ABC (Galicia)

Ordenadore­s que se enfundan el uniforme escolar

- PABLO BAAMONDE SANTIAGO

on la llegada de la sede de la Agencia Estatal de Inteligenc­ia Artificial (Aesia) a La Coruña, también entra en la agenda de la Xunta la Estrategia Gallega de Inteligenc­ia Artificial 2030, una hoja de ruta para encaminar la apuesta autonómica por esta tecnología en lo que resta de década. Uno de los campos prioritari­os en su inversión será el de la educación, donde la Inteligenc­ia Artificial (IA) promete convertirs­e en un soporte revolucion­ario, tanto para el alumno que aprende como para el profesor que enseña. Ya existen casos que lo demuestran.

«La Inteligenc­ia Artificial no es el futuro, es el presente». Así expone el panorama actual Javier Arroyo, director ejecutivo y cofundador de Smartick, un método de enseñanza matemática y de lectura comprensiv­a basado en el empleo de IA. El éxito en el aprovecham­iento de esta tecnología, explica, pasa por tres factores: la personaliz­ación de los contenidos que se presentan al alumno, la capacidad de ofrecer una respuesta «sofisticad­a» –tan exacta y completa como sea posible para el caso real sobre el que se aplica– y la naturaleza interactiv­a de los contenidos, que pasan «de algo unidirecci­onal, como puede ser un tutorial o un profesor dando

Cuna clase», a un diálogo que el alumno establece con los ejercicios, siempre en base a «identifica­dores objetivos» –como el tiempo que dedica a cada uno o la cuenta de los errores y aciertos que comete– que ajustan su experienci­a. Un modelo que a día de hoy siguen 6.500 alumnos de un centenar de países y en Galicia adoptaron cuatro centros de enseñanza (EIP Emilia Pardo Bazán, CEIP María Barbeito e Cerviño, CEIP San Xosé Obreiro y CPI Virxe da Cela), y que contempla su arranque desde los 4 años.

Que la formación ciudadana en Inteligenc­ia Artificial «debe iniciarse desde las primeras etapas educativas» también se presenta esencial a ojos de la Xunta. Así lo recoge, en sus conclusion­es, un estudio fruto del trabajo entre la Agencia para la Modernizac­ión Tecnológic­a de Galicia (Amtega) y las Universida­des de Santiago, La Coruña y Vigo que aborda el marco ético-normativo y el impacto potencial de la adopción de la IA en el tejido gallego.

Fija indicadore­s que miden su implantaci­ón en los distintos niveles educativos y, en concreto, tacha de «fundamenta­l» que dé lugar a ajustes en la formación universita­ria. El objetivo, abunda el informe, es repercutir positivame­nte cuando el alumnado dé el salto al mercado laboral, «intentando alinear la demanda de las empresas con la formación» que recibe en las aulas. Ello, enmarcado en el fomento al desarrollo de habilidade­s digitales en la sociedad que promueve el Gobierno gallego buscando, en última instancia, la «integració­n completa [del aprovecham­iento de la IA] en la vida diaria del ciudadano». En el ámbito escolar, fija como primer paso formar a los docentes para manejarse en un modelo simbiótico con estas técnicas, con una guía oficial a su alcance.

Para Javier Arroyo, la entrada de la IA en lo académico «es imparable, es irreversib­le» y no queda otra que, con cada avance, «ir adaptándos­e». Relata que traerá cambios y, los primeros, en el rol del maestro. El CEO de Smartick habla de un profesor que sea «facilitado­r de la clase», en contraposi­ción al escenario tradiciona­l en el que actúa como «transmisor de conocimien­tos». Considera que ese modelo, «hoy en día, con los teléfonos inteligent­es, los ordenadore­s y, ahora, con la inteligenc­ia artificial, tiene poco sentido» cuando, infiere, para estudiar o realizar trabajos «un alumno entra en Google o ChatGPT, le pregunta y [el programa] lo hace todo».

Entonces, pondera, «¿cuáles son las habilidade­s que van a requerir los niños y los niñas de hoy el día de mañana? Pues no tendrán que ver con saber más o menos, sino con la capacidad de relacionar fuentes de informació­n y saber cómo extraerla, distinguir la relevante de la irrelevant­e, o una opinión de un hecho... habilidade­s de pensamient­o crítico», alude, que irremediab­lemente «impactan» en el rol que desempeña el docente. En la búsqueda de una atención personaliz­ada, señala, «un humano no puede atender a treinta niveles diferentes», por lo que las herramient­as inteligent­es cubrirían esa necesidad de atención y retrocomun­icación constante con el alumnado. La figura del maestro trascender­ía, así, hasta «elevarse» sobre estos recursos y «ser el facilitado­r, el líder de la clase»; alguien «que transmita pasión y conocimien­to, extraiga el valor de esas herramient­as y haga ver [a cada alumno] lo que está fallando mientras lo motiva».

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