La Maestranza: una plaza sin reconquistar
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perdiese un objeto que buscaba con talento en las continuaciones. Más fijo en cada repetición, con un tranco soberbio. Era este Picarón un toro para lanzar la moneda, para apostar de primeras. Prefirió el alicantino la corrección: series cortas y medidas, echando el cerrojo cuando la plaza conectaba. Fue lentísima esa primera serie con la diestra, sin apretarse el toro, apretándose el toro. Tan lenta como corta: tres y el de pecho. ¡Vaya! Menos acople tuvo al natural, incomodada su grande y desacompasada ‘franela’ por el viento. Visto con perspectiva, el mejor toro de la corrida. ¡Ay!
Si a la postre fue ese Picarón el toro de mayor calidad, el tercio de varas de Manuel Jesús ‘Espartaco’ al tercero fue lo de mayor emoción de la tarde. Como si uno de los gallardos lanceros del Rey Santo se jugase el tipo contra un contendiente
REAL MAESTRANZA
PLAZA DE TOROS DE SEVILLA. Miércoles, 17 de abril de 2024. Lleno de ‘no hay billetes’. Se lidiaron toros de Jandilla, de buena presentación y nulo juego. 1º, con ritmo y estilo; 2º, descompuesto y manso; 3º, tardo e intermitente en su tranco; 4º, sin celo; 5º, descompuesto; 6º, sin ritmo.
JOSÉ MARÍA MANZANARES, de azul noche y oro. Estocada (ovación); dos pinchazos y casi entera contraria (silencio).
ALEJANDRO TALAVANTE, de nazareno y oro. Estocada (silencio); estocada (silencio).
TOMÁS RUFO, de púrpura y oro. Pinchazo y estocada (ovación tras leve petición); estocada (ovación). musulmán. Una hazaña digna de contar: lejos le colocó Tomás Rufo a Zacateca, que como un tren acudió al cite. «Pum», sonó tras estrellarse este tercero de Jandilla contra el peto. Y Espartaco, que había atinado en el sitio, se desequilibró hacia la cuna de los pitones. Se afligía el percherón, se agarraba el piquero a su cuello como asidero de su salvación. Y qué gesto el de Manzanares, saltando tras él para rescatarlo, equilibrando el peso de la derrota. Un momento único, con la plaza en pie. También lejos se colocó Tomás Rufo de rodillas sobre el reclinatorio de la boca del riego. Con el viento haciendo de la muleta un pañuelo, con el torero a merced del toro. Su trazo mandón anduvo huérfano, sin ritmo el toro. Que tardaba siempre en venirse, que lo hacía intermitente. Unas veces con cadencia, otras a trompicones.