ciento. Nadia Calviño aseguraba entonces que esa subida era «un fenómeno transitorio» y lo atribuía a «la intensidad de la recuperación económica». Fruto de ese mal diagnóstico y la inacción del ejecutivo, la carrera hacia el abismo continuó. Marzo de 2022, la inflación roza ya el 10 por ciento. El aparato de propaganda de la Moncloa cambia el discurso. La ministra de Hacienda empieza a referirse a «esta situación provocada exclusivamente por la guerra de Putin». Modificaron el relato, pero no su indolencia. Ni su negligente autocomplacencia. Entre abril y mayo Calviño negaba la mayor («no hay espiral inflacionista») y proclamaba que «hemos alcanzado el pico, no creo que lleguemos al 10 por ciento». No solo se llegó, sino que se superó ese umbral en junio, julio y agosto. A partir de otoño el comando de publicistas de Sánchez decide de nuevo cambiar la narrativa, acentuando su irresponsable triunfalismo. Así, en plena ola de delirio, llegamos a esa incalificable comparecencia de la vicepresidenta económica en febrero en la que aseguraba que «la compra de mi casa ya refleja esa bajada de los precios» y al informe del INE que constataba que el mes pasado la inflación en realidad creció un 1 por ciento, el mayor repunte en un mes de febrero en 45 años.
Respaldo cómplice
En toda esa sucesión de despropósitos Sánchez ha contado siempre con el respaldo cómplice del PSdeG. A su negligente autocomplacencia. Y a su irresponsable inacción. Porque el Gobierno siempre ha llegado tarde. No solo al diagnóstico de la crisis, sino también a su tratamiento. Rechazaron durante meses la reducción del IVA de la electricidad hasta que en junio de 2022 Sánchez rectificó y la aplicó. Asimismo, se opusieron durante meses a la rebaja del IVA del gas hasta medio minuto antes de que el presidente la anunciase en septiembre. Y criticaron de igual forma durante meses a quien proponía bajar el IVA de los alimentos hasta que en diciembre la decretó el Consejo de Ministros.
Siempre tarde, mal y a rastras. Y siempre con la bendición de su franquicia en Galicia. Porque, siempre sumisa, la dirección del PSdeG ha avalado una y otra vez —con su silencio a veces o incluso en no pocas ocasiones con su aplauso público— esta nefasta forma de gestionar la crisis. Una frívola e irresponsable complicidad.
Meses de ceguera El Gobierno siempre ha llegado tarde. No solo al diagnóstico de la crisis sino también a su tratamiento