Con su presencia en los países suramericanos, chinos y rusos intentan devolver a Washington la en su área de influencia
Durante décadas, China se ha sentido físicamente cercada por la alianza de Estados Unidos con los países de la llamada ‘primera cadena de islas’ de Asia-Pacífico (Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas) y por el resto de estrechas relaciones comerciales y diplomáticas que Washington mantiene con otros vecinos de la región. Si Pekín quiere sacarse de encima la presión de EE.UU. en el mar del Sur de China, de igual modo Rusia busca terminar con la aproximación a sus fronteras que ha estado llevando a cabo la OTAN con su ampliación a territorios que fueron de la Unión Soviética.
La respuesta de Xi Jinping y de Vladímir Putin pasa por pagarle a Washington con la misma moneda, y aunque para ellos resulta difícil acorralar a EE.UU. en América del Norte, al menos intentan devolverle la estrategia de rivalizar en su área de influencia.
Así, China ha desplazado a EE.UU. como principal socio comercial de Suramérica, en cuya economía ha adquirido cada vez mayor peso mediante créditos millonarios (que cargan a los países beneficiarios con una alta deuda) y una creciente penetración de empresas chinas en variedad de sectores. Rusia se ha focalizado en Centroamérica y el Caribe, el ‘patio trasero’ más próximo de EE.UU., con iniciativas que incluyen la cooperación militar.
Hasta ahora, Moscú había sigo algo más osado en las formas y más directo en su expresión de amenaza, pero la reciente ‘crisis de los globos chinos’ muestra que a medida que una confrontación por Taiwán puede acercarse, Pekín se aproxima más en sus movimientos al propio EE.UU.
y aunque ha habido un notable descenso de adquisiciones en los últimos años