ABC (Galicia)

El acto final

- SALVADOR SOSTRES

La expulsión de Araujo fue un accidente como cuando se estropea la caldera y tienes que comprar otra y no contabas con ese gasto en aquel momento. Con algunos ahorros puedes solventarl­o. Pero si vives tan al día como el Barça de Xavi y de Laporta, te desplomas y caes por el agujero que deja el electrodom­éstico estropeado cuando lo retira el operario.

Ni la expulsión fue injusta ni fueron de recibo las quejas de Xavi. Es de entrenador menor, perdedor, dar la culpa al Barça. La pésima temporada del equipo y del club, pese al buen partido del Parque de los Príncipes, quedó el martes al descubiert­o por las consecuenc­ias de una falta que además era evitable. La reacción del equipo, aunque tuvo sus buenas ocasiones, fue desconecta­r de la realidad. El penalti de Cancelo fue de defensa descerebra­do. Que Vitinha estuviera solo a la salida de un córner no fue culpa del árbitro.

Cayó el Barça a peso, como ha ido cayendo a lo largo de la temporada. El espejismo de París no pudo tener continuida­d porque a la primera dificultad, el Barcelona se asomó con demasiado vértigo a la realidad de lo que es. La euforia tras en partido de ida —con la música de fondo de que Xavi revisaría su intención de marcharse— se hizo pedazos en Montjuic, y por mucho que se quiera apelar a una decisión arbitral —acertada— el Barça tuvo el martes otra de sus catastrófi­cas noches europeas y fue goleado por un equipo no tan invencible en su propia casa.

No hay proyecto deportivo. Cubarsí y Lamine Yamal son los dos únicos pilares sobre los que construir el nuevo edificio, con las dudas de la resistenci­a física de Pedri y de cómo saldrá Gavi de la lesión. Xavi no tiene una idea de cómo jugar al fútbol con los jugadores que tiene. No tiene ninguna idea para sacar provecho de ellos ni para mejorarlos. A veces le sale bien un partido pero eso es todo, como el martes quedó claro contra el PSG y en tantas tardes arrastrada­s de la Liga.

Laporta ha llevado al club a la quiebra técnica. El círculo virtuoso con el que contaba para continuar manejando las cuentas como en una «empresa familiar» tuvo el martes un serio contratiem­po, pero de todos modos el desastre deportivo y financiero habría podido, a lo sumo, disimulars­e: de ninguna manera corregirse.

Tal como es el entorno azulgrana, nadie le pedirá a Xavi que se quede ni él querrá hacerlo. La euforia de la semana pasada fue también pueblerina y yo estuve entre los que la azuzaron. El Barça es lo que reflejan sus finanzas y sus resultados deportivos. El acto final será la humillació­n de los socios, fanáticos y acríticos, que verán como el Laporta que votaron como salvador les deja sin club para vendérselo al árabe más rico —y más generoso en propinas— que el presidente encuentre en sus múltiples visitas a Arabia Saudí, Qatar y demás países asiáticos de esta calaña.

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