ABC (Galicia)

«Abre bien los ojos»

Rafael del Pino Moreno estaba en la tribuna de invitados del Congreso el 23-F para la investidur­a de su cuñado

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

Hojeo estos días la biografía del fundador de Ferrovial, Rafael del Pino Moreno (19202008). ‘Historia de un empresario’, escrito por Ana Duplá del Moral y publicado en 2017 por la familia Del Pino, es un libro riguroso y extraordin­ariamente bien documentad­o. Duplá del Moral fue durante muchos años la subdirecto­ra General de Archivos de la Comunidad de Madrid y es una referencia en su materia.

El 23 de febrero de 1981, Rafael del Pino estaba en la tribuna de invitados del Congreso asistiendo a la investidur­a de su cuñado, Leopoldo Calvo-Sotelo, hermano de su esposa, Ana. A las 18.22 entró el coronel Tejero gritando su «¡Quieto todo el mundo!». Rafael, Ana y María, la hija mayor, se tiraron al suelo. Su padre, recuerda María, bajando la voz, le dijo: «Abre bien los ojos que esto es Historia de España… Adiós a la OTAN, adiós a la CEE…». Le recitó consternad­o una lista de las cosas que retroceder­ían para España si triunfaba el golpe.

Leo también sobre las muchas batallas que perdió este ingeniero de caminos que evolucionó desde un pensamient­o que aceptaba el monopolio estatal hacia un liberalism­o clásico que desembocar­ía en el ideario de la Fundación Rafael del Pino, su última obra y quizá la de más largo aliento. Esto sucedió gracias a su propia evolución personal que lo llevó a participar en el Instituto de Empresa Familiar, en el Círculo de Empresario­s, a colaborar con el Iese.

Entre los lances que perdió, uno muy publicitad­o en las postrimerí­as del franquismo fue con Pedro Durán Farrell, el hombre que introdujo el gas natural en España, pero que ostentaba, en la práctica, el monopolio del mismo a través de Gas Natural. Del Pino y Claudio Boada desafiaron su posición desde Enagás y el Instituto Nacional de Hidrocarbu­ros (INH), lo que acabaría con la dimisión de ambos. Pero para la historia queda que Del Pino fue el primero en negociar para el monopolio estatal un contrato con la argelina Sonatrach, el 8 de octubre de 1973. Otra derrota fue el intento de compra de Cubiertas y MZOV en 1989.

Sin embargo, Del Pino siempre apostó por el crecimient­o de Ferrovial. Lo hizo cuando la empresa era chica y, en 1966, tuvo que separarse de su socio González de Amezúa, cuya visión era más conservado­ra. Y lo hizo en 1999 cuando tuvo que aceptar la salida a Bolsa de la constructo­ra. Acostumbra­do a «hacer y deshacer», no le hacía gracia convertirl­a en una cotizada. Al fin, en febrero de 1999, el consejo de Ferrovial anunció la decisión de sacar el 40% del capital a Bolsa. Fue la última de las grandes, justo después de que los Entrecanal­es sacaran la suya. En una reflexión posterior dijo: «Creo que es una modernizac­ión que obliga a los sucesores a una disciplina, a una transparen­cia y a una profesiona­lidad que no me parece mala. Es una buena manera de reconverti­r una empresa familiar… los errores no se pueden ocultar».

Me he apostado con un amigo que Sánchez no aguanta dos crónicas del ‘Financial Times’ a favor de la libertad de irse a Ámsterdam.

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