Cuaderno de bitácora del emprendimiento autónomo en Galicia
Los propietarios de un negocio reconocen como indispensables valores como la constancia y el sacrificio, además de un estudio previo intensivo que permita prever en qué dirección soplará el viento
Conocimiento, iniciativa y arrojo. Son cualidades que los aventureros que deciden emprender un negocio autónomo identifican como claves para lanzarse. Y no es cosa menor el coraje que lleva a uno a enfundarse la gorra de capitán de su propio navío y partir hacia un océano de mareas inciertas. El escenario al que debe hacer frente el autónomo lo definen tardes enteras calculando las cifras a fin de mes y noches en vela temiendo por la continuidad de un sustento sin aval. Atravesarlo demanda constancia y un verdadero espíritu de sacrificio.
Mar Santos lleva inculcados estos valores «en la sangre». Es la mujer al frente de Ancora Viajes, en la coruñesa rúa
Emilia Pardo Bazán. Sus padres ya eran autónomos antes de que ella empezase: hosteleros. Pero el escenario era otro: «Aquellas épocas no eran como las de hoy. Muchas veces decimos que tenemos una mala vida, que nos esforzamos», pero «yo creo que eso lo han tenido los de atrás», dice. Para ellos, el trabajo «era la vida. No se entendía el no sacrificarse», y Mar aprendió esto «en su escuela». Abrió su negocio en 1994, unos tres años después de acabar su carrera y tras haber sido directora en otra agencia local. «Imagínate cuando me tenía que sentar a negociar con un ejecutivo de Iberia en aquellas épocas», rememora. Se le antojó «complicado» porque «si hoy nos quejamos de la situación de la mujer» piensa que «hemos avanzado un poco». «Lo sufrí en mis
propias carnes». Por entonces, explica, normalmente «la cabecilla visible de una empresa no era una mujer. Nosotras éramos las que trabajábamos, pero no las que estábamos al frente. De alguna manera, confiaban poco en ti».
Por suerte, los años consolidaron la estabilidad de su negocio. «Nunca he tenido problema de falta de clientes o de que la gente no respondiera», afirma, «que es el activo más importante de la empresa, no cabe duda». Pero cuando llevaba más de veinte años de actividad llegó el Covid. «Fuimos los primeros que caímos con todo el equipo. Cuando se empezó a hablar de ello comenzamos a tener las primeras cancelaciones». Pero «lo más desagradable y lo más duro» fueron «los kilos de reservas que tuvimos que deshacer y las devoluciones que tuvimos que gestionar». «Imagínate, teníamos la Semana Santa a puertas y ya estábamos con las primeras ventas de verano. Nos pilló justo en las ventas más gordas del año», cuenta. Expone que la Xunta, mediante ayudas, «echó una mano para mantener la infraestructura» del negocio y cubrir parte de los gastos fijos del local «que al cerrar la puerta siguen ahí». «Queda camino por recorrer y yo espero que se recorra». Y no tanto por su bien, sino por el de las generaciones jóvenes. A Mar le preocupa que a sus hijas, que le responden con un rotundo «ni de broma» ante la idea de heredar su negocio, «les parezca que este trabajo no vale la pena». «No resultamos atractivos a la gente joven, y eso es un problema enorme. Veo jóvenes que vienen aquí a trabajar y dicen: ‘si tengo que hacer lo que haces, ni de broma’. Pero es que si no se hacen las cosas, si no se tira de la empresa... Sola no se sale, hay que darle un empujón» y, admite, «para ganar lo que se gana aquí hay otras maneras más fáciles y con más tiempo libre», un recurso que piensa que hoy se valora «mucho más que los ingresos».
Sorteado el mal trago, Mar es positiva y cuenta que «a día de hoy no tenemos problemas económicos». Dice que este año no solicitará ayudas más allá de la que se ofrece para invertir en la transición digital para no «ocupar el sitio de otros que a lo mejor lo necesitan más». «Estamos bien y trabajamos bien», asegura, «y gracias a este aprendizaje [la agencia] nunca estuvo cerrada más tiempo del que nos obligaron». ¿El secreto? Para ella, la constancia: «aquí no vale el sprint de un día y después desinflarse», sentencia: «Esto es la ‘limadura del judío’, la pasada diaria».
Asegurar un músculo
Aitor Rei también es veterano en su sector. Hoy está al timón de la productora Boneca Lareta en la rúa Bedoya, en Orense, pero empezó junto a dos amigos a cargo de espectáculos de calle y ante ellos vio un nicho de oportunidad. «Estábamos en una cosa peculiar –conducíamos motos y bicicletas subidos en zancos– y no había nadie que en toda España que hiciera eso. Con muy poco montamos un espectáculo y empezamos a tener muchísima demanda a nivel estatal» llegando a girar «por toda España». «Al principio uno se dio de alta como autónomo y contrató a los otros dos. De ahí dimos paso a una sociedad limitada y, después de un par de años, cada uno quiso tomar su camino. Yo continué con la SL», relata. En esa época, ya al frente de Boneca, Aitor abordó la producción documental, «un mercado totalmente diferente» que exigía volver a hacer los deberes. Su «obsesión» desde la crisis de 2009 –explica que fue en 2012-2013 cuando su empresa vivió «el momento más bajo»– fue asegurar «que en caja siempre haya suficiente para que, si no hay ningún ingreso, la empresa sobreviva dos años». Y la existencia de ese músculo resultó ser clave: «Bajamos en un 70% la facturación, pero decías: ‘bueno, es suficiente con que lo que ingrese dé para cubrir gastos y no tener que meter la mano a los ahorros
estos dos años’. Y así fue», constata. Preguntado por su trabajo, Aitor confirma que «hay sinsabores, pesa la responsabilidad, pasas momentos de ansiedad»; pero anuncia que, sin lugar a dudas, hoy «no lo cambiaría por nada».
«Es o ahora o nunca»
«Yo soy cocinera y llevaba muchos años trabajando en hostelería aquí, en Santiago», cuenta María José Ramil, propietaria del restaurante Casa dos Xacobes, situado en la rúa Algalia de Abaixo. Narra que fue «encadenando muchos trabajos y me iba al poco tiempo porque no estaba contenta», pero llegó un momento en que se planteó «si no lo hago ahora, no lo hago nunca». Así que encontró un local que le gustaba y abrió su negocio junto a su hijo, también cocinero, en 2019, «justo antes de la pandemia». Dice que «el arranque fue muy bueno». Con todo, cuando estaban «empezando a facturar con regularidad» se toparon con que «de un día para otro hay que cerrar». Pero «los gastos fijos del local los tenías, también tenías que pagar los créditos... Eso fue muy agobiante», recuerda. «Me puse a hacer comida a domicilio» para tener algo de ingresos, relata, pero «más que nada para mantenerme ocupada».
«Por suerte, después de cuatro años, toca madera», cuenta sonriente, señalando que, eso sí, «nos costó muchas horas y muchísimo trabajo». María José reconoce que, aún ahora, cuando «vienen dos días en los que trabajo fatal ya me agobio», pero es algo que sabe que «no depende de ti, sino de la gente» y le pasa «a quien tiene un restaurante y a quien tiene una tienda de ropa».
Tatiana Valle, también hostelera, dirige su propio bar en la rúa Ceferino Armesto, en Viana do Bolo: O Callejón. En 2018 decidió lanzarse a emprender animada porque «había escuchado sobre ayudas para pequeñas empresas que daban muchas facilidades. Pero bueno, al final» no encontró «nada de eso», lamenta. «Al principio arrancamos muy bien, pero un año después vino el Covid. Vaya palo. Tuvimos que cerrar», expresa, recordando esa época como «horrible». «Cogimos alguna ayuda que estaban dando», dice, aunque la supervivencia del negocio drenó una parte importante de sus recursos propios. Incluso ahora ve que su ritmo «está flojo». Cuenta que más de una vez pensó en dejarlo «porque no das pagado todo, cada vez te piden más y más cosas». A su negocio, como al de tantos otros autónomos que los salvaguardan con sus recursos, se lo comen los gastos. «Al final dices: ‘si fuese ahora, no hubiese abierto el bar.’ La verdad es que te quitan las ganas de todo». No es difícil de creer cuando lo que comenzó por vocación se reduce a «pagar para trabajar» y «trabajar para pagar el mes», relata. Muy a su pesar, si un autónomo en ciernes le preguntase, Tatiana le aconsejaría «que no emprendiese». «No es el momento, qué va».
Iniciativa versus incerteza
A pesar de todo, el panorama lo dibuja en su totalidad un conjunto de experiencias muy diverso. María José cree que «cuando tienes una idea» hay que «tirar para delante y ponerla en práctica». Y Mar considera importante que siga existiendo ese espíritu de emprendimiento: «Por supuesto que te animaría, porque pobres de nosotros si no viene una generación detrás. Si no nos acompañan, ¿cerramos todos los negocios? ¿No generamos empleo? ¿Vamos a depender todos del Estado?». Pero, para que funcione, Aitor subraya que «lo crucial es sacar las cuentas. Estudiar el mercado, lo que vas a hacer y tus propios recursos», y comparte que le da «mucha pena» ver que un negocio cierra sus puertas por no haber hecho un estudio de antemano. Resume que «la clave» es un manejo coherente de los recursos para asegurar que hagan frente «al gasto fijo de mantener la puerta abierta», aunque admite que «depende del negocio». En su caso, lo tiene claro: «Mi obsesión siempre fue esa: mantenerse. Hay que tener al mínimo los gastos, porque en un momento dado puedes tener a muchísima gente trabajando y en otros momentos estar tú solo».
El panorama lo dibuja un conjunto de experiencias muy diverso, pero en todas ellas se hace crucial una intensa planificación previa