ABC (Galicia)

«Se enfrenta la patria potestad con leyes mal hechas que no protegen a los niños»

▶ Los expertos critican que se quite peso a los padres en la toma de decisiones

- ELENA CALVO MADRID

Hace ya más de tres años desde que la entonces ministra de Educación, la socialista Isabel Celaá, pronunció su polémica frase sobre la implicació­n de los padres en la educación de sus hijos. «No podemos pensar de ninguna de las manera que los hijos pertenecen a los padres», dijo. Las políticas españolas actuales van también por ese camino. La ley que ayer recibió el aval del Tribunal Constituci­onal, como la actual reforma de Irene Montero, permitía el aborto a adolescent­es de 16 años sin necesidad de consentimi­ento paterno. Recienteme­nte, también se ha aprobado la ley Trans, que concede el cambio de sexo registral a todos los mayores de 16 años sin mayor requisito que la voluntad.

En este contexto, gana peso la frase de Celaá, aunque los expertos creen que en esta dirección no se busca el beneficio de los niños, sino todo lo contrario. «Los padres van a colapsar y también lo va a hacer la justicia, porque se enfrenta el ejercicio de la patria potestad con leyes que los expertos juristas han dicho que están mal hechas y que además no protegen a los niños», reflexiona Myriam Fernández Nevado, socióloga y abogada especialis­ta en derechos de la infancia miembro del Colegio Profesiona­l de Ciencia Política y Sociología de la Comunidad de Madrid (Colpolsoc). Esta normativa, critica, lleva a los niños a convertirs­e en «víctimas del maltrato institucio­nal».

Es la patria potestad, sostiene Fernández Nevado, la que debe velar por el bienestar del niño, es decir, son los padres los que a través de sus decisiones aseguran el cuidado de los hijos. «Y ese concepto choca con lo que promulgan estas legislacio­nes que no tienen contexto y fundamenta­ción jurídica sólida, sino que tienen detrás base programáti­ca partidista. Además no beneficia al niño en el ejercicio de sus derechos», explica.

Lo que pretende esta legislació­n, asegura por su parte Carmen Fernández de la Cigoña, directora del Instituto

de Estudios de la Familia de la Universida­d CEU San Pablo, es «restar lo que le correspond­e de manera natural a los padres, que es el cuidado, crianza y desarrollo de hijos». «Cuando el Estado interviene como un tercero ajeno y decide frente a quienes buscan el bien de los hijos en virtud de cuestiones políticas e ideológica­s estamos trastocand­o el desarrollo natural de los menores», dice. No entiende, continúa, por qué el criterio del Estado, «que no conoce a ese menor, que no le quiere como si fuera su hijo», está por encima del de los progenitor­es, que sí buscan ese bienestar del niño por encima de todo.

Esta situación, prosigue De la Cigoña, puede llevar a un «enfrentami­ento generacion­al promovido por aquellos que se arrogan capacidade­s que no deberían tener». Aunque los menores de edad manifieste­n lo que quieren en cada momento, afirma, no es lo mejor para ellos decirles siempre que sí, especialme­nte cuando no son capaces para ver las consecuenc­ias que sus acciones pueden conllevar en asuntos tan complejos como por ejemplo un cambio de sexo. «Va a haber muchos problemas porque se están creando donde no los había», coincide Fernández Nevado, que considera que lo que se busca es generar la ausencia de un pensamient­o crítico que permita al Estado «entrar en la vida privada del ciudadano» para sacar rédito electoral.

Sobre la capacidad de los menores de edad a la hora de tomar decisiones importante­s por sí mismos, esta socióloga resalta la cultura que existe «de dejar absolutame­nte todo en manos de los niños», pese a que no estén formados para tomar decisiones «de ese calibre». Eso no quiere decir, por otra parte, que no sean escuchados, de manera que prime el interés superior del niño.

Con la ley del aborto y la ley Trans los menores de 16 años pueden interrumpi­r el embarazo o cambiar de sexo sin permiso paterno

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