Caballero, superado por la crisis de los buses de Vigo: huelga indefinida y servicio pésimo
▶ La negociación entre la concesionaria y los trabajadores está rota y los vecinos salen a la calle a exigir soluciones
Amediados de la década de los ochenta, Abel Caballero fue ministro de Transportes de uno de los gobiernos de Felipe González. Pero casi cuatro décadas después, el alcalde que colecciona mayorías absolutas en Vigo es incapaz de solucionar el drama del autobús urbano en su propia ciudad: una huelga indefinida de sus trabajadores, unas negociaciones rotas entre la concesionaria y el comité de empresa y un servicio público deficiente, que indigna a los usuarios, que ya salen a la calle a exigir a Caballero soluciones.
El conflicto se remonta a 2020, un año que estaba marcado en rojo por los trabajadores de Vitrasa, la empresa concesionaria que gestiona el servicio de autobuses urbanos de la ciudad. En junio de ese año se acababa la concesión, y, ante el escenario incierto por la pandemia, Caballero decidió prorrogarla cinco años más. También caducaba ese año el convenio colectivo de los empleados de Vitrasa; empezaron las negociaciones para uno nuevo, pero el confinamiento las abortó.
El bajón de viajeros por la pandemia afectó a los ingresos de la empresa, que, a modo de compensación recibió, en dos tandas, unos 5,7 millones de euros del Estado para reequilibrar sus cuentas. Al año siguiente, los trabajadores quisieron volver a negociar un nuevo convenio, pero la empresa alegaba que el dinero púbico recibido no compensaba las pérdidas. Decían que no estaban en condiciones de sentarse a la mesa. No solo eso: Vitrasa quería rebajar provisionalmente un 30% el sueldo de sus empleados durante un año –y un 14% el segundo–, además de incrementar horas de trabajo, encendiendo los ánimos de los empleados, que empezaron a movilizarse y convocar paros parciales.
Ante ese escenario, los trabajadores pidieron la mediación del Ayuntamiento, pero el gobierno municipal de Caballero echaba balones fuera. «Lo único que hacían era decirnos que cómo pretendíamos que negociaran, si la empresa tenía pérdidas», explica a ABC Imanol Arnoso, el presidente del comité de empresa de Vitrasa. Esas era las justificaciones que les ofrecía el concejal del ramo, porque el alcalde, ni entonces, ni ahora, ha accedido a reunirse con los trabajadores.
El alcalde, lejos de mediar en el conflicto, se pone de perfil ante el «caos» que denuncian los usuarios, los grandes perjudicados
Y de aquellos polvos, estos lodos. Los trabajadores intensificaron sus protestas, con más jornadas de huelga, que en noviembre del año pasado se convirtió en indefinida. «Nosotros necesitamos, por lo menos, actualizar los sueldos acorde con el IPC», explica el presidente del comité de empresa. Los representantes de los trabajadores y de Vitrasa volvieron a sentarse a la mesa en una docena de ocasiones, pero la empresa, a finales de febrero, dio por rotas las negociaciones. No quieren volver a reunirse hasta que los trabajadores «pongan fin a la huelga» y «abandonen la actitud chantajista que hace que sea imposible llegar a acuerdos de ningún tipo», decía Vitrasa el 27 de febrero en un comunicado. Y lamentaba que los trabajadores hubieran rechazado una oferta que incluía una subida salarial del 3%, un pago de 500 euros a cada empleado o mejoras en el calendario de vacaciones, simplemente a cambio de desconvocar la huelga indefinida y retomar las negociaciones del convenio. Decía también que los salarios de los trabajadores de Vitrasa están por encima de la media de los de la provincia. Poco antes, Caballero deslizaba que la empresa recibiría más inyecciones públicas, sin desvelar la cuantía.
En lo único que coinciden empresa y trabajadores es que los grandes perjudicados del conflicto, del que se culpan mutuamente, son los usuarios del autobús urbano. El pasado jueves, muchos salieron a la calle en una marcha convocada por la federación de vecinos Eduardo Chao. Su portavoz, María Pérez, explica a este diario que la situación es insostenible: «Ya antes el servicio era bastante deficiente, sobre todo hacia las zonas rurales, pero ahora es un caos». Antes de la pandemia, la flotaba oscilaba entre los 115 y los 120 autobuses. Vitrasa nunca recuperó esa cifra, y ahora, con los servicios
ALGUNAS CLAVES
El conflicto comenzó en 2020, pero desde noviembre del año pasado se convirtió en un paro indefinido. La empresa rompió las negociaciones.
El servicio ya era mediocre, sobre todo hacia zonas rurales, con retrasos y pocas frecuencias, pero desde noviembre es «un caos».
Caballero no ha querido recibir a los representantes de los trabajadores y delega en su concejal. Los vecinos le piden que sea mediador. mínimos de la huelga, son solo 49 los vehículos que circulan a diario. Desde la plataforma convocante de la marcha apoyan las reivindicaciones laborales de los trabajadores y señalan a Vitrasa, pero también a Caballero: «El Ayuntamiento es responsable, porque con el dinero de los vigueses se le está pagando a una concesionaria que no cumple con un contrato que tiene con el Concello. El Ayuntamiento no se manifiesta y debería ser el mediador». Recortes de líneas, de frecuencias, retrasos continuos, y el precio del billete sencillo que sigue en ascenso. Desde enero, cuesta 1,57 euros; es decir, 22 céntimos más del o que valía en 2020.
Barrios abandonados
Teis, medio urbano, medio rural, es uno de los barrios con más densidad de población de Vigo. No es ni mucho menos de las parroquias más periféricas, pero su comunicación con el centro es muy deficiente. «Estás en la parada y nunca sabes cuándo va a pasar el bus. Yo, directamente, nunca lo cojo», dice Brais, vecino de Teis. Pocas frecuencias y muchos retrasos. Esa visión la comparte Ana, que se autodefine «usuaria y víctima de Vitrasa». Lo usaba el fin de semana para ir al centro. El servicio era malo, pero con la huelga ya no es ni servicio: «No puedes contar con los autobuses, ni para ir al centro, ni, sobre todo, para volver luego», explica Ana. La odisea del transporte en el Vigo de Caballero. Sin carné ni coche propio, queda la carta, nada económica, del taxi. Y su funcionamiento tampoco es para tirar cohetes.