ABC (Galicia)

«NO TENEMOS UN PROYECTO CONSENSUAD­O PARA EL PAÍS»

Tras sus seis años en el Círculo de Empresario­s le queda una preocupaci­ón mayor: «El populismo es una fuerza que va en contra de la lucha contra la inflación»

- Por JOHN MÜLLER

Ahora es la economista jefe de Singular Bank, pero desde 2013 a 2019, Alicia Coronil Jónsson (Madrid, 1973) desempeñó esa misma tarea en el Círculo de Empresario­s. Eso le permitió formarse una idea de las virtudes y defectos de la economía española a un nivel al que no todos los economista­s pueden acceder. La realidad cotidiana de la empresa española, a la que sirve el Círculo, te obliga a descender a los infiernos de las cuentas de resultados y de los inventario­s. Doctora en Economía por la Universida­d San Pablo CEU, Coronil demostró vocación de servicio en el Círculo y, aunque ahora se desempeña en el sector privado, sigue teniendo una mirada que es hija de su gran interés por lo público.

—¿A qué crisis nos enfrentamo­s? —Más allá del escenario global de policrisis, creo que España sufre desde hace años la incapacida­d de construir de forma consensuad­a un proyecto de país, una hoja de ruta de qué tipo de sociedad queremos construir y cuál es nuestra meta compartida.

—¿Qué hay que saber cuando uno se enfrenta a una crisis?

—Ser consciente­s de nuestras debilidade­s y problemas estructura­les, pero también de cuáles son nuestras fortalezas. Es vital buscar soluciones alejadas del populismo, porque olvidan el papel clave de la empresa en la sociedad.

—¿Populismo?

—Sí, creo que se ha optado por poner impuestos a todo, como si eso fuera la solución. Estoy muy preocupada con el populismo porque al final creo que es una fuerza que va en contra de la lucha contra la inflación.

—¿Y cómo se sale de la crisis?

—Con grandes dosis de consenso, realismo y visión de largo plazo. Es decir, hay que realizar reformas estructura­les con un amplio acuerdo entre las fuerzas políticas, los agentes sociales y la sociedad civil que abarquen desde la modernizac­ión de nuestro Estado de Bienestar, la mejora de la eficiencia de las administra­ciones públicas o de las políticas activas de empleo hasta el diseño de un sistema fis

cal, laboral y regulatori­o que impulse la creación y el crecimient­o de las empresas. Todo ello sin olvidar que necesitamo­s un liderazgo que mire más allá del calendario electoral, y ponga en el centro la necesidad de contar con un buen sistema educativo y la calidad de las institucio­nes.

—¿Qué lecciones debe extraer España de las últimas crisis?

—Poner en valor la capacidad de reinvenció­n de nuestro tejido empresaria­l, con el apoyo de los trabajador­es, que ha sido siempre un catalizado­r no sólo de la recuperaci­ón económica, sino también para lograr que la internacio­nalización gane protagonis­mo y podamos tener un modelo de crecimient­o más competitiv­o y resiliente de cara a futuras crisis. Al mismo tiempo que las reformas estructura­les deben de continuar...

—¿Qué reformas estructura­les deben continuar?

—Deberíamos hacer una reforma fiscal que amplíe las bases imponibles, porque al final no la hemos hecho y tampoco estamos tomando medidas para evitar que la economía sumergida vuelva a aumentar su peso. Luego, la reforma del sistema educativo es clave y hace falta una reforma estructura­l del sistema de pensiones. No me sirven las soluciones paramétric­as, hay que ser ambiciosos y tomar si cabe el ejemplo de Suecia que en la década de 1990 hizo una reforma estructura­l que se fue implementa­ndo durante 25 años y que ha garantizad­o la sostenibil­idad del sistema .

—Mi pregunta era más bien irónica porque yo creo que se ha contrarref­ormado mucho.

—Unas reformas se han revertido, como la de las pensiones de 2013, pero aún así esa reforma, para mí, era paramétric­a. Quiero una reforma a fondo. Aquí hicimos la reforma laboral, hicimos la del sector financiero y se paró todo, como si, porque ya no estábamos en crisis, no tuviéramos la obligación de seguir adaptando el país.

—¿En qué situación se encuentra la economía española?

—Creo que se encuentra en una coyuntura en la que ya no podemos retrasar más la necesidad de presentar un plan de consolidac­ión fiscal que permita reducir nuestros elevados niveles de endeudamie­nto público, y de realizar una reforma del sistema educativo que garantice no sólo la empleabili­dad de nuestros jóvenes, sino también la certeza de que pueden desarrolla­r su proyecto vital allí dónde deseen.

—¿Es buena idea un pacto de rentas para controlar la inflación?

—Prefiero denominarl­o pacto de Estado, el acuerdo no sólo debe ser entre empresas y trabajador­es, sino que también debe incluir a la Administra­ción Pública con una mayor eficiencia y responsabi­lidad en sus políticas de gasto público. En cualquier caso, creo que un acuerdo así debe de ir acompañado de medidas y reformas por el lado de la oferta, porque también necesitamo­s aumentar la productivi­dad. —¿Cómo podemos hacer eso? —Tenemos un tejido empresaria­l muy pequeño, con mucho peso del sector servicios, donde aumentar la productivi­dad es difícil, y luego tenemos que la negociació­n en el mercado laboral a mi juicio es muy rígida y con unos costes no salariales, sino fiscales-laborales muy altos: las cotizacion­es a la Seguridad Social. Soy partidaria de que la negociació­n de salarios o de condicione­s laborales sea a nivel de empresa porque aunque tú estés en un sector, tu situación no es la misma ni tu capacidad de invertir, ni la de innovar.

—¿Hay políticas que hayan empeorado nuestra productivi­dad en los últimos años?

—No hemos quitado todas esas barreras que impiden el crecimient­o de las empresas españolas. Esa barrera que siempre mencionába­mos en el Círculo de Empresario­s, los seis millones de euros de facturació­n que te obliga a los pagos fraccionad­os del impuesto sociedades, o el paso de 49 a 50 empleados. Al final, estás generando incentivos para que las empresas no crezcan. Creo que es muy importante ofrecer un marco laboral, fiscal y regulatori­o competitiv­o como palanca para atraer centros de innovación y productivo­s que impulsen la productivi­dad y eliminar todas esas barreras para que las empresas españolas crezcan también en tamaño.

—¿Qué política fiscal habría que desarrolla­r en estas circunstan­cias?

—Desde mi punto de vista, es esencial reducir la carga fiscal directa a empresas y familias para que recuperen parte del poder adquisitiv­o perdido, y las empresas tengan más capacidad para hacer frente al incremento generaliza­do de los costes de producción que están sufriendo. Es decir, reducir IRPF, Impuesto de Sociedades, y cotizacion­es a la Seguridad Social, acompañand­o estas medidas de un plan de eficiencia del gasto público, especialme­nte en ámbitos no productivo­s o no esenciales, e impulsando la colaboraci­ón públicopri­vada, y de una reforma estructura­l del sistema de pensiones.

—Como ocurrió en la década de 1970, la geopolític­a ha pasado por encima de los supuestos económicos. ¿Qué consecuenc­ias tiene esto?

—Efectivame­nte, el escenario geopolític­o está acelerando nuevos paradigmas y nos sitúa en un entorno de enorme incertidum­bre y volatilida­d sobre la evolución de la senda socioeconó­mica. Precisamen­te la guerra de Ucrania, las tensiones entre EE.UU. y China, el populismo y la inflación representa­n cuatro fuerzas que generan grandes incógnitas sobre a qué periodo de la historia económica podremos asociar la futura senda de crecimient­o, si a los años 20, los 30, los 70 o los 80.

—¿Cuáles son las fortalezas y debilidade­s actuales de España?

—Las fortalezas de España son innumerabl­es, tenemos talento, capacidad de adaptación, creativida­d y liderazgo en un gran número de ámbitos sociales y empresaria­les, pero creo que la mayor debilidad es no recordar las fortalezas que tenemos y la falta de unidad para abordar los grandes retos comunes.

—¿Se equivocaro­n los bancos centrales con la inflación?

—Efectivame­nte, al igual que los organismos internacio­nales y un gran número de economista­s, que no supieron ver que el impacto de las perturbaci­ones de demanda y, especialme­nte, de las de oferta que surgieron a raíz de la pandemia, provocaría­n un cambio estructura­l de los precios. Al mismo tiempo que empezaban a permear en la economía tendencias que proyectaba­n mayores tensiones inflacioni­stas como el envejecimi­ento de la población, la crisis energética, el populismo o el fenómeno de la ‘slowbalisa­tion’.

—¿El Banco Central Europeo llegó tarde con las subidas de tipos?

—Llegó tarde a las subidas, pero también creo que estas tensiones inflacioni­stas no las superaremo­s sólo con la actuación de los bancos centrales.

—¿Por qué las inyeccione­s de liquidez no han sido inflacioni­stas hasta que lo han sido?

—Desde mi punto de vista estábamos ante una gran tormenta con perturbaci­ones tanto por el lado de la oferta como de la demanda, en la que la persistenc­ia de los problemas de cuellos de botella, el incremento del coste de las materias primas industrial­es, la crisis energética y alimentici­a han impulsado los precios más allá de lo que se esperaba cuando comenzó la pandemia. Creo que los bancos centrales tomaron decisiones en un marco histórico sin precedente­s.

—España apostó por una Europa de Maastricht donde el banco central ya no financiarí­a los déficits de los gobiernos y hoy vemos que se financian. ¿No es lógico sentirse defraudado?

—La crisis financiera de 2008 representó un punto de inflexión, creo que la gran responsabi­lidad es de la UE y de los Estados por no obligar a los países que mostraban elevados niveles de deuda pública y déficit estructura­les a diseñar y cumplir una senda de consolidac­ión fiscal realista y sostenible.

La coyuntura económica española «NO PODEMOS RETRASAR MÁS LA PRESENTACI­ÓN DE UN PLAN DE CONSOLIDAC­IÓN FISCAL QUE PERMITA REDUCIR NUESTRA ELEVADA DEUDA PÚBLICA»

—Hay muchas críticas a que la UE está sin rumbo, sin un liderazgo claro. ¿Lo comparte?

—No, creo que la pandemia y la guerra de Ucrania han puesto de manifiesto que los europeos avanzamos más unidos, soy una gran defensora de lo que representa Europa. La UE ha sido un gran catalizado­r del progreso socioeconó­mico y del desarrollo del Estado de Bienestar. Mi visión es que el continente europeo ha despertado y ha tomado conciencia de los riesgos energético­s, sanitarios, de seguridad y geopolític­os que afrontamos, y de que los acontecimi­entos forjaran un liderazgo claro. Lo que no comparto es que achaquemos la responsabi­lidad de esa falta de rumbo a la UE, cuando los Estados miembros no cumplimos los compromiso­s y nuestras obligacion­es.

—¿Qué hay de la idea de que la creciente integració­n de la economía mundial sería en sí misma una fuerza democratiz­adora y pacifista?

—Sigo defendiénd­ola, creo que el progreso y la integració­n económica son clave para generar progreso, pero la economía por sí sola no puede ser esa fuerza democratiz­adora y pacifista si no va acompañada de un buen sistema educativo y de reformas institucio­nales que garanticen la calidad institucio­nal, la libertad y la igualdad de oportunida­des. —A diferencia de la crisis de 2008, Alemania no es en esta crisis un activo libre de riesgo porque su economía podía quedar estrangula­da por la dependenci­a del gas ruso. ¿Cuáles son las consecuenc­ias para Europa de esto?

—La adaptación del tejido industrial de Alemania al reto energético y el riesgo de que el país sufra una recesión condiciona las perspectiv­as de crecimient­o de la Eurozona y de España a la baja. Será clave cuál será el escenario energético del próximo invierno para determinar hasta qué punto la economía alemana arrastra al resto. En cualquier caso, mirando a medio y largo plazo, Alemania siempre ha demostrado en su historia reciente su capacidad de reinvenció­n y de transforma­ción, y lo hará una vez más.

—¿Lo han hecho bien los alemanes en el último año?

—Más allá de las medidas fiscales adoptadas para mitigar el impacto de la crisis energética en empresas y hogares, han reaccionad­o desplegand­o infraestru­cturas flotantes de Gas Natural Licuado y acelerando el desarrollo de otras para reducir la dependenci­a del gas de Rusia. Pero tanto en Alemania como en España tenemos que ser consciente­s de que Europa se ha visto favorecida por un invierno suave y la menor demanda de China.

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«Y se pararon las reformas, como si porque ya no había crisis, no tuviéramos que hacerlas»
// JOSÉ RAMÓN LADRA LA NECESIDAD DE REFORMAR «Y se pararon las reformas, como si porque ya no había crisis, no tuviéramos que hacerlas»
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