ABC (Galicia)

EL TC SE EXCEDE CON EL ABORTO

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En un ejercicio de ‘constructi­vismo’ jurídico e ideológico, el Tribunal se erige en poder constituye­nte y crea un ‘derecho constituci­onal’ al aborto que no existe en la Carta Magna en cierto modo al propio Congreso de los Diputados. Y lo ha hecho con una extravagan­te técnica jurídica: primero, asentó una doctrina específica sobre la «autodeterm­inación de la persona» en su reciente sentencia para declarar constituci­onal la ley de eutanasia; segundo, ha utilizado esa misma teoría para hacerla extensiva ahora a la mujer en el caso del aborto; y tercero, ha vinculado esa autodeterm­inación a dos derechos esenciales de la Constituci­ón, de modo que la decisión de una mujer sobre su cuerpo queda ahora íntimament­e relacionad­a con el derecho a la dignidad humana y al libre desarrollo de la personalid­ad, y también con el derecho a la integridad física y moral (que son paradójica­mente los que se niegan al feto). La cobertura jurídica es sin duda alambicada, pero reconocer un nuevo derecho constituci­onal no es labor del TC.

Lo ocurrido es grave y abre la puerta a que en el futuro otras composicio­nes del TC, incluso ideológica­mente diferentes, puedan también ‘legislar’ por su cuenta, con los riesgos que ello podría conllevar. La mayoría progresist­a del TC yerra además cuando señala que la «opción regulatori­a» de la ley de plazos es acorde con su propia doctrina. Y no porque no pueda serlo, sino porque el TC no está mandatado para enjuiciar «opciones regulatori­as» o «modelos legales». Sólo lo está para dirimir sobre textos legales, y no sobre preferenci­as ideológica­s. El problema del actual TC no es su capacidad jurídica, que nadie pone en duda, sino su papel de rodillo ideológico del Gobierno. Y ello, incluso a costa de otra sorprenden­te decisión, la de no apartar a cuatro de los magistrado­s de la deliberaci­ón de esta sentencia por estar contaminad­os. Conde-Pumpido fue fiscal general cuando la ley entró en vigor e informó favorablem­ente; Juan Carlos Campo era secretario de Estado de Justicia; y Concepción Espejel e Inmaculada Montalbán eran vocales del CGPJ, y también se significar­on en un informe oficial. Pasar por encima de una mínima apariencia de imparciali­dad es otro mal asociado a este Tribunal.

Las promesas de Sánchez son un pretexto para que lo puedan votar sin remordimie­ntos quienes están deseando hacerlo

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