Nada es gratis
La polvareda que levantó el anuncio de Ferrovial la semana pasada resulta bastante reveladora. No desvela nada nuevo pero nos permite fijar conceptos. La compañía de infraestructuras española ha tomado la decisión de cambiar su domicilio social y empezar a cotizar en Países Bajos como paso previo para dar el salto a Estados Unidos. La lógica económica es inapelable. El cambio de plaza le va a permitir por un lado financiarse a un coste más reducido algo que sin duda no es inocuo para una compañía que por su perfil –desarrolla infraestructuras a largo plazo– tiene una deuda muy alta. También va a poder cotizar en su principal mercado y vector de crecimiento futuro, Estados Unidos, lo que además de más liquidez para la acción –lo que siempre es deseable– va a hacer las comparaciones con compañías similares americanas mucho más evidente, lo que debería jugar a su favor. Desde el punto de vista fiscal no parece que este movimiento mueva mucho la aguja. Tiene sentido y así lo ha reconocido el mercado tras el anuncio. Bien hecho.
Pero la polémica no queda ahí. Era difícil que quedara ahí y probablemente en otros sitios hubiéramos visto también reacciones pero no del pésimo nivel de las de nuestro Gobierno que les retrata como lo que son: una panda. Los argumentos que han esgrimido resultan cuando menos desconcertantes. El Gobierno de «si se quejan, es que vamos en la buena dirección» es capaz de reprochar algo, lo que sea, a un consejo de administración que ha tomado la decisión que más sentido económico tiene para sus accionistas. El Gobierno que señala con dedo acusador con nombre y apellidos a empresarios de éxito tiene la desfachatez de insinuar que no es una decisión patriótica. El gobierno que de forma irresponsable y arbitraria ha legislado en contra de determinados sectores se siente con autoridad moral para afear una decisión y alimentar rumores sobre los motivos que puede haber detrás. Y, peor aún, en sus palabras no hay un ápice de reconocimiento de culpa, ni tampoco de propósito de la enmienda. Son incapaces de reconocer que la zozobra legislativa en la que estamos instalados repercute directamente en la indispensable seguridad jurídica que requiere cualquier empresario. No se les pasa por la cabeza hacer planteamientos –más allá de la manguera europea– que convierta España en un destino más atractivo para la inversión extranjera. Es anatema. Ni están ni se esperan medidas encaminadas a reducir el déficit y la deuda pública, lo que se traduciría en un menor coste de la deuda para todos, el reino de España el primero.
La decisión de Ferrovial hubiera sido correcta con cualquier gobierno aunque es de agradecer que la hayan tomado con éste para de esta manera poder sacar los colores a los que tenemos al mando. En el pecado llevan la penitencia. No se salva ninguno. Y menos que nadie el propio presidente que en los últimos días ha cometido la bajeza al más puro estilo bolivariano de señalar a Rafael del Pino. No tiene ni pies ni cabeza y no le va a salir gratis. Nada es gratis. Esta lección la tendría que tener aprendida ya Pedro Sánchez pero probablemente las próximas elecciones sirvan para que la refresque.