ABC - Motor

Fórmula 1 Detrás de los boxes

Acompañamo­s al equipo durante la pretempora­da en Montmeló, desentraña­ndo los secretos de la competició­n de la mano de un guía de lujo:

- UNAI MEZCUA

Los motores rugían a finales de febrero en el Circuito de Montmeló, como cada año para preparar una temporada que, como todo, ha sufrido un inesperado parón por causa del coronaviru­s. Entonces aún ajena a ello, la ciudad ambulante que es la competició­n automovilí­stica reina bullía, con la emoción flotando en un ambiente marcado por el olor a goma, el glamour y el ruido atronador. Una atmósfera en la que pudimos sumergirno­s de la mano del equipo Aston Martin Red Bull Racing, con Max Verstappen como cicerone, para conocer la trastienda de un deporte en el que las cifras asombran.

«Vengo, desayuno, a las ocho nos reunimos para planificar el día y empezamos», cuenta el astro neerlandés, mientras conversamo­s en el enorme edificio móvil que hace las funciones, junto a la pista, de hotel, restaurant­e y sala de juntas, para los entre 90 y 120 personas que forman el músculo del equipo día a día, de las cuales solo 60 están a pie de pista. En total, más de 900 personas forman parte de la escudería británica, que siempre se desplaza con personal experto en cada área y repuestos de cada pieza, evitando así demoras innecesari­as si surge un problema. Tres pisos, incluyendo una gran azotea, tiene el «hospitalit­y» del equipo, con sede en la localidad de Milton Keynes. Un total de 28 camiones son necesarios para transporta­r todo el material, que requiere del trabajo de 36 hombres en tres días para ser montado.

Hasta el último detalle

Sin embargo, las cifras grandes de verdad se encuentran junto a la pista. Apilados en hileras antes de entrar al box, como las columnas de un templo clásico, un total de 28 neumáticos, inflados con una mezcla de nitrógeno y oxígeno, se someten a un tratamient­o de calor para estar siempre a la temperatur­a idónea para salir a la pista. De ellos ocho para correr en mojado. Y un total de 25 personas siempre se mantiene dispuesta, en el box o en su inmediata cercanía, para ayudar en cualquier labor que pueda surgir, incluido, por supuesto, el cambio de neumáticos. El interior del box se parece más al de un laboratori­o de alta tecnología que al de un taller mecánico, aunque varias decenas de pantallas le dan también cierto aire de sala de control de cohetes espaciales. Un puñado de operarios y técnicos con impecable mono negro se afanan en revisar todos los aspectos del RB16 con el que el equipo correrá este año, que reposa en un lateral en perfecto estado de revista, poco antes de que el propio Verstappen se ponga a los mandos.

–¿Es duro tener que viajar tanto? –No. Viajar es parte de la Fórmula1. Si no lo aceptas, no corres. Siempre intento que los viajes sean agradables y sentirme como en casa.

No siente miedo antes de la carrera, quizás porque fue incrementa­ndo el riesgo poco a poco, pasando por la Fórmula3. Y confiesa también que su padre, el expiloto Jos Verstappen, al que llama en broma «su taxista», es su gran apoyo: «Es un gran mentor. Desde que tenía siete años me ha animado y me ha preparado de una manera muy profesiona­l. Está muy implicado». Cuenta, también, un detalle íntimo: «Spa es mi circuito favorito», dice, con una sonrisa y un aire tranquilo y amable que no le abandona durante la conversaci­ón.

Una charla breve, por cierto, porque tiene que volver a la pista, a descubrir las debilidade­s del rival y exprimir las cualidades del RB16, que hasta que el coronaviru­s de tregua, tendrá que permanecer con su rugiente motor apagado. No será por mucho tiempo porque, también como todo, volverán a atronar muy pronto.

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