ABC (Galicia)

Con la Xavineta hemos topado

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

El futuro del Madrid se presenta tan oscuro como el de Witiza: Haaland ya no vale, porque, ¡ay!, una tangana en la Premier, y además su agente dice que el sueño del noruego es el Madrid, por la Champions, no por la Liga de Tebas, una «competició­n débil». ¿Y la Copa del Rey?

Serrat con el sonajero: «Por la mañana rocío, al mediodía calor, por la tarde los mosquitos: no quiero ser labrador». (Para los jóvenes de capital: labrador es alguien como Carvajal, que viene de Leganés. Pelantrine­s, los llamaba Azorín.)

Jueves de Clásico/Groundhog Day: por la mañana Cantalejo, al mediodía Tito Berni, por la tarde Negreira, y por la noche, la Xavineta en el Bernabéu, que con la Xavineta hemos topado.

La Xavineta es un blues del autobús aparcado en la portería del Bernabéu que hubiera ruborizado a Maguregui, con los medios de charanga del tío Honorio que la tiene tomada con Vinicius, que no es el paquete que ellos quieren, como la tenía tomada con Bale, que no era el renco que ellos anunciaron. Prestar atención a esa charanga periodísti­ca es acabar delirando como Futre, y no digo que haga mal en quejarse con sinécdoque­s tuiteras del trato diferente que el árbitro da a Correa, por agresión a Rudiger, que a Gavi, por agresión a Militao y a Camavinga, más el consiguien­te ‘hachedepé’ (con boquita piñonera de nenaza) a Vinicius, que tiene de genio romántico la valentía creadora de quien no tiene miedo al fracaso.

La Xavineta se ha dejado de posesión para hacer un fútbol feo y llorón, como de Ada Colau, y que deja frío, lelo en la banda, sin reacción, a Ancelotti, que no se atreve a prescindir de la vieja guardia, que es como si César fuera a conquistar las Galias con los armados de la Macarena.

El astro de la Xavineta es Gavi, un Torito Zuviría en llavero. No es serio, pero los árbitros y la charanga del tío Honorio fingen que sí.

Me acerqué a Diego Rivera en la puerta del Palacio Nacional con la intención de saludarlo y él me llamó «escuincle cara de ratón». Yo, ofendido, le di un pisotón.

En cada acción de Gavi veo esta escena del mexicano José Luis Cuevas, sólo que Cuevas era un genio, y Gavi, no. Gavi tiene genio de bajito español, otra cosa. En el sopor del Clásico, hay dos caballeros bajitos que saltan y aspaventea­n en el ‘céspet’: son Xavi y Gavi. El número cómico que Xavi le montó al cuarto árbitro por alargar cinco minutos el tostón del Clásico fue puro cine cómico: era el número de aquellos bajitos que subían al tranvía atestado de viajeros y saltaban para ver si había sitio delante. Bueno, pues ese hombre, y con el peor Barcelona que se recuerda, le pinta la cara a Ancelotti en la Castellana, donde la Xavineta adopta el estilo defensivo de Simeone, y el Madrid, el estilo ofensivo de Cucurella en el Chelsea, el pase atrás, con los canteranos muriéndose de viejos en el banquillo como las liebres de Dumas.

¿Cómo hemos llegado al punto de indiferenc­ia ambiental ante un Clásico como el del jueves? El caso Negreira ha herido de muerte a las competicio­nes nacionales. Y no pasará nada, porque, con la doctrina Griñán en la mano, al no guardarse el dinero, no hay caso. Circulen. Las lágrimas de Cantalejo han convencido a los recalcitra­ntes. Eso de que «de una mujer que tiene leche se puede inferir que está embarazada» es para los fanáticos de Aristótele­s. ¿Tres años sin penaltis? Sencillo: no existieron los penaltis. Y lo demás lo explica el chico de Negreira: Mourinho quería cargarse el Combinado Autonómico.

El fútbol español, que es la continuida­d del Consenso por otros medios, ya sólo es un concurso de charangas descompasa­das por las maras periodísti­cas cuya única misión es echar a Vinicius de España. Gavi es el buen salvaje rusoniano, «¡la casta española!», y trofeo Kopa al mejor joven, sin ameritar otra gracia que la de su nombre, que son las siglas de la Alianza Mundial para la Vacunación. El mal salvaje, «¡indomable!», es Vinicius, «¡la agresivida­d selvática!». A Vinicius lo jala De Jong de las pelotas (’gubernacul­um testis’ para el vulgo), y Vinicius se zafa del Valderrama jansenista, lo cual, en la doctrina Negreira, es amarilla para Vinicius. «¡Es que ni Ancelotti puede domar a Vinicius!». Y las monjonas que llevan veinte años rezando por el fútbol de ataque celebran de pronto como novicias que un tal Araujo «parara» a Vinicius, que «sólo» recibió siete de las trece faltas culés. ¡Un chico de la calle que se rebota contra la «sinjustici­a»! ¿Adónde iremos a parar?

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// AFP Xavi Hernández

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