Cómo el cine gallego conquistó Berlín
Los directores Lois Patiño, Álvaro Gago y Carla Subirana hablan sobre ‘Samsara’, ‘Matria’ y ‘Sica’, sus películas estrenadas en el festival de cine Berlinale
Suena ya casi a tópico, pero la producción audiovisual gallega sube como la espuma desde hace ya más de una década. Un vistazo a la programación de la última edición del festival de cine alemán Berlinale basta como muestra: de las cinco películas españolas que acudieron al certamen, tres son gallegas. Lois Patiño alzó el premio de la sección Encounters por su película ‘Samsara’, mientras que Álvaro Gago estrenó ‘Matria’, su primer largometraje, en la sección Panorama —se podría decir que la segunda más importante—; y la catalana Carla Subirana proyectó por primera vez ‘Sica’ —una historia en la Costa da Morte— en la sección dedicada a óperas primas.
«Ver ‘Samsara’ con público fue toda una experiencia», cuenta Patiño a este diario. Nunca la había proyectado frente a la audiencia, y su expectación ante la reacción de la sala estaba más que justificada: su película está hecha para ver con los ojos cerrados. Y no de forma metafórica, sino que, en cierto momento del metraje, unos títulos invitan a hacerlo: «Vemos la luz a través de los párpados. Son 15 minutos, pero la experiencia temporal se ve muy distorsionada. No se sabe si han pasado 3 minutos, 20 ó 3 años».
‘Samsara’ es un viaje al otro lado. Patiño lo explica así: «Al decidir grabar una película que fuera para ver con los ojos cerrados empecé a pensar sobre a qué podía vincular cinematográficamente esta idea. Y ahí di con el Libro tibetano de los muertos, una descripción muy detallada sobre lo que te vas a encontrar en el Mas Allá». El hecho de cerrar los ojos viendo una película parece ir en contra de la propia concepción del cine, pero el director trabaja «desde la exploración del lenguaje cinematográfico».
Para contar esta muerte de un monje tibetano viajó a Laos y a Zanzíbar en plena pandemia: en el segundo país había cierta flexibilidad, pero la dictadura de Laos obligó a hacer hasta cambios de guion. «No dejaban que el monje fuera el protagonista, con respecto al libro también tenían sus más y sus menos, porque es otra corriente del budismo a la oficial… El rodaje lo hicimos con una persona del gobierno con nosotros, controlando». Hace el cineasta un viaje a la muerte que termina al finalizar la película: «Es una celebración de la diversidad cultural y me interesaba reflexionar sobre distintos modos de vida. Cómo estas culturas distintas a la mía piensan sobre la vida y la muerte».
El gallego Lois Patiño se va a Laos para conocer su concepción de la defunción y deja hueco para que una cineasta forastera lo haga en Galicia: no de forma tan explícita, en ‘Sica’, Subirana también trata el tema. «La convivencia entre vida y muerte me parece un elemento esencial en esa costa mariñeira», cuenta a ABC la directora catalana. La adolescente Sica está obsesionada con que el mar finisterrano le devuelva el cuerpo de su padre tras un naufragio en la Costa da Morte. «Ese océano, con esas corrientes asesinas, donde hay documentados más de 600 naufragios, te da la vida, te da de comer generación tras generación, pero también te la quita. La gente del mar lo sabe, y convive con ello».
Subirana llegó a la película —o, más bien, la película llegó a ella— mientras la directora llegaba caminando a la Costa da Morte en 2016. La fiereza del mar dejó huella en ella, y se pasó los siguientes años documentándose sobre sus habitantes y las historias que allí habían ocurrido. Es el primer largo de ficción de la autora, hasta ahora siempre realizando cine documental, pero creó el guion desde el más puro método documentalista. Es más, ella defiende que «no hay distinción entre documental y ficción. Siempre he hibridado. Pero ahora he hecho un camino a la inversa: las películas de antes eran más documentales con estructuras de ficción y ahora se trata de una ficción con metodología documental». Los actores, vecinos de la zona, no son profesionales: «El mar modela su rostro, su manera de hablar… Para mí como documentalista es esencial ser fiel al lugar».
El olor a pescado
Ramona se levanta cada día. Va a trabajar a la conservera, después a la batea. Tras terminar la dura jornada, ducha con ambientador para quitarse ese olor a pescado intratable que portan dignamente las trabajadoras del mar gallego antes de hacer cualquier otro tipo de recado. Por si fuera poco, su pareja es un vago baboso y su hija se fue de casa. Ramona tiene miedo de que termine como ella: sin poder respirar (literal y metafóricamente, pues es asmática).
‘Matria’ es su retrato, y el pintor, Álvaro Gago, cineasta que ya había dado las primeras pinceladas al personaje en un corto homónimo en 2017. «Quería dar la oportunidad a Ramona de romper con esas cadenas, esas normas no escritas que dominan nuestras vidas, sobre todo las de las mujeres», cuenta el director a este diario. Cine social con esencia a Ken Loach, pero lleno de una retranca que sirve a la protagonista como vía de escape: «Tiene un humor especialmente creativo, muy retranqueiro, muy gallego. Es la herramienta de supervivencia a la que más se aferra para salir de esa rutina tan asfixiante».
‘Matria’ es directa. La cámara es testigo de todo lo que rodea a Ramona desde su punto de vista. Y la intención de Gago, inamovible desde que realizó el corto: tumbar la falsa concepción de matriarcado que existe en Galicia. Esa denominación, dice, «es un escudo, un refugio. Solo con decirlo nos parece que es así, que nos deja en una posición más moderna», cuando la realidad es que las mujeres son fuertes y acarrean el peso de la casa porque «no tienen otra alternativa». Historias de Galicia o desde Galicia que han triunfado, premio incluido, en uno de los festivales más importantes del continente.
De Galicia a Alemania En Berlín gustó el cine gallego con el mar como coprotagonista. ‘Sica’ y ‘Matria’ relatan historias imposibles en otros lugares