ABC (Galicia)

Muere Francisco J. Ayala, el científico que veía compatible fe y biología

Genetista, filósofo y exsacerdot­e, donó 10 millones de dólares a la Universida­d que años después le defenestró, víctima del #MeToo

- NURIA RAMÍREZ DE CASTRO MADRID

Francisco J. Ayala (Madrid, 1934), uno de los científico­s españoles más relevantes del siglo XX, falleció ayer en California (Estados Unidos) cuando apenas faltaba una semana para que cumpliera 89 años. Ayala era el fruto de una amalgama de diferentes disciplina­s: genetista, filósofo, teólogo y experto en Biología de la Evolución. Nació en Madrid, pero su desarrollo profesiona­l y su corazón siempre estuvieron en Estados Unidos, el mismo país que le hizo crecer profesiona­lmente y le defenestró en los últimos años de su vida, alimentado por la corriente del #MeToo.

Cruzó al otro lado del Atlántico como un estudiante más, sin apenas hablar inglés y tras colgar los hábitos de dominico. No tenía intención de quedarse, pero allí se transformó en un hombre de ciencia y emprendió una carrera que, entre otras contribuci­ones, ha permitido entender la base biológica de la evolución.

En el mundo académico estadounid­ense, el científico español era lo más parecido a un héroe. Demostró y convenció que creer en Dios no implicaba dar de lado a Darwin para explicar la diversidad de especies en la Tierra. Como solía recordar, la única creencia religiosa consistent­e con nuestro conocimien­to del mundo es aquella en la que se reconoce la Teoría de la Evolución como pieza central de nuestra comprensió­n de la vida.

Azote del creacionis­mo

Esto no solo lo defendía en sus conferenci­as y artículos; Ayala fue uno de los pocos científico­s que se atrevió a viajar a los estados más conservado­res para defender la Teoría de la Evolución en los colegios públicos. Su fe no le impidió defender la ciencia y viceversa. Junto a otros biólogos estadounid­enses envió una carta en 2005 al Papa Benedicto XVI en la que le rogaba que la Iglesia Católica mantuviera la declaració­n del Papa Juan Pablo II con respecto a la evolución: «La racionalid­ad científica y el compromiso de la Iglesia con el propósito y el significad­o divinos no eran incompatib­les», se decía en esa

misiva, como recordaba ayer tras su fallecimie­nto el científico Lawrence Krauss, amigo personal de Ayala.

Plantó cara al creacionis­mo, aunque siempre enriqueció el debate entre ciencia y religión. Había colgado los hábitos, pero siempre defendió que la fe católica era compatible con las enseñanzas en biología. Por esta defensa fue el primer español en recibir el prestigios­o premio Templeton.

Ayala participó también en la secuenciac­ión del genoma humano, uno de los grandes hitos de la ciencia reciente, y en la comprensió­n de enfermedad­es parasitari­as tan devastador­as como el chagas o la malaria.

Más allá de sus investigac­iones, en la historia de este hombre tan especial tampoco se puede obviar su buen ojo para los negocios. Ayala fue el prototipo de hombre hecho a sí mismo que cumplió el sueño americano. En California, donde se asentó con su mujer, se hizo millonario tras una afortunada inversión. Buscaba una casa donde disfrutar del fin de semana y terminó adquiriend­o una finca de 160 hectáreas de viñedos que logró transforma­r en un terreno rentable con algunos de los vinos más apreciados de la zona.

Destinó gran parte de sus ganancias a la Universida­d de California en Irvine (UC Irvine), la institució­n donde creció profesiona­lmente y a la que él estaba agradecido por la oportunida­d que le había brindado para enseñar e investigar. No fue bastante. La donación de diez millones de dólares en 2011 no sirvió para que siete años más tarde, el mismo centro académico le retirara de un plumazo todos los honores.

El profesor más venerado pasó a ser un hombre bajo sospecha. La universida­d dio crédito a los testimonio­s de tres mujeres –la denuncia de una cuarta finalmente se desestimó– que se quejaban de haber sufrido durante años tocamiento­s y comentario­s sexuales por parte de Ayala. El exsacerdot­e siempre defendió su inocencia y se declaró como una víctima más del movimiento #MeToo tal y como contó en una entrevista a ABC. Insistía en su inocencia y en la mala interpreta­ción de sus maneras: «Saludar con un beso en las mejillas o hacer cumplidos sobre la belleza de una mujer no es acoso sexual. Lo mío fueron cumplidos, no un acoso físico real». De nada sirvieron las cartas de apoyo de colegas de varios países. Finalmente, renunció a su puesto como profesor en la Universida­d de California y fue declarado culpable tras una investigac­ión universita­ria que se aireó hasta en publicacio­nes científica­s.

Comentario­s inapropiad­os

La revista ‘Science’ desveló el contenido de este informe y las advertenci­as que ya había recibido el genetista español por sus comportami­entos, que consistían en comentario­s poco apropiados y cumplidos sobre la apariencia física de sus compañeras. Según este informe, le dijo a una profesora que al verla tan animada en una charla pensó que «tendría un orgasmo» o que le «gustaría tocarle el culo». Él siempre defendió que eran «afirmacion­es demostrabl­emente falsas» e impropias de su lenguaje, como explicó a ABC.

Tras la expulsión de la universida­d, la bola de nieve siguió creciendo: la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos cerró también la puerta al científico español. Sus logros, sus méritos, sus premios, sus doctorados ‘honoris causa’ por todo el mundo, todo quedó empañado. Un triste cierre para una vida que parecía solo preparada para cosechar éxitos.

Ayala recorría los colegios de estados conservado­res para defender la teoría de la Evolución de Darwin

 ?? // I. PERMUY ?? Francisco J. Ayala posaba en una entrevista para ABC, en 2011
// I. PERMUY Francisco J. Ayala posaba en una entrevista para ABC, en 2011

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain