Padre, maestro, mentor
Santiago Dexeus (julio de 1931 - 12 de abril de 2024) Impulsor en España de las técnicas de reproducción asistida, el médico barcelonés protagonizó algunos de los grandes avances de la ginecología en España
El pasado viernes falleció el profesor Santiago Dexeus. Resulta complicado abreviar un currículum que tiene una extensión de más de 500 páginas y más complicado aún resulta intentar resumir una vida.
Siendo yo su hijo parece casi imposible destacar sus virtudes sin caer en lo lacrimógeno. A la obvia tristeza que acompaña a la muerte de un padre, cabe sumar la pérdida del maestro, del mentor y del colega en la misma figura.
Mi padre tuvo la inmensa suerte de encontrar su vocación en la medicina. Siempre dijo que en su momento, tuvo que elegir entre seguir los pasos de su hermano Juan, abogado, o los de su padre y su hermano José María. Mucho más convincentes debieron ser estos últimos ya que se lanzó a la medicina con la misma pasión y brillantez que le habían caracterizado en sus años de colegial.
A un muy exitoso paso por la universidad, no exento de los conatos de rebeldía necesarios y propios de la edad y de la época, le siguieron unos años de formación en ginecología bajo la tutela de su hermano y de su padre, director de la maternidad provincial de Barcelona por aquel entonces.
Pronto destacó por su inagotable energía y capacidad de trabajo, por su inteligencia y por su habilidad en la tocurgia y muy especialmente en la cirugía. Consciente de que su formación quirúrgica era insuficiente, buscó ampliar sus conocimientos entre los grandes maestros italianos, franceses y británicos de la época.
Como profesional, fue protagonista de grandes hitos, como realizar la primera laparoscopia ginecológica en España y ser pionero en la prescripción de las pastillas anticonceptivas en nuestro país. En la clínica que llevaba su nombre se realizó la primera fecundación ‘in vitro’ española en 1984.
Fue tan buen médico como mal empresario. Es así, nunca se caracterizó por su capacidad empresarial. La salida traumática e injusta de la que fue su casa le obligó, nos obligó, a empezar de nuevo. No se amedrentó, no claudicó y nos empujó a todos para seguir adelante, siempre adelante.
Hombre culto, inquieto, ávido lector y entusiasta bailarín. Amaba el Empordà y amaba el mar. Amaba a su mujer Lola, de la que no soportaba separarse ni un minuto. Ejerció de abuelo con éxito el escaso tiempo que la enfermedad le regaló.
Admiraba y respetaba a su nuera y probablemente quiso más que a nadie en el mundo a su hija Thaïs.
En el final de su vida, cuando el temible alzhéimer le despojó de casi todos sus recuerdos, seguía hablándonos de sus proyectos, congresos, conferencias y estudios. Eventos que ya no existían más que en su indescifrable mente. Podía confundirnos a todos, podía no saber qué día era ni dónde estaba, pero nunca olvidó que era médico.
Fue un gran médico, lo digo yo por que lo viví así, y lo dicen también las muchas pacientes que dejó cuando se jubiló y que yo tengo la suerte de seguir viendo. Resulta agradable oír en boca de estas, lo mucho que le echan de menos y cuánto significó para ellas. Sinceramente creo que esto último es lo que le haría esbozar una última sonrisa, pícara y levemente torcida, como hacía siempre que algo le gustaba.
Padre, hace tiempo que te echamos de menos. Todos.
Hombre culto, inquieto, ávido lector y entusiasta bailarín. Amaba el Empordà y amaba el mar