La trágica epopeya del Oriflame, el barco con un tesoro de cristal
Un libro reconstruye la historia del navío español que naufragó en 1770 frente a las costas de Chile y cuya lujosa mercancía de cristales podría reclamar España
Las heladas aguas del Pacífico se tragaron al Oriflame, un barco español que había partido del puerto de Cádiz llevando en sus bodegas un precioso cargamento de finas cristalerías de la fábrica del Palacio Real de La Granja en Segovia. El destino era el puerto del Callao en el Virreinato del Perú, pero el navío se hundió el mes de julio de 1770 frente a las costas de Chile. Durante siglos se buscó el lugar del naufragio hasta que hace unos años una empresa cazatesoros descubrió que el barco se encontraba bajo la arena de la playa de la Trinchera porque con el tiempo la línea de costa le había ganado terreno al mar. El caso del Oriflame lleva largos años de proceso judicial, pero una reciente investigación aporta datos y novedades que podrían servir para que el Estado español reclame los derechos sobre los restos de aquel naufragio.
Vicente Ruiz García (Úbeda, 1973), profesor y asesor de la Cátedra de Historia y Patrimonio Naval de la Universidad de Murcia, ha investigado durante años para desentrañar la historia de este barco. El resultado ha sido el libro ‘El navío Oriflame y su tiempo. Un patrimonio cultural de España en la costa de Chile’, publicado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universidad de Sevilla y la Diputación de Sevilla. La obra no es sólo una rigurosa reconstrucción de la historia del barco sino que despliega una ambiciosa investigación en la que se aborda desde la crónica de la navegación en el siglo XVIII a la vida cotidiana en la Carrera de Indias, pasando por la alimentación en las largas travesías ultramarinas, el proceso de fabricación de los cristales de La Granja o el camino por tierra que hacían las mercancías antes de embarcar.
El autor cuenta con obras de historia marítima como ‘Cocina a bordo. Alimentación, salud y sostenibilidad en las largas travesías oceánicas del siglo XVIII’; ´Las naves de las Cortes 1808-1812, el último servicio de la Marina de la Ilustración’ o ‘Los Arsenales del Rey (17501820)’. Con la historia del Oriflame da un paso más porque este ensayo histórico se lee como una trepidante novela de viajes. De hecho, aun conociendo el trágico destino final del barco, hay momentos de verdadero suspense poco antes de que el Oriflame se hunda frente a las costas de Chile con todos sus viajeros y la tripulación, un total de 200 personas. Una tripulación, por cierto, que padeció el escorbuto, lo que provocó que el barco fuera a la deriva durante varias leguas.
El Oriflame, la Llama dorada, fue en realidad un barco de guerra francés construido en la localidad gala de Tolón en 1743 que luchó con la Armada francesa en el Mediterráneo durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763). El barco fue apresado por los enemigos ingleses y llevado a Gibraltar, donde lo adquirieron mercaderes gaditanos, que lo adaptaron para que se convirtiera en una embarcación destinada al comercio con América. El navío pasó así a ser propiedad de la poderosa casa de comercio de la capital gaditana ‘Uztáriz. Hermanos y Compañía’. La historia se inicia con el origen de la mercancía creada en La Granja y destinada a las lujosas mesas
Bajo el mar quedaron arañas, espejos, quinqués, anteojos y cornucopias de La Granja
de los nobles limeños. Con Carlos III las Reales Fábricas tuvieron un impulso especial con el ministro de Hacienda, el marqués de Esquilache. La producción se destinaba a espejos para los gabinetes de los palacios reales, pero también a otros usos más prosaicos y cotidianos como los cristales de las delanteras y laterales de coches, carrozas y sillas de manos; los faroles del Madrid que precisamente alumbraría los sucesos del Motín de Esquilache de 1766 o las cámaras de popa de los navíos españoles que aún dominaban el mundo.
Con destino a Lima se prepararon para el largo viaje las piezas de fina cristalería transparente y tallada con diferentes clases de labrados, finos y azogados. El material se embaló cuidadosamente en cajones de madera fabricados expresamente y protegidos con cáñamo, espliego y bayetas para evitar los posibles daños del viaje por los caminos de herradura y luego por mar con el movimiento del oleaje.
El cargamento con las piezas de frágil cristalería inició su viaje desde Segovia a lomos de caballerías y en angarillas atravesando la sierra de Guadarrama cruzando el puerto segoviano de
La Fuenfría y luego de Madrid a Cádiz por el Camino Real que unía la Corte con Andalucía.
La fuerza de la prosa narrativa de Vicente Ruiz García convierte este libro en esa novela de suspense que son los viajes del pasado. Surgen los peligros, las dificultades orográficas en la ruta hacia Andalucía y sobre todo las inclemencias meteorológicas del duro invierno. El viaje tuvo lugar entre noviembre de 1769 y febrero de 1770. El autor hace una reconstrucción minuciosa de los viejos caminos a través de documentos de la época como el ‘Itinerario Español o Guía de Caminos’, de Joseph Matías Escribano, de 1767, donde aparecen desde las posadas a los mesones que se encontraban los carreteros y arrieros encargados del transporte. «Entre Madrid y Cádiz había unas catorce jornadas. El camino Real a Cádiz se convertía en la carretera más importante del país, pues en definitiva constituía la arteria que comunicaba el corazón de la metrópoli con las Indias a través del puerto gaditano», explica el historiador.
Finalmente, los casi ochocientos cajones de cristal en 79 carros con un peso total de 4.806 arrobas llegan a Cádiz con toda una crónica de infortunios y pesares. El paseo por el Cádiz de finales del siglo XVIII desvela la belleza y la relevancia de la ciudad en el momento de mayor esplendor, cuando controla el monopolio comercial con América.
El Oriflame inició su viaje, pero tras cinco meses de singladura naufragó frente a las costas de Chile, junto a la desembocadura del río Huenchullami en la región de Mauel, al sur de Chile. Cayó el olvido sobre la historia de este barco hasta que a principios del siglo XXI una empresa cazatesoros inició la búsqueda del lugar del naufragio. Este libro reconstruye la trayectoria completa del navío y el yacimiento arqueológico que esconde un tesoro que ha desatado una batalla judicial. Pero ¿tiene España algo que decir? «Durante el proceso, el Estado español no se personó en la causa en ningún momento para hacer valer algún tipo de derechos sobre el hallazgo ya que el Oriflame no era un buque de guerra, como el San José o el Nuestra Señora de las Mercedes, y en un principio no gozaría de la inmunidad soberana, pero sí hay datos para poder reclamar los derechos», asegura el historiador.
Bajo el mar quedaron aquellas hermosas arañas, los espejos, quinqués, anteojos y cornucopias, salvillas, jícaras, platillos y aguamaniles de La Granja. Habría que imaginar qué imágenes de dolor y tragedia reflejaron esos hermosos espejos el día del naufragio. Las lunas azogadas que tendrían que haber mostrado escenas felices de banquetes para celebrar la vida y que terminaron reflejando el abismo y la penumbra de una nada oceánica.