Hibernación artificial para viajar al espacio y tratar enfermedades
▶ Con ultrasonidos baja la temperatura corporal, la frecuencia cardiaca y el metabolismo
Todos conocemos el caso de la hibernación de los osos: con la llegada del invierno, su metabolismo se ralentiza, la temperatura corporal baja hasta el mínimo necesario para mantener activas las principales constantes vitales, reduciendo así drásticamente el consumo de energía que el cuerpo necesita. El ritmo cardíaco también se hace más lento, la respiración más débil y la actividad cerebral se reduce hasta quedar en los niveles de subsistencia. Al volver a despertar, aunque algo más delgados, están perfectamente sanos.
Los investigadores llevan décadas preguntándose si podría inducir un estado parecido en humanos para ‘parar’ enfermedades potencialmente mortales (como el ictus o la insuficiencia cardíaca, donde la hibernación puede ser neuroprotectora) o para realizar viajes espaciales más allá de la Luna (de hecho, la primera visita humana a Marte, prevista para la próxima década, se simplificaría mucho con este sistema). De momento, no hay ningún método, pero la ciencia va dando pequeños pasos. El último, conseguir inducir ese estado en ratones –que naturalmente hibernan– y en ratas –que no lo hacen– mediante el uso de ultrasonidos. Los resultados acaban de publicarse en la revista ‘Nature Metabolism’.
El equipo dirigido por Hong Chen, ingeniera biomédica de la Universidad de Washington, en St. Louis (EE.UU.), indujeron a un estado de letargo que han bautizado como ‘torpor’ a ratas y ratones mediante un sistema de ultrasonido que estimula el área preóptica del hipotálamo en el cerebro, que ayuda a regular la temperatura corporal y el metabolismo.
Cuando fueron estimulados con el dispositivo, una especie de altavoz con el que no es necesario manipular el interior del cerebro, los ratones mostraron una caída en la temperatura corporal de unos 3 ºC durante aproximadamente una hora. Además, el metabolismo de los ratones mostró un cambio desde el uso de carbohidratos y grasas como energía a solo grasa, una característica clave del letargo, y sus frecuencias cardíacas se redujeron en aproximadamente un 47%, todo mientras estaban a temperatura ambiente.
El equipo también descubrió que, a medida que aumentaba la presión acústica y la duración del ultrasonido, también aumentaba la profundidad de la temperatura corporal más baja y el metabolismo más lento, lo que se conoce como hipotermia e hipometabolismo inducidos por ultrasonido (UIH).
En la rata, que no entra naturalmente en letargo o hibernación, el equipo probó el mismo método y encontró una disminución en la temperatura de la piel, particularmente en la región del tejido adiposo marrón, así como una caída de aproximadamente 1 ºC de la temperatura corporal, asemejándose al letargo natural. Si bien los resultados son más pobres que en ratones, estos se muestran como prometedores.
«Este método tiene el potencial de conseguir un objetivo que se persigue desde los años 60», señala Chen. «La estimulación por ultrasonido posee una capacidad única para llegar de forma no invasiva a regiones profundas del cerebro con alta precisión espacial y temporal en cerebros animales y humanos».
El Papa Francisco mantuvo ayer una emotiva conexión por vídeo conferencia con una residencia de mayores de Granada. Durante el «viaje virtual» de casi diez minutos, el Papa respondió a una pregunta de una anciana y bromeó sobre el calor y el ruido de sus fuentes en la ciudad andaluza. «No hay derecho a que los ancianos mueran aislados, necesitan ver que sus raíces fructificaron», dijo.
Granada fue una etapa de la visita virtual que el Papa hizo ayer tarde a sedes de proyectos de la «Fundación Pontificia Scholas» en Europa y América Latina. Durante la conexión con la «Residencia para Mayores Claret», el Papa vio una sala abarrotada de ancianos acompañados de jóvenes, muchos de ellos sentados en el suelo. «Gracias santidad por estar aquí, parece un sueño», le ha saludado una anciana con acento andaluz. Luego, visiblemente conmovida, le ha pedido que les contara «alguna conversación con una persona mayor de cuando él era joven».
El Papa recordó que cuando era niño le cuidaban sus abuelos, pues su madre tenía que ocuparse del resto de hijos. «Con ellos tuve los diálogos más profundos. Ahí aprendí muchos valores, y nació esa certeza de que hay que volver a las raíces», aseguró. «La sociedad se echa a perder cuando se rompe la unión entre raíz y tronco, se seca como un árbol», avisó. Aunque no intervino, entre los invitados estaba el arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, que intercambió gestos de complicidad con el Pontífice cuando entre bromas, Francisco elogió Granada.
El dispositivo fue probado en ratones, que hibernan de forma natural; y en ratas, que no entran en letargo