Quién paga la fiesta
En España es demasiado fácil tirar por tierra el trabajo de un empresario
EN España es demasiado fácil insultar y destruir a un empresario. Lo hace la izquierda por afición, lo hace la derecha cuando pierde el control y quiere atacar a la izquierda a cualquier precio. Los empresarios tienen que convivir con administraciones de todos los colores y en un país tan intervenido como nuestro no se les puede criticar que vayan al límite, siempre dentro de la Ley, para buscar el método más ventajoso de interactuar con la administración. Es el caso de la familia Hidalgo, propietaria de Globalia. Yo no sé si la esposa del presidente del Gobierno actuó con el rigor y la prudencia debidos pero sé que Juan José Hidalgo es un gran empresario que ha creado una empresa extraordinaria partiendo de la nada.
Desde pequeño y para ayudar en casa trabajó en el bar y salón de baile de sus padres, en una panadería, en una carnicería y comprando y vendiendo pieles entre otros empleos. Emigró a Suiza y a su regreso fundó una empresa de autocares antes de crear Halcón Viajes y comprar Air Europa, que tiene en la actualidad más de 3.000 trabajadores y es una de las compañías más modernas de Europa: desde el principio lo fue y en 1993 rompió el monopolio de Iberia en España. Su hijo Javier es más atrabiliario y hay quienes consideran que le convendría una mayor pulcritud en sus relaciones sociales. Bien. Si la señora Sánchez merece algún reproche por haber hecho de más en su afán por quedar bien con los Hidalgo, no me opongo, pero debería tomarse en consideración que contribuyó a salvar una empresa muy relevante en el sector turístico, eje vertebrador de nuestra economía. Sobre todo la derecha, que se supone que entiende la importancia de la creación empresarial, tiene que evitar que la riña partidista acabe perjudicando a quienes todavía son capaces de crear riqueza y puestos de trabajo con su incansable labor. No pueden ser carnaza los que sustentan el país con su desvelo, su riesgo y su audacia.
Iberia iba a comprar Globalia en 2019 pero la pandemia frenó la operación. La empresa buscó liquidez para no hundirse en el confinamiento y con el monto de la venta ya hoy cerrada y que sólo depende del visto bueno de Bruselas, podrá devolver el dinero público que le fue prestado.
En España es demasiado fácil tirar por tierra el trabajo de un empresario. El Gobierno con su desalentadora presión fiscal y no importa si mandan socialistas o populares. La Agencia Tributaria con su brutalidad, las sentencias judiciales siempre favorables al trabajador aunque sea flagrante su fraude a la compañía; y ya no digamos la mayoría de los medios de comunicación o la turba siempre resentida, vengativa y ciega. Alguien debería preguntarse de vez en cuando quién paga la fiesta, y procurar que tenga ganas de seguirla pagando.
Yo estoy dispuesto a aceptar críticas a la familia Hidalgo pero preferiría escucharlas de alguien que haya hecho algo ni que sólo sea remotamente comparable a lo que don Juan José y su hijo han hecho por España.