A la contra
CARTAS AL DIRECTOR
Nunca, en mi ya larga vida, he sentido afecto por partido político alguno. Siempre fue el sarcasmo barojiano mi referente hacia la crítica. Lo cual no ha sido óbice para que siguiera la pista de los que pululan por nuestro país, todos de trayectoria corta, con la única excepción del Partido Socialista, que ya va para el siglo y medio de existencia. Una auténtica calamidad para nuestro país, por lo largo y desafortunado en cuanto a sus políticas y mandos, con alguna excepción puntual, como Besteiro o Felipe González, quienes por cuestiones puntuales exhibieron dignidad y mérito, pese a la radicalidad de las bases. Viene esto a cuento de la situación en que nos encontramos ahora, en manos de un presidente que supera la radicalidad de los Iglesias, Largo, Negrín, etcétera, e incidiendo en el espanto e irracionalidad sin despeinarse («Dice mi padre que un sólo traidor puede con mil valientes», cantaba el rapsoda uruguayo Zitarrosa, allá por los 70). Hay quien incide en valoraciones clínicas, en lo cual no voy a entrar por razones obvias, o sea, no soy profesional de la cosa. Sin embargo, sus reacciones represivas son tan burdas y primarias que fuerzan al sonrojo ajeno. Tal es el caso de su campaña, primitiva y descarada, contra la señora Ayuso. En esta oportunidad, sin embargo, no lo duden, el despropósito resultará un canto providencial en favor de la presidenta madrileña, en forma de más votos y simpatías para las próximas elecciones de la Comunidad madrileña. Y es que la crítica improvisada de un hombre como Pedro Sánchez es el mejor pasaporte para el éxito futuro del criticado.