‘The Producers’: Broadway en estado puro
Mel Brooks.
Marc Gómez.
Àngel Llàcer y Enric Manu
Cambray.
Guix y Gerard Alonso. Myriam Benedicted. Enric Planas.
Udina.
Marc Alberto Faura.
Roc Mateu.
Helena Fenoy. Armando Pita, Ricky Mata, Mireia Portas, Àngel Llàcer, José Luis Mosquera, Raúl Maro. Nuevo Teatro Alcalá, Madrid.
Si alguien quiere saber lo que es un musical de Broadway, ha de ver ‘The Producers’ (‘Los productores’); no solo porque están contenidos todos los arquetipos y clichés musicales y dramáticos del género, sino porque retrata con una divertidísima y caricaturesca mordacidad, y muchas dosis de mala uva, toda la estructura sobre la que se ha construido la peculiar y adelantadísima industria teatral neoyorquina. Mel Brooks, uno de los grandes genios de la comedia en Estados Unidos, contó en una película la peripecia de un veterano productor teatral que, junto con un contable timorato con el secreto deseo de convertirse él mismo en productor, ponen en pie el peor espectáculo posible, bajo la máxima de que un fracaso puede proporcionarles a los productores mayores beneficios que un éxito. Treinta años después, Brooks lo transformó en una comedia musical (él mismo compuso la partitura) que, con doce premios Tony, hizo historia en Broadway.
A España llegó el musical en 2006 de la mano de Santiago Segura, que se enamoró de la obra en cuanto la vio y dijo ingenuamente, como su personaje Max Byalistock: «I can do it». Ahora Àngel Llàcer ha puesto en pie de nuevo el espectáculo, con el excelente aval de sus producciones anteriores: ‘La jaula de las locas’ y ‘Cantando bajo la lluvia’, en las dos junto a Manu Guix como director musical y Myriam Benedicted como coreógrafa.
Las armas de ‘The Producers’ son una hilarante sucesión de escenas, un libreto perfectamente armado dentro de su delirante disparate; unos personajes dibujados con trazo de extraordinario caricaturista; y una partitura que ‘suena’ a Broadway, con canciones pegadizas y chispeantes. Todos los números tienen un fin primordial: el espectáculo tal y como lo entienden los estadounidenses, que son, mientras no se demuestre lo contrario, los verdaderos maestros del difícil arte de entretener.
Àngel Llàcer sigue perfectamente las pautas y las reglas del musical clásico, y le añade unas gotas de revista española, saltándose la cuarta pared y transformando la escena inicial del segundo acto en un juego en el que intervienen algunos espectadores; una apuesta arriesgada que no siempre sale bien, y que se antoja innecesaria, porque la obra tiene, en sí misma, elementos para gustar y divertir –y mucho de las dos cosas– al público.
Porque la producción es impecable desde todos los puntos de vista; desde la adaptación, que elimina algunos elementos que entienden solo los ‘muy cafeteros’ del teatro musical, hasta la dinámica y luminosa puesta en escena, pasando por el verdadero activo de la función, que son los intérpretes, con Armando Pita y Ricky Mata en primer lugar; los dos son productores de altura y sostienen el exigente compás que exige la función, acompañados por el propio Llàcer, Mireia Portas, José Luis Mosquera y Raúl Maro.