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MARC JACOBS

EL DIRECTOR CREATIVO DE LOUIS VUITTON HA DEJADO ATRÁS LOS EXCESOS GRACIAS A UNA VOLUNTAD DE HIERRO. LA MISMA QUE LE HA AYUDADO A SITUAR EN LA VANGUARDIA A UNA DE LAS GRANDES FIRMAS MÍTICAS.

- POR LUCY EWING / FOTO: JAN WELTERS

El creador de Louis Vuitton no tiene miedo al escándalo... ni a contarlo. Descubre por qué.

on el “skyline” de Shanghai al fondo, Louis Vuitton está celebrando una fiesta. Se respira dinero en el ambiente: canta Lana del Rey, Alexa Chung conversa con unos y con otros, y Poppy Delevingne baila. Mientras la alta sociedad de la ciudad ocupa sus asientos para el espectácul­o, todo reluce en este palacio: flashes, diamantes, mil cabezas de cabello negro y brillante. ¿Qué podría justificar –se pregunta uno– tan lujosa alharaca? Una tienda. Están inaugurand­o una tienda. El protagonis­ta es un neoyorquin­o de 49 años, que tal vez sea el hombre más influyente de la moda. Sentado en un sofá que parecen sobrevolar el cielo, dice que tiene “jet lag” y viste una falda. Puede parecer una especie de milagro que el director creativo de Louis Vuitton, el alma máter del gigante LVMH de los 24.000 millones de euros, sea un exobeso, exadicto, esnob y “friki” de la informátic­a (si bien, puntualiza, nunca fue todo eso a la vez). Jacobs, la mejor arma de la firma, ha sido requerido para la batalla, aunque no parece muy entusiasma­do. “No pienso mucho en los negocios –afirma–. Y no lo digo con desdén. No soy tonto, soy consciente de que es un mercado muy importante, pero no es algo que yo, o que cualquiera de los que trabajan conmigo en el departamen­to de diseño, deba tener en cuenta”. ¿Hay alguien que haya logrado tanto éxito dedicándos­e exclusivam­ente a diseñar ropa? Ha estado al frente de su propia firma durante 26 años y lleva ya 15 como director creativo de Louis Vuitton. Con la apertura en Shanghai de una enorme “maison” (el nombre que reciben las tiendas más grandes del emporio), Vuitton decidió tirarse a la piscina. “Fue justo después del desfile de otoño-invierno en París. Tuve mi reunión habitual con el señor Arnault [presidente ejecutivo de LVMH y el cuarto hombre más rico del mundo] y le dije: “¿Por qué no nos vamos allí con este espectácul­o?”. Y lo hicieron: al completo, exactament­e igual que en París, incluido el escenario con un tren a tamaño natural. Jacobs no podría ser más diferente de Karl Lagerfeld. En la fiesta, está en todas partes al mismo tiempo: charlando con ejecutivos, dejándose fotografia­r con las aspirantes a estrella y haciendo un hueco para atender a sus amigos y colegas, como la estilista Katie Grand. No se le ve la vanidad por ningún lado. Ya sea hablando con un camarero o con su jefe, su cortesía a prueba de bombas es la misma. En un momento dado, le pregunto qué le parece el estilo de Kate Middleton, buscando una salida de tono. “Pues... no sé –responde–. En realidad, no la sigo mucho. La otra Kate de Londres es la que más me atrae: la señorita Moss”.

EL REY DE LA METAMORFOS­IS.

Muestra una insegurida­d entrañable en alguien de su importanci­a. Y, a pesar de su fama de asiduo al gimnasio, no parece el epítome del narcisismo que una vez fue. Hace unos años se despojó de su coraza desaliñada para metamorfos­earse en un fanático del ejercicio, hasta el punto de posar desnudo en la publicidad de su perfume. “Ya no soy tan entusiasta. Ahora ya no me mortifico si no voy cada día al gimnasio. Me he traído mis batidos de proteínas, pero también he estado comiendo daditos de pollo con anacardos. Suelo llevar una dieta saludable. A excepción de los cigarrillo­s”, dice, exhalando el humo. ¿Es exigente en todos los ámbitos? Por ejemplo, ¿su casa está siempre bien ordenada? “Sí –suspira–. Soy obsesivame­nte meticuloso. Doblo la ropa sucia antes de dejarla en el cesto. Me gusta que, en el armario, todo vaya de oscuro a claro y de corto a largo”. ¿Y sus libros de arte también están alineados? “Sí, soy muy quisquillo­so con eso también. Hay tanto

lío en mi oficina que cuando voy a casa solo quiero orden. Si hay una lámpara torcida y estoy sentado a la mesa, es que no puedo comer. Así de mal se ha puesto la cosa”. Solo ha cuidado tanto de su entorno doméstico en los últimos 10 años. Antes vivía en hoteles. ¿Fue su batalla contra las drogas lo que cambió su actitud? “No fue esa la única razón. Mi interés por el arte también me ayudó. Siempre me intimidó el arte. Pensaba: “No puedo tener un Damien Hirst”. Hasta que un día me descubrí a mí mismo pensando: “¡Sí, puedo! Puedo comprarlo”.

AMOR SINGULAR.

En 2013 cumplirá los 50 años... “No me importa. Como dijo Cher cuando le preguntaro­n cómo se sentía por cumplir los 60, “Cielo, es mejor que la otra alternativ­a”. Ahora divide su tiempo entre París y Nueva York, pero prefiere tener invitados en casa a salir fuera. “Mis días de pasar la noche en un bar se han terminado. Me corrí mis buenas juergas y he sobrevivid­o a todo aquello. Hace una eternidad desde la última vez que pasé toda una noche bailando... ¡Oh, no! –se corrige–, ¡eso no es cierto! Cuando hace poco <estuve en Río de Janeiro con Eddy, estuvimos toda la noche bailando como locos”. Eddy es su novio, una estrella del porno brasileño más conocido por su nombre artístico, Harry Louis. Con lo conservado­ra que es la marca Louis Vuitton, es valiente que Jacobs haya introducid­o a su pareja en su círculo profesiona­l. “Es una persona maravillos­a”, dice de él. Se ven cuando pueden. “En relaciones anteriores, solo podía estar con mi pareja unos seis meses al año. Necesito que quien comparta mi vida tenga la suya propia, que no que me siga todo el año”, reconoce el diseñador. Parece que emocionalm­ente es algo hermético. “Mis amigos son mi auténtica familia –confiesa–. No he tenido nunca una buena relación con mis parientes”. Su padre murió cuando él solo tenía siete años y ha declarado que su madre estaba “mentalment­e enferma”. Se crió con su abuela paterna en Manhattan, estudió en el Parsons Institute de Nueva York y ganó casi todos los premios de moda que se convocaban para estudiante­s. Durante los años 80 y 90, impulsó su principal línea, muy popular entre mujeres que veían demasiado rancio el estilo definido por las marcas europeas. Y entonces transformó una de aquellas firmas míticas: consiguió que Louis Vuitton se convirtier­a en una marca que crea tendencia cada temporada en todo el mundo. Se rumorea que ha amasado una fortuna de unos 74 millones de euros, pero es difícil encajar ese dato con el personaje tranquilo, irónico, a ratos nervioso, de esta entrevista. Sin embargo, el gimnasio, la adicción al trabajo, o su manía de doblar meticulosa­mente la ropa, sugieren una auténtica voluntad de hierro. Tal vez lo más revelador de su batalla contra las drogas no sea que cayera en ellas, sino quen a pesar de todo haya sabido mantenerla­s a raya. Comenzó un proceso de rehabilita­ción en 1999 y otro hace cinco años, pero su carrera apenas se ha resentido durante esos parones obligados. Jacobs asegura que la suya ha sido, hasta ahora, una buena carrera y que no puede ni imaginarse abandonand­o la moda. “Me enfadé mucho, bueno, no tanto, cuando me dieron el premio a toda una trayectori­a de la CFDA, el Consejo de Diseñadore­s de Moda de América. Me sentí como si estuviera muerto, y ¡yo todavía no lo estoy! El éxito suena a adiós”. Mientras habla, coge otro cigarrillo entre sus dedos y contempla la lejana ciudad que se extiende bajo sus pies. “Cada día es un éxito”, reflexiona.

“Doblo la ropa sucia antes de echarla en el cesto y me gusta que en el armario todo vaya de oscuro a claro y de corto a largo. En casa solo quiero orden”.

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Shanghai para la inauguraci­ón de la nueva “maison”
En desfile de la colección otoño-invierno 2012 de Louis Vuitton, las modelos descendier­on de un antiguo tren de vapor. El show se repitió en Shanghai para la inauguraci­ón de la nueva “maison”

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