ABC - Mujer Hoy Moda

PASIÓN BEAUTY

¿EL TEMPLO? LA PERFUMERÍA. ¿LA FE? EL MILAGRO DE LA COSMÉTICA. ¿EL SECRETO? ESE UNIVERSO DE CREMAS, POTINGUES Y PERFUMES NOS PROVOCA UNA ÍNTIMA FELICIDAD. DESCUBRE CÓMO VIVE SU PASIÓN UNA CONFESA (Y FELIZ) ADICTA A LOS PRODUCTOS DE BELLEZA.

- POR STEFANIE MILLA FOTOS: CHRIS CRAYMER

Habla una “adicta” a los cosméticos. cos

Lo con eso. Creo en los milagros. Bueno, no en todos. Solo en algunos. En concreto, en los milagros cosméticos. No me importa que el paso del tiempo, con sus consiguien­tes estragos faciales y corporales, la experienci­a o la pura evidencia me demuestren que ese tipo de milagros son más bien tirando a poco “milagrosos”. Mi fe en ellos sigue siendo inquebrant­able. Porque a pesar de que ya cargo unas cuantas décadas a la espalda, sigo entrando en una perfumería pensado que ¡allí, sí, allí! encontraré “el” remedio mágico. La crema que me va a fulminar la lorza (por supuesto, sin dieta y con una sola aplicación, ¡que para eso es una crema milagrosa!); el sérum que transforma­rá mi papada estilo “blandiblú” en una mandíbula a lada y tersa; y el no menos mágico contorno de ojos, que me elevará el párpado superior hasta llegar a esos dos centímetro­s más arriba donde estaba hace unos años... Eso por no hablar de la crema que borrará con más e cacia que el mismísimo Photoshop todo rastro de pecas, manchas, poros del tamaño del cráter del Etna y demás pequeñas indignidad­es cutáneas propias de todo ser

humano y su piel, especialme­nte de aquellos humanos que e ya vamos tirando a “viejunos”. Y es que, lo con eso, soy víctima de un grave proceso de “cosmeto lia” (el palabro me lo he inventado yo, no miren en el Diccionari­o de la RAE), que, en mi particular caso se traduce en una capacidad inmensa de buscar, selecciona­r, comprar, acaparar y disfrutar de todo tipo de cosméticos. Y en la necesidad de aplicarme algo (¡algo, el cosmético que sea! cada 15 o 20 mi-minutos). Por ejemplo, me aburro viendo la tele sin más: cualquier quier programa es el telón de fondo perfecto para untarme de aceite las cutículas, hacerme la pedicura o intentar practicar una exfoliació­n xfoliación

De la “cosmetofil­ia” es difícil librarse. ¿Cómo resistirse a esos olores deliciosos? ¿Cómo ignorar la promesa de verse más guapa?

sin espejo. Sin ir más lejos, ahora mismo encuentro al lado de mi ordenador un bálsamo de labios, crema para el contorno de los ojos, lima de uñas y unas pinzas de depilar (entre otros varios objetos itinerante­s) ¡Imprescind­ibles para la vida moderna! Y a la hora de hacer la maleta, la ropa la guardaré en 10 minutos. Pero, ¿el neceser? ¡Eso sí que es jugar al Tetris! Por no hablar de la cantidad de tiempo que me he pasado esperando ante las cintas de equipaje porque no encontraba consuelo pensando en renunciar a los tesoros de mi neceser, imposibles de embotellar en miniboteci­toscitos capaces de pasar la prueba del control de seguridad... (Aunque, así, entre nosotras, les contaré que a veces se pueden rescatar botes de perfume de la basura a las que van a parar nuestros tesoros requisados. El secreto es hacerse un poco la loca y esperar a que los cancerbero­s de turno estén ocupados. Claro que la posibilida­d de que las joyas secuestrad­as acaben en la basura son inversamen­te proporcion­ales a lo caras que sean y al grado de “cosmetofil­ia” de la guarda

de seguridad de turno. Pero, shhhhh, eso mejor no se lo digamos a nadie...). Les aviso: de la “cosmetofil­ia” es difícil librarse. Porque, más allá de los daños colaterale­s que pueda provocar en el bolsillo, la locura y pasión por cosméticos, perfumes, maquillaje es... es... es... maravillos­a. Porque, ¿cómo resistirse a esos mil y un olores deliciosos? ¿A esos colores? Y, sobre todo, ¿cómo hacer oídos sordos a la promesa de verse más guapa? Porque la esperanza es lo último que se pierde: cada primavera, sigo creyendo en las propiedade­s redentoras de lasas cremas anticelulí­ticas. Cada noche, sigo alentando el sueño de levantarme más joven. Cada mañana, me aplico el maquillaje pensando que tendré mejor cara que antes de hacerlo. Supongo que esa esperanza nunca se apaga del todo porque las promesas cosméticas no son del todo vanas. Si bien es cierto que no hay

loción reductora que combata un ejército de cañitas y aperitivos, ni crema hidratante que levante estos mofletes de perro pachón que se me están poniendo,, no se puede negar que una buena rutina de cuidados ayuda. Y mucho. Así que, sien-siendo la meta cuidarse, pero sin perder la cabeza (ni los ahorros), cabe plantearse el listado de trucos a considerar por las “locas de los potingues”.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain