Un Sánchez de derechas
La tan cacareada mayoría social es solo un cubata de culines con todo el que jamás se verá en otra como esta
ASUMAMOS ya que la pedagogía no funciona. Da igual cuántas veces y qué reputadas firmas expliquen, de manera clarísima, lo que implica la amnistía. Ya se ha dicho todo y lo han dicho todos. Y no sirve para nada. Y da lo mismo porque no hay detrás de la iniciativa un afán conciliador ni la convicción de determinada ideología. Detrás solo está la pura transacción: dame tus votos y te doy lo que me exiges. ¿Qué cuestan esas botas? ¿Cuánto esta poltrona? Apúntemelo a cuenta. Eso y la connivencia fanática del ultra, de aquel que solo debe fidelidad a unas siglas, ni siquiera a unos valores. Mero mercantilismo al servicio de la ambición personalista. Aunque nos lo vistan de domingo y le peinen los bucles.
Lo peor es que ni siquiera se está comprando el poder, sometido siempre al capricho de la servidumbre debida. Aquí el intercambio es puntual (esto cuesta la amnistía, esto cuestan los presupuestos). Aquí lo que se ha comprado es la ostentación del poder. El título de presidente, para que nos entendamos. La tan cacareada mayoría social es solo un cubata de culines con todo el que jamás se verá en otra como esta. Ahí radica el acuerdo, en la aglutinación de sensibilidades minoritarias a las que lo único que les une es el afán por evitar la alternancia en el poder. O, dicho de otra forma, que sea el PP quien pueda ganar unas elecciones.
Y a eso es a lo que en neolengua sanchista se le llama «pluralismo político». Otro de esos eufemismos, bajo el que lo que se esconde es el desprecio por el verdadero pluralismo político. Que no sería otra cosa que la pacífica y respetuosa convivencia de diferentes ideologías bajo el marco constitucional. Porque, no olvidemos, la pluralidad política se encuentra contemplada como valor superior junto a (que no por debajo de) la libertad, la justicia y la igualdad.
Da igual, insisto. Se pueden desgañitar reputados juristas y filósofos. Da lo mismo cuántas tribunas y terceras se escriban, cuántas columnas. Dan igual las manifestaciones y las protestas. Porque detrás, digo, no hay nada sólido, solo el capricho. Debemos asumir ya que, frente a alguien sin freno alguno (ni moral, ni ético, ni económico, ni jurídico, ni social, ni ideológico), la estrategia no puede ser la de la razón.
Una vez asumido esto, sin embargo, el más preocupado debería ser, precisamente, el votante socialista. El que piensa que ser de izquierdas es lo único moralmente aceptable (con la que está cayendo). Si consiente en validar la voladura de toda garantía jurídica, la igualdad entre ciudadanos, la separación de poderes, la Constitución misma… ¿Qué ocurriría de llegar al poder la derecha, esa gentuza, tras unas elecciones legítimas? De ser tan terrible como la pintan, ese enemigo a la medida, deberían ser los primeros en defender una democracia radical y la defensa de un riguroso Estado de derecho. De los mecanismos de defensa frente a abusos e injerencias partidistas. Por si viene un Sánchez de derechas.