Lula da Silva rompe su equidistancia entre Occidente y el Sur Global
Primero Lula pretendió mediar en el conflicto ucraniano, pero enseguida quedó deslegitimado por decir que, con su invasión a gran escala, Rusia simplemente había reaccionado ante el acoso de la OTAN, lo que le ponía mucho más cerca de Moscú que de Kiev. Después se ofreció como mediador en el conflicto palestino, pero ha acabado por comparar la acción israelí en Gaza con el Holocausto nazi. De querer ser puente entre Occidente y el resto del mundo, guardando cierta equidistancia tan propia de la identidad brasileña –un país que se concibe a caballo entre el hemisferio norte y el sur, culturalmente occidental y al mismo tiempo parte del planeta emergente–, Lula ha pasado a alinearse en favor de Rusia y China, a quienes evita criticar, y en contra de EE.UU. y Europa, a los que acusa de los males del mundo.
Los últimos días importantes publicaciones como ‘Foreign Affairs’ y ‘The Economist’ se han referido a esa evolución de Lula. Cuando en enero de 2023 volvió al poder tras estar 12 años fuera de él, muchos celebraron el regreso de quien era recordado como líder reformador: en sus dos primeros mandatos abogó por cambios en el sistema institucional internacional para que Brasil y otros países emergentes tuvieron el peso que les corresponde. Pero ahora ya no es «reformador» sino «disruptor»: empuja en la misma dirección que Pekín y Moscú para la creación de un «nuevo orden internacional». Ciertamente la dinámica mundial ha cambiado respecto al tiempo del primer Lula y hoy se vislumbra una dinámica de bloques.
Si Brasil no intenta jugar a fondo el papel de puente conciliador en un mundo cada vez más polarizado, entonces se queda sin ningún protagonismo internacional que ejercer y le resta la función de comparsa. Por eso ‘The Economist’ advierte que las últimas actuaciones de Lula, que califica de «gafes», «restan brillo» a la cumbre del G-20 que Brasil albergará en noviembre y que pretendía significar la «vuelta de Brasil» tras los años de cierto aislacionismo de Bolsonaro.‘Foreign Affairs’ es más contundente: «Sus declaraciones y acciones han arrojado dudas sobre su papel como conciliador y campeón de los marginados». Ni siquiera sus credenciales medioambientalistas son suficientes, pues está apostando por una expansión de la producción de hidrocarburos para dotar a Brasil del poder de un «petroestado» asociado a la OPEP, lo que le puede generar incongruencias como anfitrión en la Cumbre del Clima COP30 del año que viene.
El liderazgo de Lula en el continente americano también ha quedado desvaído. En su vuelta a la presidencia apostó por reavivar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y por resucitar la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). Sin embargo, esto no está sucediendo exitosamente. La cumbre de la Celac se acaba de celebrar con la ausencia de varios mandatarios (entre ellos nada menos que los de México, Argentina, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay y Paraguay) y sin interés en los medios. Su distanciamiento con presidentes tanto de derecha como de izquierda le dejan sin estrechos aliados de peso en la región, en la que está encarnando la voz más radical.
Tampoco la ampliación de los BRICS le favorece del todo, en tanto que Brasil se ve más diluido en una organización ampliada. Ahí a Lula le queda encabezar las nuevas incorporaciones como las de Egipto y Etiopía.
Fue precisamente en una visita en febrero a la capital etíope donde dijo que «lo que está pasando en la franja de Gaza con el pueblo palestino no existe en ningún otro momento histórico. De hecho, existió cuando Hitler decidió matar a los judíos». Lula luego matizó que no había usado la palabra «holocausto».
Allí mismo, al ser preguntado por la muerte de Navalni, evitó toda palabra que pudiera molestar a Putin. Hay quien interpreta estas afirmaciones como un intento de Lula de galvanizar a su electorado de izquierda, que en ocasiones se siente desatendido por un Gobierno que también incluye un componente centrista. Pero lo que consigue es vigorizar la derecha, como se vio en la reciente gran manifestación opositora, y alienar potencias occidentales cuyo apoyo necesita para lograr ciertos propósitos internacionales.
El líder brasileño se alinea a favor de Rusia y China contra EE.UU. y Europa, a los que acusa de todos los males