ABC (Galicia)

Ni con muletas hay quien pare a Diego Ventura

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FERIA DE OLIVENZA PLAZA DE OLIVENZA.

Matinal del domingo. Dos tercios de entrada. Toros de Guiomar para rejones, Victorino y un sobrero de Bohórquez (5º bis), desiguales.

DIEGO VENTURA,

rejón y dos descabello­s (oreja). En el cuarto, pinchazo y rejón corto (oreja). Salió a hombros.

ANTONIO FERRERA, de grana y oro. Estoconazo (oreja). En el quinto, estocada caída (saludos).

LEO VALADEZ, de nazareno y oro. Tres pinchazos y estocada. Aviso (silencio). En el sexto, estocada. Aviso (oreja).

ROSARIO PÉREZ

OLIVENZA

Ni la rotura del peroné detiene a Diego Ventura. Qué escándalo de torero. Qué raza la suya. Dueño fue del triunfo mayor de la matinal. Y del día, pues la corrida vespertina se suspendió por la lluvia. Con muletas llegó el caballero a la plaza y el bastón le daban cada vez que tenía que tomar cuerpo a tierra. A dos pistas cosió las embestidas del primero de Guiomar, tan pespuntead­as que parecían una sola. Un prodigio a lomos de esa divinidad ecuestre llamada Nazarí. Y un alboroto formó en los pares al quiebro con Lío. Sobre Guadiana llegó la hora final, que el bueno pero ya rajadito animal la pedía. Se sorprendió la gente cuando descabelló desde la montura por la lesión. Tremendo el mérito. La primera oreja se iluminó pronto en el marcador. Otra más arrancó al regordío cuarto.

La mixta siguió con los toros de Victorino, tan emotivos en la pasada edición. Esta vez las cosas no rodaron igual. Al guapo segundo no lo pudieron picar peor; menos mal que los de plata arreglaron aquello con los palos. Ferrera, que ha hecho una limpia en su cuadrilla, lo había encelado con el capote, ganando terreno. Prometía este Porteño, pero acusó la sangría en varas y blandeó. Lástima, porque se vislumbrab­a calidad. A media altura lo mantuvo el extremeño, tirando de la voz. De premio la estocada, volcándose encima. No podía con su alma el quinto y fue sustituido por uno de Bohórquez más inválido aún. De mal en peor.

Mucho que torear tenía el tercero, con teclas y humillació­n para manos expertas. Leo Valadez hizo el esfuerzo, buscó el sitio y el pulso hasta lograr naturales sueltos de buena nota, que el zurdo era el pitón de Patarato. El acero emborronó los logros. Iba y venía a los toques el reponedor sexto, que le mandó un recadito. Con una oreja le recompensa­ron por el conjunto de su dispuesta actuación.

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